jueves, 5 de marzo de 2020

MATEO IV - La Palabra Alumbra Nuestro Entendimiento (Mt 7 y 8)

(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos estudiados (identificados al pie de cada párrafo); los textos en cursiva son los comentarios hechos por mí respecto de esos textos. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los enlaces.)


[Empezar en Mateo Primera Parte]



QUITANDO LAS TINIEBLAS DE NUESTRO CORAZÓN


Nuestro Señor dijo: "No juzguen para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes" (NVI). Además, añadió que nuestra tendencia es a mirar la paja en el ojo ajeno, sin advertir que en el nuestro hay una gran viga. Y concluyó diciendo: "¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano". (7:1-5)

* El Apóstol Pablo lo expresó de esta manera: "no tienes excusa tú, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, ya que practicas las mismas cosas" (Ro 2:1 NVI).
 
Solemos ver en qué se equivocan los demás, o qué nos desagrada de ellos. Juzgamos la vanidad, la codicia, la avaricia, el egoísmo, el orgullo, la arrogancia, la prepotencia, la lujuria, y tantos otros defectos en los demás, pero ¿Cuánto de eso tenemos nosotros también? 
  
Jesús nos llama a reconocer nuestros errores, y a cambiarlos; sin embargo, si no nos miramos en el espejo de la Palabra de Dios, nunca tendremos la capacidad de ver cuánta fealdad alberga nuestro corazón. Por eso, el salmista dice: "En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti" (Sal 119:11); y también: "El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón" (Sal 40:8). Pero ¿cómo podríamos guardar Su Palabra en nuestro corazón si no nos exponemos a ella? No olvidemos que el Espíritu Santo que Dios nos dio se sirve de la Palabra de Dios, que deberíamos estar "comiendo" a diario, para hacernos crecer en la Verdad, pues, "no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4:4).
 
Sólo Cristo, el Verbo de Dios, puede hacernos libres de toda la podredumbre de nuestro corazón; por tanto, antes de juzgar a otros, presentémonos ante Él, quien nos conoce en lo más íntimo, y preguntémosle: "¿Cuántas iniquidades y pecados tengo yo? Hazme entender mi transgresión y mi pecado" (Job 13:23), y Él nos dará la sabiduría para que entendamos y reconozcamos cuánto del pecado que veo en otros está también en mí, de modo que, al identificarlo, lo pongamos bajo sujeción y, en su lugar, comiencen a brotar los frutos de santificación, que evidencian que somos verdaderos hijos de Dios.
 
Por último, nunca olvidemos la exhortación del Señor, cuando dijo: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Jn 8:31-32); esto, porque sólo Su Palabra es Verdad, y es "útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto..." (2Tim 3:16-17).
 
Dijo el Señor: "No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen". (7:6).

* Dice el proverbista: "No hables a oídos del necio, porque menospreciará la prudencia de tus razones" (Pr 23:9).  A veces, con buena intención, intentaremos aconsejar bíblicamente a alguien que no está dispuesto a cambiar su forma mundana de pensar o proceder, y en respuesta, sólo recibiremos ofensas. También dice la Escritura que "el que corrige al escarnecedor, se acarrea afrenta; el que reprende al impío, se atrae mancha" (Pr 9:7).

Desde que recibimos la nueva vida en Cristo, los creyentes estamos siendo enseñados por el Espíritu de Dios a través de Su Palabra, que es el Consejo divino que nos guía para enfrentar los desafíos de la vida cotidiana, y la Sabiduría de lo alto que nos ayuda a entender y dar respuesta a las pequeñas y grandes interrogantes que el ser humano se ha formulado a través de los siglos. Lamentablemente, no siempre esas preciosas perlas que nos son dadas por pura Gracia serán recibidas con el mismo aprecio que las ofrecemos. Como dice el proverbio: "Manantial de vida es el entendimiento al que lo posee; mas la erudición de los necios es necedad" (Pr 16:22). 


El Señor dijo: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá".  Jesús dijo que el Padre que está en los cielos está atento a nuestras oraciones, y que Él nos dará lo que pidamos, pues, si un padre terrenal da pan a su hijo cuando éste le pide pan, "¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?", de modo que, "todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas", concluyó el Señor. (7:7-12)

* Para no caer en interpretaciones erróneas, bueno es buscar la misma porción en los otros evangelios. En el de Lucas, por ejemplo, el evangelista especifica: "¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?". Así que, si bien es cierto, Dios oye, y da a los justos lo que desean; muchos pidenpero no obtienen, porque piden mal, pensando en satisfacer sus apetitos desordenados; en especial, aquellos que, equivocadamente, han venido a Cristo, porque lo ven como el genio de la lámpara, en vez de como el Salvador de sus almas. Pero las Escrituras son claras: amar las cosas del mundo demuestra que el amor del Padre no está en ese corazónPor tanto, podemos concluir que estas palabras de Cristo se refieren, principalmente, a la salvación y a la búsqueda de la Verdad: al que pida ser redimido de este mundo malo, Dios lo salvará; al que busque a Dios y su justicia, hallará al Señor, y le será dada luz sobre los misterios del Reino; y al que llame a las puertas del Reino, Dios lo dejará entrar. 

** Con todo, los que hemos sido salvados por la gracia de Dios, podemos estar confiados en que, si permanecemos en Cristo, y sus palabras permanecen en nosotros, podemos pedir lo que deseemos, y nos será dadoporque cuando hemos sido regenerados por el Espíritu Santo, nuestras prioridades cambian, y nuestros deseos tienen más que ver con las cosas de arriba, que son las que realmente importan. 
 
La Palabra dice que, cuando permanecemos en Cristo, comenzamos a dar mucho fruto duradero, y el Padre es glorificado cuando damos mucho fruto. Por tanto, si hacemos las cosas que son agradables delante del Señor, podemos pedir lo que queramos, y nos será hechoPermanecer en el amor de Cristo significa que guardamos sus mandamientos, y sus principales mandamientos son: amar a Dios el Padre con todo el corazón, y con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas, y que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado; y ¿cómo demostramos ese amor? haciendo al prójimo lo que quisiéramos que hicieran con nosotros, como dice el versículo 12 de esta porción que estamos estudiando.

LA PUERTA ANGOSTA


Jesús continúa su prédica diciendo a los discípulos que hay que entrar por la puerta angosta; "porque la puerta y el camino que llevan a la perdición son anchos y espaciosos, y muchos entran por ellos; pero la puerta y el camino que llevan a la vida son angostos y difíciles, y pocos los encuentran" (DHH).  (7:13-14)

* El camino es uno: Jesucristo. Lo que tenemos que hacer es rastrear las huellas que Jesús dejó impresas en el mapa divino, que es el Evangelio, donde iremos descubriendo cómo hallar y permanecer en el único Camino, angosto, pero seguro, que Dios dispuso para conducirnos hasta Él. Sólo a Jesucristo tenemos que oír y seguir para tener vida eternaNo hay otra vía por la cual entrar al Reino de los cielos. 
 
Satanás marea al mundo a través de una amplia oferta de caminos alternativos que llevarían a la plenitud al ser humano, y le ofrece todo tipo de atractivos que exacerban su codicia, dominando la voluntad de los incautos, que se embriagan con el vino de sus engaños, consiguiendo así que éstos rechacen o se desvíen del único Camino a la Verdad. En ese estado de embotamiento, los hombres se desvelan persiguiendo lo que no lleva a ningún lado, excepto a la perdición.


FALSOS MAESTROS


Jesús dijo que debemos guardarnos de los falsos profetas, que vienen disfrazados de ovejas, pero que por dentro son lobos rapaces. Que nos fijemos en sus frutos para reconocerlos, porque cuando el árbol es bueno da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. "No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos". El árbol que no dé buenos frutos será cortado y echado en el fuego. "Así que, por sus frutos los conoceréis", declaró nuestro Señor. (7:15-20)

* Desde siempre han existido los falsos profetas y los falsos pastores que, en vez de rescatar ovejas perdidas, se sirven de ellas. Si bien es cierto, el pastor tiene el derecho, que la Palabra de Dios le otorga, de recibir remuneración de la iglesia en que sirve, por su labor como guía de las ovejas, en estos tiempos abundan aquéllos que se enriquecen a costa del rebaño, haciendo mal uso de la Palabra de Dios, tergiversándola, para justificar sus malas acciones. Estos falsos siervos de Dios, en vez de predicar el verdadero evangelio, sólo hablan de prosperidad y sanidad para obtener más ofrendas, diciendo que, de lo que des, el Señor te devolverá el dobleTemas como renunciar al pecado, el arrepentimiento verdadero, el infierno, el proceso de santificación o morir al yo no se halla en sus discursos, porque, para mantener cautivo al rebaño sólo le dan lo que ellos quieren oír Entre otras cosas, seducen a la gente predicándole una fe no bíblica, basada en lo que los falsos gurús han llamado la "ley de la atracción", que no es más que una creencia mística que afirma que obtendrás lo que deseas o lo que temes, según la "calidad" de tu fe, exacerbando en los incautos la codicia y el amor a las riquezas de este mundo. 
 
Jehová, por medio del profeta Ezequiel, condena a los pastores que se apacientan a sí mismos (dirigido a los líderes de Israel, pero el mensaje debe extenderse a todo líder bajo cuyo cuidado está el rebaño del Señor), diciendo: "¡Qué aflicción les espera a ustedes, pastores, que se alimentan a sí mismos en lugar de alimentar a sus rebaños! ¿Acaso los pastores no deben alimentar a sus ovejas? Ustedes beben la leche, se visten con la lana y matan a los mejores animales, pero dejan que sus rebaños pasen hambre" (...) "ustedes abandonaron a mi rebaño y lo expusieron al ataque de toda clase de animales salvajes. Aunque ustedes eran mis pastores, no salieron a buscar a mis ovejas cuando ellas se extraviaron. Se ocuparon de sí mismos y dejaron que las ovejas pasaran hambre. Por lo tanto, pastores, oigan la palabra del Señor. Esto dice el Señor Soberano: ahora me declaro enemigo de esos pastores y los haré responsables de lo que le sucedió a mi rebaño. Les quitaré el derecho de alimentar al rebaño y no dejaré que sigan alimentándose a sí mismos. Rescataré de su boca a mi rebaño; las ovejas ya no serán su presa" (Ez 34:2-4, 8-10).
 

Nuestro buen Pastor también declaró que "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos". Que el día final, muchos le dirán: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?"; y el Señor les responderá: "Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad". (7:21-23)

* En Lc 6:46, dirigiéndose a algunos de sus seguidores, el Señor les preguntó: "¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?". Porque "Señor" es la forma usada por un siervo para dirigirse a su amo, por tanto, llamar a Jesús "Señor" significa que le debemos obediencia. 
 
No olvidemos que Jesús, nuestro Señor, es la Palabra de Dios encarnada, por tanto, obedecer a Jesús es obedecer a Jehová. Dice la Palabra de Dios: "Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios". (Mi 6:8). 

Antes de llevar a cabo cualquier acción, bueno es preguntarnos: ¿A quién estamos obedeciendo: al que llamamos Señor, o al que domina al mundo?


EL FUNDAMENTO SÓLIDO


Por último, el Señor concluye su prédica en el monte diciendo que, cualquiera que escucha estas palabras, y las pone en acción, es como un hombre prudente, que edifica su casa sobre la roca: "Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca". Pero el que oye estas palabras, y las ignora, se puede comparar con el insensato que edifica su casa sobre la arena; "y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina". (7:24-27).

* La roca es nuestro amado Señor Jesucristo, sobre quien se edifica la ciudad celestial; y nosotros, que hemos recibido el privilegio de ser hechos hijos de Dios, somos como piedras vivas con las cuales se levantan los muros de la Jerusalén de Cristo. Cada piedra ha de ser pulida para que no tenga asperezas, ni fisuras que debiliten la estructura que se está edificando.
 
Como dice la Escritura, Jesucristo es la piedra angular, sobre la cual, peritos arquitectos, como los apóstoles y profetas, han puesto el fundamento, y sobre ese fundamento es que nosotros trabajamos para levantar los muros de Jerusalén, igual que lo hizo Nehemías junto al pueblo que salió de la esclavitud en Babilonia, pero ahora, no se está edificando una ciudad terrenal, sino la Ciudad de Dios, que es espiritual.
 
Al mismo tiempo que se erige la Nueva Jerusalén con todo el pueblo de Dios, cada uno de nosotros está también siendo edificado como morada de Dios, por lo cual, debemos ser diligentes, y obedecer lo que manda Su Palabra, a fin de que, cuando vengan los días de prueba, la estructura permanezca firmemente asentada en la Roca, que es Cristo.
 
Como dice Pedro: "Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina. Precisamente por eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, los harán crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo y evitarán que sean inútiles e improductivos" (2Pe 1:4-8 NVI). 

Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la gente quedó admirada de su doctrina; porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas. (7:28-29)

* Jesús es la Palabra de Dios encarnada. Él dijo que su enseñanza no se basaba en ideas propias, sino que decía lo que el Padre de los Cielos le mandaba decir; porque Dios estaba en Jesucristo salvando al mundo de la corrupción en que había caído por causa de la desobediencia de Adán, el primer hombre; la raíz podrida de quien procede toda la humanidad. El mensaje que Jesús enseñó salió del seno de Dios, y es el mismo mensaje que leemos en nuestras Biblias, escrito por santos hombres de Dios, que "hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2Pe 1:21).
 
Aunque Jesús había nacido de una hija de hombre, el pecado de Adán, que alcanza a toda la humanidad, no se hallaba en Él, porque, a diferencia de esos santos hombres que recibieron inspiración para escribir la Palabra de Dios, Jesús no fue engendrado por simiente de hombre, sino por la Simiente del Espíritu Santo, por tanto, siendo Él sin pecado, su comunión con el Padre era plena, como sucedía con Adán antes de pecar, así que lo que Jesús decía era lo que había oído decir al Padre en la intimidad, y no por inspiración.
 
Jesús efectivamente era el Hijo del Hombre, completamente humano, como era Adán cuando fue creado, pero también era el Hijo de Dios, Único en su especie (Unigénito). Es decir que, para poder salvar a la humanidad de su pecado, el Unigénito de Dios debió renunciar a su divinidad; esto significa que, "siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2:6-8), porque "era necesario que en todo sentido él se hiciera semejante a nosotros, sus hermanos"; dicho de otra manera, "debido a que los hijos de Dios son seres humanos—hechos de carne y sangre—el Hijo también se hizo de carne y sangre. Pues sólo como ser humano podía morir y sólo mediante la muerte podía quebrantar el poder del diablo, quien tenía el poder sobre la muerte. Únicamente de esa manera el Hijo podía libertar a todos los que vivían esclavizados por temor a la muerte" (He 2:17, 14-15, NTV).
 

LOS MILAGROS DEL MESÍAS


La Lepra del Pecado


Luego del sermón, Jesús descendió del monte, y mucha gente le seguía. Entonces un leproso se acercó a Él, y le dijo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Jesús extendió su mano, y le tocó diciendo: "Quiero; sé limpio", y al instante la lepra desapareció. En seguida, Jesús le dijo que no lo dijera a nadie, sino que fuera hasta el sacerdote, y presentara su ofrenda, según lo indicado en la ley. (8:1-4)

* Como hemos dicho en otros estudios, los acontecimientos que quedaron registrados en las Escrituras, además de estar allí para enseñar a las generaciones posteriores, generalmente encierran un misterio. En el caso del Nuevo Testamento, cada milagro está allí porque, aparte de dar testimonio de las maravillas que Jesús hacía, y que ayudaron a que muchos que las presenciaron creyeran que Él era el Mesías enviado por Dios, contienen un mensaje espiritual, que, como está escrito, no puede ser entendido por todos, sino sólo por los que han recibido el Espíritu del Señor en el corazón, quienes, en la medida que van leyendo y escuchando la Palabra de Dios, aprenden a discernir las profundidades de Su obra en la creación, y de Sus propósitos para ella.

Este milagro es el primero que registra Mateo, y su idea es establecer el motivo por el cual Dios envió Su Hijo al mundo; como registra el evangelio de Mateo, Jesús vino para salvar "a su pueblo de sus pecados" (Mt 1:21). 
 
La lepra es una enfermedad producida por la bacteria Mycobacterium Leprae, que afecta principalmente la piel y los nervios periféricos, perdiendo el paciente la sensibilidad y movilidad de manos, pies o cara; provocando lesiones cutáneas, deformaciones, mutilaciones, necrosis en los tejidos afectados, y hasta la muerte, si no se trata a tiempo. En tiempos de Jesús, la lepra aún no tenía cura y, por tratarse de una enfermedad que producía graves e irreversibles daños, los que la contraían eran aislados, para no exponer a contagio al resto de la comunidad. Por las características de la enfermedad, en las Escrituras se usa la lepra para simbolizar el pecado, porque, como la lepra, el pecado se contagia, insensibiliza, degenera, y tiene el poder de llevar a la muerte eterna.
 
El leproso nos representa a todos, porque todos nacemos infectados del pecado, y condenados a padecer eternamente. Pero aquí vemos que, a pesar de la condición del hombre, Jesús no vaciló en acercarse a él, tocarlo, y sanarlo, queriendo el Espíritu mostrar con este milagro que la lepra del pecado puede ser curada cuando venimos a Cristo en arrepentimiento y fe, clamando en nuestro corazón, como el salmista, cuando imploró: "Ten piedad de mí, oh, Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado" (Sal 51:1-2).
 
Contrario a lo que muchos creen, no hay que esperar a ser mejores (dejar un vicio, terminar una relación adúltera, o lo que sea) para acudir a Jesucristo, sino que hay que venir a Él, como este leproso, tal como estamos, cargando toda nuestra inmundicia, para que Él nos limpie y sane. Su llamado es: "Vengan a mí los que estén cansados y agobiados, que yo los haré descansar. Acepten mi enseñanza y aprendan de mí que soy paciente y humilde. Conmigo encontrarán descanso. Mi enseñanza es agradable y mi carga es fácil de llevar" (Mt 11:28-30 PDT).  
 
El Señor nos está llamando ahora, así que acerquémonos a Él confiados, porque, como dice la Escritura: "al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh, Dios". (Sal 51:17).   
 
** ¿Por qué Jesús pedía no divulgar los milagros?
 
- En el pasaje que estamos estudiando, Jesús dijo: "no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos" (v.4). Posiblemente la enseñanza aquí es que la regeneración de nuestro espíritu no es algo que deba ser anunciado a los cuatro vientos, sino demostrado a través de frutos de santificación (ofrendas al Señor) que evidencian la fe. Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote, ante quien presentamos las ofrendas que dan testimonio de que hemos sido sanados de nuestra lepra de pecado.
 
- Por otro lado, quizás Jesús no quería atraer a curiosos que se acercarían sólo para ver un espectáculo. De hecho, Marcos, en su evangelio, amplía la información sobre este milagro, diciendo que el leproso no se contuvo, y lo contó a todo el que quería oír, y "ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes". 
 
- Por último, y quizás sea el motivo principal, es que Dios es quien llama. Algunos milagros de Jesús consistían en expulsar demonios de las personas poseídas, pero, dice la Escritura, "no dejaba que los demonios hablaran, porque ellos lo conocían" (Mr 1:34 DHH - Dios Habla Hoy)). Es decir, no eran los demonios llamados a decir quién era Jesús, porque esa tarea la hace el Espíritu Santo en cada persona que está siendo llamada al reino. Recordemos que la iglesia se edifica sobre esa revelación, que no se origina en el intelecto, sino que es el Señor quien elige a quién revelarla.

La Verdadera Fe


El segundo milagro que Mateo registra sucedió cuando, entrando en Capernaúm, se le acercó un centurión que le rogó: "Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado". Y Jesús le contestó: "Yo iré y le sanaré".  Sin embargo, el centurión no se consideró digno de que Jesús fuera hasta su casa, y le dijo: "Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden, y mi criado quedará sano" (DHH), y explicó su convicción de que Jesús podía hacerlo, diciendo que él mismo como centurión tenía soldados y criados bajo su mando, y a él le bastaba con dar una orden para que éstos le obedecieran. Jesús, sorprendido al oír lo que decía ese gentil (es decir, que no era judío), dijo a los que le seguían: "ni aun en Israel he hallado tanta fe"; y agregó: "muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a comer con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, pero los que deberían estar en el reino, serán echados a la oscuridad de afuera. Entonces vendrán el llanto y la desesperación" (DHH). Entonces, despidió al centurión, diciéndole: "Ve, y como creíste, te sea hecho", y el siervo del centurión quedó sano en ese mismo momento. (8:5-13)

* Aquí Mateo nos presenta las primeras manifestaciones de fe en los gentiles. Jehová había dicho sobre el Mesías: "Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra" (Is 49:6). 
 
Como vemos, el plan de Dios siempre fue salvar a todas las naciones de la tierra, pero había que llevarlo a cabo de manera progresiva, así que Jehová escogió un pueblo, el más insignificante de los existentes en aquel tiempo, y de ese pueblo (familia), escogió a Abraham, a quien le hizo la promesa de que, a través de su descendencia, serían benditas todas las familias de la tierra. Pero, como hemos aprendido, la promesa no se refería a toda la descendencia de Abraham, sino sólo a la procedente de su hijo Isaac; ni tampoco de ambos hijos de Isaac, sino de Jacob, a quien le cambió el nombre, y lo llamó Israel
 
Con todo, el apóstol Pablo, en sus epístolas, aclara que ni siquiera se garantiza la salvación de todos los descendientes de Israel según la carne, porque "los verdaderos descendientes de Abraham son los que tienen fe" (Ga 3:7 DHH); es decir, "no todos los descendientes de Israel son verdadero pueblo de Israel. No todos los descendientes de Abraham son verdaderamente sus hijos, sino que Dios le había dicho: «Tu descendencia vendrá por medio de Isaac». Esto nos da a entender que nadie es hijo de Dios solamente por pertenecer a cierta raza; al contrario, sólo a quienes son hijos en cumplimiento de la promesa de Dios, se les considera verdaderos descendientes" (Ro 9:6-9 DHH). De modo que, "la Escritura, viendo de antemano que también entre los no judíos iba Dios a reconocer como justos a los que tuvieran fe, había anunciado a Abraham esta buena noticia: «Todas las naciones serán bendecidas por medio de ti»" (Ga 3:8 DHH). Pablo, además, especifica que, cuando la promesa dice: "En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn 12:3), se refiere sólo a una persona: al Hijo de Dios, pues, la Palabra dice que "a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo" (Ga 3:16), explica el Apóstol.
 
No obstante, el pacto de Dios con el pueblo de Israel, al que llamó "Mi primogénito", es inmutable, por lo cual, fiel a su Palabra, se reservó "un remanente escogido por gracia. Y si por gracia, ya no es por obras" (Ro 11:5-6), para formar su iglesia, remanente que queda en las mismas condiciones que los escogidos de entre los gentiles, porque "Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos" (Ro 11:32). Pablo ratifica esta condición, diciendo: "la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a todos los que creen" (Ga 3:22 NBLA), es decir, "no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús". El Apóstol concluye su explicación, diciendo a la iglesia: "si ustedes son de Cristo, entonces son descendencia de Abraham, herederos según la promesa" (Ga 3:28, 29 NBLA). 
 
En consecuencia, cualquiera que interpreta la Palabra de Dios diciendo que Israel va a ser salvo después que la totalidad de los gentiles entre al Reino, está en un error, porque lo que la Escritura afirma es que: "a Israel (la nación) le ha acontecido un endurecimiento parcial hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles" (Ro 11: 25 NBLA). Al decir "parcial", está diciendo que no todos son endurecidos, porque, como dijimos, hay un remanente al que Dios está concediéndoles que se arrepientan, abriéndoles el oído por medio de la predicación del evangelio, igual que a los gentiles que están siendo llamados. Por tanto, una vez que se haya completado el número de gentiles llamados a la salvación, (y habla de los gentiles, porque, recordemos, el evangelio se anunció primeramente a los judíos), se completará el proceso, y "así, todo Israel será salvo" (Ro 11:26 NBLA), ¿cuál Israel? el Israel de la fe, porque "los que son de fe, éstos son hijos de Abraham" (Ga 3:7). 
 

Judíos Primeramente

Las Escrituras siempre están señalando que la salvación debía comenzar por el pueblo judío, prueba de lo cual, es el hecho de que Jesús el Mesías no fue "enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt 15:24). Incluso, la primera vez que Jesús envió a los doce a predicar, "les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt 10:5-6). 
 
Dios no deja nada al azar, y fiel a su palabra, aunque no era el tiempo de los gentiles, había muchos de ellos que, habiendo oído del Mesías de Israel, también lo aguardaban. Así que, mientras Jesús cumplía su ministerio terrenal, Dios abrió el oído de no pocos romanos, griegos, samaritanos, y de otras naciones, que al escuchar y ver a Jesús obrando, comprendieron que en Él estaba la unción de Dios, y creyeron en Él antes que muchos judíos. Tan convencidos estaban, que muchos expresaron vehementemente su fe, al punto de creer, como este centurión, y con razón, que Jesús ni siquiera necesitaba estar junto al enfermo para hacer el milagro, sino que le bastaba dar la orden, para que las cosas sucedieran.

En cuanto al llamado a los gentiles, no fue sino hasta después de la crucifixión y resurrección de Jesús, y habiendo transcurrido algún tiempo incluso desde que el Espíritu Santo había sido dado a la iglesia, que el Señor se apareció a Saulo de Tarso, un respetado judío, perteneciente a la secta de los fariseos, tenaz perseguidor de la iglesia, al cual escogió para llevar el evangelio a los que no eran judíos, diciendo: "instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre" (Hch 9:15-16). Aquel fariseo, por la Gracia del Señor, se convirtió en el gran Apóstol Pablo, escritor de, al menos, trece de las veintiún epístolas que integran el Nuevo Testamento.

** En cuanto a las palabras del centurión: "Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo", nos habla de la humillación que debe haber en el hombre que está ante Jesús anhelando salvación; porque "Tú no rechazarás un corazón arrepentido y quebrantado, oh, Dios" (Sal 51:17 NTV). La misericordia del Señor es infinita, y cuando llegamos a Él reconociendo que Él es Soberano, y que nada podemos hacer separados de Él, nos concede, por fe, la Gracia de la vida eterna en Cristo Jesús.

 

Él es el Salvador


Estando Jesús en la casa de Pedro, vio que la suegra de Pedro estaba postrada, y tenía mucha fiebre; Jesús se le acercó, tocó su mano, y la fiebre la dejó. Entonces ella se levantó para servirles. Luego, cuando cayó la noche, llegó una gran muchedumbre trayendo endemoniados; entonces Jesús expulsó con su palabra a muchos demonios, y sanó a muchos enfermos, para que se cumpliera la Palabra dicha por Isaías: "El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias". (8:14-17)

* Las versiones sobre este hecho narradas por Marcos y Lucas complementan la narración de Mateo: Lucas, por ejemplo, dice que Jesús "reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó". En cuando a la expulsión de los demonios, Marcos y Lucas coinciden diciendo que Jesús expulsaba a los demonios, y no les permitía hablar, porque los demonios sabían que Él era el Cristo, y lo ponían en evidencia diciendo: "Tú eres el Hijo de Dios" (Lc 4:41).
 
Como ya hemos dicho, no hay contradicción entre un evangelio y otro, sino que son complementarios, pues, cada escritor, de conformidad a la inspiración recibida del Espíritu Santo, según sus propósitos, pusieron énfasis en distintos aspectos de los hechos ocurridos, al escribirlos. El objetivo de Mateo aquí era destacar el cumplimiento de la profecía anunciada por Isaías "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido" (Is 53:4), queriendo constatar con esto que Jesús era el Mesías.


El Verdadero Discípulo


Habiéndose formado una gran multitud, Jesús mandó a sus discípulos pasar al otro lado del mar. Estando allí, se le acercaron algunos manifestando su interés en seguirlo; entre ellos, un escriba que dijo: "Maestro, te seguiré adondequiera que vayas", pero Jesús le respondió: "Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza". Luego, otro discípulo le dijo: "Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre", al cual Jesús le contestó: "deja que los muertos entierren a sus muertos". (8:18-22)

* "Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro o querrá mucho a uno y despreciará al otro" (Mt 6:24 NVI). Día tras día nos enfrentamos a esta disyuntiva, aunque no siempre estamos conscientes de encontrarnos allí. Muchos se acercarán a Jesucristo por lo que podrían, eventualmente, obtener de Él, pero Cristo dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mt 16:24). Es decir, cada uno de nosotros debe tomar la cruz, ("cada día", añade Lc 9:23), para hacer morir en ella lo que éramos antes; lo que Pablo llama el "viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos" (Ef 4:22), y permitir que el Espíritu nos renueve los pensamientos y actitudes, por medio de Su Palabra, para ser revestidos "del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Ef 4:24), y así vivir para la gloria de Dios, que es el propósito para el cual fuimos creados.
 
Jesús podía ver el corazón de quienes se acercaban a Él y, probablemente, el escriba, un hombre acostumbrado a las comodidades que su posición le permitía, se acercó a Jesús creyendo que podría tener las riquezas terrenales que ya poseía, además de las riquezas del reino que Jesús le ofrecía. Sin embargo, Jesús le hizo ver que, para seguirle, iba a tener que despojarse de muchas cosas, y se puso a sí mismo como ejemplo, diciendo: "el Hijo del Hombre no tiene ni siquiera un lugar donde recostar la cabeza" (Mt 8:20 NTV). Aunque no lo podemos afirmar, con seguridad, el escriba lo pensó mejor, y ya no le pareció tan atractivo seguir a Jesús, así que se volvió a su vida de comodidades.

En cuanto al hombre que pidió a Jesús que le permitiera enterrar a su padre antes de seguirle, si nos remitimos al relato sobre este evento hecho por Lucas en su evangelio, Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve, y anuncia el reino de Dios" (Lc 9:60). Este hombre quería hacer duelo por su padre y después seguir al Señor, sin embargo, no se daba cuenta que él también estaba muerto en sus delitos y pecados, así como todos los del mundo que, mientras no hagan una decisión por Cristo, continuarán estando muertos. Los que han muerto físicamente ya trazaron su destino eterno, y nada podemos hacer para cambiar aquello; pero los que aún respiramos, debemos procurar con diligencia ser redimidos para no sufrir la muerte eterna; y, una vez confirmados, llevar a otros al conocimiento del evangelio.  La vida está en Jesucristo, y a Él debemos oír. Que nada ni nadie de este mundo impida que sigamos a Jesús, porque eso significa muerte.

Lucas, además, agrega a un tercer personaje, que dijo a Jesús: "Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa" (Lc 9:61); pero Jesús le respondió: "Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios" (Lc 9:62). El deseo de este hombre nos habla de un corazón puesto en el lugar incorrecto. La sabia respuesta del Señor está haciendo ver que la prioridad de ese hombre no es Cristo, sino la familia. Los ídolos no sólo son dioses hechos por manos humanas, también son aquellas cosas o personas que ponemos antes que a Dios y a su Hijo en el corazón. Cuando decimos seguir a Cristo, pero le damos un lugar secundario, estamos cayendo en idolatría.
 
Mirar atrás significa que seguimos atados a las cosas de este mundo, las cuales nos quitarán tiempo o nos impedirán buscar lo que realmente importa, que son las cosas que no se venMuchos querrán seguir a Cristo como algo accesorio en sus vidas, y se acuerdan de Él sólo cuando están en aflicción o necesidad, pero el Señor sabe que, viviendo separados de Él nada podemos hacer, y por eso nos dice: "buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mt 6:33), porque todas nuestras necesidades terrenales serán cubiertas, y nuestros seres amados estarán bajo Su protección, de conformidad con sus perfectos propósitos, si buscar el reino de Dios y su justicia es lo principal en nuestro quehacer cotidiano.


La Autoridad de Jesús


Luego entró en la barca, y los discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó una gran tempestad, tanto que las olas cubrían la barca, pero Jesús dormía. Entonces los discípulos se acercaron a Jesús para despertarlo, y le dijeron: "¡Señor, sálvanos, que perecemos!". La respuesta de Jesús fue: "¿Por qué teméis, hombres de poca fe?" y, levantándose, reprendió al viento y al mar, y todo volvió a la calma. Maravillados, los discípulos se decían: "¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?". (8:23-27)

* En este episodio, Jesús demuestra que Él es el Logos creador de Dios, el mismo por medio del cual, Dios mandó y todas las cosas fueron hechas. Así describe la Escritura a Cristo: "Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten" (Col 1-15-17). 
 
En las Escrituras podemos ver cómo los elementos de la naturaleza son dominados por su Creador"Tú tienes dominio sobre la braveza del mar; cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas" (Sal 89:9); "El que sosiega el estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas, y el alboroto de las naciones" (Sal 65:7); "Entonces claman a Jehová en su angustia, y los libra de sus aflicciones. Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas" (Sal 107:28-29); "¿Quién encerró con puertas el mar, cuando se derramaba saliéndose de su seno, cuando puse yo nubes por vestidura suya, y por su faja oscuridad, y establecí sobre él mi decreto, le puse puertas y cerrojo, y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas?" (Job 38:8-11). 
 
Aun siendo un ser humano, pues, se hizo de carne y sangre, como nosotros, para poder salvarnos, en Jesús "habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Col 2:9)
 
** Entrar en la barca con Jesús es como el momento en que somos sacados de las tinieblas y conducidos a su luz Admirable. Una vez en la barca, no estaremos exentos de enfrentar tempestades, pero debemos confiar en que nuestro Señor es el Soberano de la Creación, y ninguna tempestad es una sorpresa para Él. Además, debemos tener la tranquilidad y confianza en que Él nos ha prometido que no seremos probado más allá de nuestras fuerzas, y que con la prueba, siempre dará la salidaMuchas veces, el Señor permite que atravesemos tiempos de tempestad en nuestras vidas, con el fin de que seamos fortalecidos en nuestro carácter como hijos de Dios, y que aprendamos a, ya no andar por vista, sino por la fe de Jesucristo.

 


Expulsión de los Espíritus Diabólicos


Luego, llegaron al otro lado de Galilea, a la región de los gadarenos, donde dos endemoniados que vivían en los sepulcros les salieron al encuentro, ambos tan feroces, que nadie podía pasar cerca de ellos. Y dijeron a Jesús: "¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?". Cerca del lugar, había un hato de cerdos paciendo, entonces los demonios dijeron a Jesús que, si su intención era expulsarlos, que les permitiera entrar en los cerdos. Jesús accedió y, en cuanto los espíritus inmundos entraron en los cerdos, éstos se precipitaron al mar y perecieron ahogados. En tanto, los hombres encargados de apacentar a los animales, huyeron a la ciudad, y fueron a contar lo sucedido. Entonces todos salieron al encuentro de Jesús, y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de la ciudad. (8:28-34)

* Dos versículos que resumen esta historia, los hallamos en la primera epístola de Juan: "Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo" (1Jn 3:8); "él apareció para quitar nuestros pecados" (1Jn 3:5).
 
Los hechos relatados nos muestran la constante lucha entre el mundo de las tinieblas y el Reino de la Luz. De la barca, que nos da una pequeña muestra del Reino de Dios moviéndose en medio del mundo, Jesús y sus seguidores salieron a la región de los gadarenos, donde están los endemoniados, en quienes podemos ver una imagen muy similar a la de aquéllos que no han recibido la gracia de la salvación en Cristo Jesús, y que viven bajo la influencia de Satanás: carentes de voluntad propia, cegados por las tinieblas, cargando su inmundicia, y habitando en medio de los sepulcros; que es también un perfecto símbolo de esta tierra que habitamos: un lugar lleno de seres humanos muertos en delitos y pecados, que viven "siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia" (Ef 2:1-9). Hombres y mujeres que, como los huesos secos de que habla Ezequiel 37, aunque parecen vivos, no tienen vida, porque no está el Espíritu de Dios en ellos.  

Lo que sorprende en esta historia, es que los gadarenos parecían estar acostumbrados a la presencia de estos endemoniados, y, en vez de alabar el maravilloso milagro hecho por Jesús de liberar a esos hombres de la esclavitud de los demonios, le rogaron que se fuera; es decir, para ellos, parecía importarles más el hecho de haber perdido los cerdos que cayeron por el despeñadero, los cuales, probablemente, eran un medio por el cual obtenían cuantiosos ingresos económicos, que el milagro que trajo a esa región la visita del Hijo de Dios.

Lamentablemente, así es cómo muchos reciben la buena noticia de la salvación que Dios nos dio por medio de Jesucristo. Aman más las posesiones y riquezas de este mundo, que las ricas bendiciones espirituales en los lugares celestiales que se nos ofrecen en el Hijo de Dios 

** ¿Por qué los demonios dicen que Jesús vino a atormentarlos antes de tiempo? Sabemos que el mundo está bajo el dominio de Satanás, y, si trazamos bien las Escrituras, también, podemos entender que, hasta antes de la glorificación de Jesús, los demonios andaban libres por el mundo. Pero luego de la exaltación de Jesús, Satanás y sus demonios están limitados en su accionar, por la presencia del Espíritu Santo dado a la iglesia. 
 
Según el Apóstol Juan, el espíritu del Anticristo está actuando desde entonces, y se refiere a él con estas palabras: "¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo" (1Jn 2:22); "todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo" (1Jn 4:3)Pablo lo expone de esta manera: "ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio" (2Ts 2:7), refiriéndose al Espíritu Santo que guarda a los que está llamando.
 
Jesús ya había dicho: "Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee. Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín" (Lc 11:21-22). Si entendemos bien las Escrituras, los simbolismos de la parábola señalan a Jesús como ese hombre más fuerte que vence, por medio de su muerte y resurrección, al hombre fuerte, que representa a Satanás, quien domina sobre los del mundo. 
 
Apocalipsis 20 ha generado discusiones desde tiempos remotos, pero, siguiendo el hilo de las citas bíblicas que hemos mencionado, y si estamos trazando bien la Palabra de Dios, el siguiente versículo describe lo que sucedió a Satanás cuando Jesús venció en la cruz: "Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años" (Ap 20:1). La expresión "lo ató", no quiere decir que lo eliminó, sino que limitó su accionar por la presencia del Espíritu Santo en la tierra, quien está arrebatando las almas que Satanás tenía cautivas, y las está trasladando al Reino de la Luz, poniéndolas bajo el Señorío de Jesucristo.
 
La pregunta que cabe formularse es: ¿Cuándo será quitado el Espíritu Santo? La respuesta: cuando se complete el número de los que han de ser salvos, y el Señor regrese por su iglesia. Dice la Escritura: "Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar" (Ap 20:7-8).

Apocalipsis también nos cuenta el final de la historia: "Vi el cielo abierto; y apareció un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, porque con rectitud gobernaba y hacía la guerra. Sus ojos brillaban como llamas de fuego, llevaba en la cabeza muchas coronas y tenía un nombre escrito que solamente él conocía. Iba vestido con ropa teñida de sangre, y su nombre era: La Palabra de Dios. Lo seguían los ejércitos del cielo, vestidos de lino fino, blanco y limpio, y montados en caballos blancos. Le salía de la boca una espada afilada, para herir con ella a las naciones. Las gobernará con cetro de hierro. Y él mismo pisará las uvas para sacar el vino de la ira terrible del Dios todopoderoso. En su manto y sobre el muslo llevaba escrito este título: «Rey de reyes y Señor de señores.»

Y vi un ángel que, puesto de pie en el sol, gritaba con fuerza a todas las aves de rapiña que vuelan en medio del cielo: «¡Vengan y reúnanse para la gran cena de Dios, para que coman carne de reyes, de jefes militares y de hombres valientes, carne de caballos y de sus jinetes, carne de todos: de libres y de esclavos, de pequeños y de grandes!»

Vi al monstruo y a los reyes del mundo con sus ejércitos, que se habían reunido para pelear contra el que montaba aquel caballo y contra su ejército. El monstruo fue apresado, junto con el falso profeta que había hecho señales milagrosas en su presencia. Por medio de esas señales, el falso profeta había engañado a los que se dejaron poner la marca del monstruo y adoraron su imagen. Entonces el monstruo y el falso profeta fueron arrojados vivos al lago de fuego donde arde el azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves de rapiña se hartaron de la carne de ellos" (Ap 19:11-21 DHH). 

*** En general, los cerdos en la Biblia representan a aquellos que tienen un corazón entenebrecido por las tinieblas que rechazan la salvación de Jesucristo. Son los que prefieren revolcarse en la inmundicia, pues, están ebrios de los placeres sensuales que el mundo les ofreceMientras esos cerdos, es decir, los incrédulos, no sean convertidos en ovejas de Cristo, están destinados a perderse, como este hato que cayó al mar. 
 
Con respecto a los que los apacentaban, que pidieron a Jesús que abandonara el lugar, podemos deducir que son como ciegos guiando a ciegos. Son aquéllos de los que habla la Escritura diciendo: "esta es la condenación: que la Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Jn 3:19). Desecharon la Luz del mundo, "Por esto se alejó de nosotros la justicia, y no nos alcanzó la rectitud; esperamos luz, y he aquí tinieblas; resplandores, y andamos en oscuridad. Palpamos la pared como ciegos, y andamos a tientas como sin ojos; tropezamos a mediodía como de noche; estamos en lugares oscuros como muertos" (Is 59:9-10). Se creen iluminados, pero no hace más que guiar a la población ciega y sorda, hacia la condenación.
 
Los podemos encontrar en la forma de falsos pastores que, disfrazados de ovejas, devoran el rebaño; de poderosos que han hecho sus riquezas a costa de la salud y el bienestar de la gente. Hay muchos ocultos bajo atuendos de legisladores, de políticos, de organismos internacionales que, bajo la fachada de instituciones a favor de la humanidad, promueven agendas contrarias a las Escrituras, bajo el lema de la libertad de los individuos y protección de la familia, como son las leyes pro aborto, matrimonio igualitario, identidad de género; sexo protegido en lugar de abstinencia. En fin, la lista es larga, y sigue creciendo. A esos poderosos no les conviene que la luz de Cristo ilumine el corazón de los hombres, y harán todo lo posible por quitar a Jesús de en medio; y lo están logrando al sacar la Palabra de Dios de las enseñanzas en las escuelas, por ejemplo. Las consecuencias de desconocer la ley de Dios las podemos ver a diario en las noticias.

*** Los evangelios de Lucas y Marcos complementan la historia, diciendo que el hombre que había sido liberado de los demonios (ellos relatan la historia de sólo uno de ellos), siguió a Jesús hasta la barca, y le rogaba que le permitiera ir con él, pero Jesús le respondió que volviera a su casa, a los suyos, y contara cuán grandes cosas el Señor hizo, y cómo había tenido misericordia de él. Y el hombre fue y comenzó a publicar en Decápoli, donde residía, lo que Jesús había hecho, y todos se maravillaban.