CAMINO AL ALTAR DE SACRIFICIO
* En su versión de estos hechos, Juan no menciona a Simón de Cirene, sólo dice que Jesús "cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera", pero no hay contradicción entre Juan y los otros evangelistas (Mateo, Marcos y Lucas), sino que, como sucede en otros pasajes, los escritores se complementan entre sí. Lo que podemos inferir es que Jesús, efectivamente, salió hacia el Gólgota cargando su cruz, pero, dada su condición física, tras las duras torturas a que fue sometido, probablemente ya no tenía las fuerzas para completar el trayecto cargando solo la cruz, entonces, los soldados, viendo que esto atrasaba la procesión, quitaron la cruz de los hombros de Jesús, y la cargaron sobre los de Simón, quien estaba presenciando lo que ocurría.
El nombre Simón significa "el que oye", "el que escucha", "el que obedece". No podemos pensar que haya sido casualidad que tres de los cuatro evangelistas hayan escrito sobre la participación de este cireneo cargando la cruz camino al calvario; con mayor razón, si el Señor ya había dicho: "Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga" (Lc 9:23 NVI). Porque todos los que hemos oído el evangelio de la salvación debemos ser como Simón, que no sólo escucha, sino que también obedece, y voluntariamente se dispone a cargar también la cruz. Pues, para que haya regeneración, es necesario que cada creyente tome su cruz y crucifique en ella a su viejo hombre, "para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado" (Ro 6:6), porque el que, por fe, muere en la cruz de Cristo "queda liberado del pecado" (Ro 6:7 NVI). Pues, ya que Cristo, "habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre Él" (Ro 6:9 NBLA), y si nosotros "hemos muerto con Cristo, confiamos en que también viviremos con él" (Ro 6:8 NVI). "Cuando Cristo murió, murió de una vez por todas al poder del pecado; pero ahora vive para Dios. Así también ustedes (esto es para nosotros los creyentes), considérense muertos a la vieja naturaleza pecadora, y vivan para Dios unidos a Cristo Jesús nuestro Señor" (Ro 6:10-11 NBV).
Ninguno que ame más esta vida podrá heredar las cosas de la vida eterna. Si alguien ama más las cosas del mundo sin incomodarse, probablemente es que aún no ha experimentado la regeneración que da el Espíritu cuando hay verdadero arrepentimiento.
** Es impresionante ver con qué fidelidad se iban cumpliendo las profecías que hablaban de los padecimientos del Mesías, en la medida que se acercaba el final del ministerio terrenal de Jesús:
- "Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre" (Sal 69:21);
- "Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes" (Sal 22:18);
- "fue contado con los pecadores" (Is 53:12);
- "Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía" (Sal 22:7-8);
- "Yo he sido para ellos objeto de oprobio; me miraban, y burlándose meneaban su cabeza" (Sal 109:25).
EL SACRIFICIO DEL CORDERO DE DIOS
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde las tinieblas cubrieron toda la tierra. Alrededor de las tres, Jesús clamó con voz fuerte: "Elí, Elí, ¿lama sabactani?", lo que se traduce como "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?". Algunos pensaron que llamaba a Elías. En ese momento, uno de los que estaban allí, corrió, tomó una esponja, y la empapó de vinagre y, poniéndola en la caña, le dio de beber, mientras los otros se mofaban diciendo: "Deja, veamos si viene Elías a librarle". Fue entonces que Jesús, luego de dar un fuerte grito, entregó el espíritu. (27:45-50)
* ¿Por qué Jesús sintió que fue abandonado por Dios?
Las Palabras que pronunció el Hijo de Dios en la cruz son proféticas, y las encontramos en el Sal 22:1 "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?".
Uno de los atributos de Dios más mencionados en las Escrituras es su Santidad. Al respecto, dice la Escritura: "Son tan puros tus ojos que no puedes ver el mal" (Hab 1:13 NVI); también dice sobre nosotros: "Son las iniquidades de ustedes las que los separan de su Dios. Son estos pecados los que lo llevan a ocultar su rostro para no escuchar" (Is 59:2 NVI); y sobre Jesús dice: "Al que no conoció pecado, (Dios) lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él" (2Co 5:21).
Conociendo estas Escrituras, podemos entender que Dios no abandonó a Su Hijo; fue la carga de nuestros pecados, que Jesús llevaba sobre sí, los que produjeron una separación momentánea entre el Santísimo Padre y el Hijo, la cual iba a permanecer hasta que Jesús, como sustituto nuestro, saldara completamente nuestra deuda con la justicia de Dios; es decir, Jesús debía padecer hasta morir, para poder librarnos de la condena perpetua, y darnos vida eterna en Él. Pero sabemos que, luego de resucitar, y habiendo consumado lo que había venido a hacer, "fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios" (Mr 16:19 NVI).
** Mientras Jesús estuvo en la cruz, a pesar de que era pleno día, hubo tres horas de tinieblas en la tierra.
Probablemente, aquél fue el momento en que las tinieblas se manifestaron con mayor fuerza en el mundo: el día en que dieron muerte a la Luz del mundo; el Hijo de Dios encarnado. Es muy similar a lo que encontramos en los primeros versículos del Génesis, cuando en la tierra "reinaba el caos y (...) el abismo estaba sumido en la oscuridad" (Gn 1:2 PDT). Pero Dios, de la misma forma en que cuando creaba el mundo dijo: "Sea la luz; y fue la luz" (Gn 1:3), después de tres días, resucitó a Jesucristo, trayendo, no sólo la luz de la esperanza a todo el cree en Él, sino también la luz de la Verdad, que es la Palabra de Dios en nosotros, para que ya no seamos como los que no creen, que andan "en la vanidad de sus mentes, teniendo el entendimiento entenebrecido, alejados de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, debido a la dureza de su corazón" (Ef 4:17-18 RVA). Recordemos que el Señor dijo: "he venido al mundo, para que todo el que cree en Mí no permanezca en tinieblas" (Jn 12:46); y "el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8:12).
La siguiente es la misión que Jesús encomendó a Pablo, y por extensión, a todos los creyentes: "te envío, para que abras sus ojos (de todos los que no le conocen), para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hch 26:18).
ENTRADA AL LUGAR SANTÍSIMO
En cuanto Jesús exhaló su último aliento, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, y las rocas se partieron. "Se abrieron los sepulcros y muchos creyentes que habían muerto resucitaron. Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos" (NVI). Por otro lado, el centurión y los hombres que quedaron a cargo de custodiar el cuerpo de Jesús, luego de presenciar el terremoto y todo lo ocurrido, sintiendo gran temor, comentaban entre sí: "Verdaderamente éste era Hijo de Dios". A lo lejos, había un grupo de mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle, que contemplaban todo lo que ocurría. Entre ellas, estaban María de Magdala, María la madre de Jacobo y de José, y Salomé. (27:51-56)
* El velo del templo rasgado en dos era señal de que Jesús, al ofrendar su cuerpo, había abierto el camino que nos permite la entrada al Lugar Santísimo, que es el cielo, cuya entrada estaba impedida al ser humano después que éste se rebeló contra Dios en el huerto de Edén. Porque cuando Jesús hizo expiación por los pecados del pueblo de Dios, se convirtió en el precursor de los seres humanos glorificados que tienen entrada al paraíso, pues, siendo Él sin mancha, hizo entrada al cielo una vez y para siempre, y no con la sangre de animales puros, (como lo habían venido haciendo año tras año los sumo sacerdotes el día del perdón, para expiación antes de entrar al Lugar Santísimo del templo terrenal), "sino por medio de Su propia sangre, obteniendo redención eterna" (He 9:12 NBLA) para los que están siendo llamados para salvación.
Si bien, con nuestro cuerpo terrenal aún no podemos entrar al Lugar más Santo, ya tenemos comunión con Dios, por medio de Jesucristo; así que "No digas: ¿Quién subirá al cielo?» (Es decir: para traer a Cristo a la tierra)" (Ro 10:6 PDT), porque los creyentes tenemos el Espíritu del Señor morando dentro de nosotros; por consiguiente, ya tenemos libertad para acercarnos al trono de Dios por ese camino invisible que Jesús abrió con su sangre; así que "entremos directamente a la presencia de Dios con corazón sincero y con plena confianza en él. Pues nuestra conciencia culpable ha sido rociada con la sangre de Cristo a fin de purificarnos, y nuestro cuerpo ha sido lavado con agua pura" (He 10:22 NTV).
Es maravilloso poder decir, con toda certeza, que, a la diestra de Dios, está sentado el primer ser humano con un cuerpo glorificado que no puede morir: Jesucristo, el Primogénito de la creación, que es el único mediador entre Dios y los hombres. Desde allí reina, y lo hará "hasta que haya puesto a todos Sus enemigos debajo de Sus pies. Y el último enemigo que será eliminado es la muerte" (1Co 15:25-26 NBLA). Entonces "el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre" (1Ts 4:16-17 NBLA). Todo ocurrirá "en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados" (1Co 15:52 NBLA).
** ¿No es llamativo que se produjeran resurrecciones luego que el velo se partiera en dos? (vv.51-53). Creo que ambas son señales al pueblo, que hablaban de lo que Jesús había conquistado en la cruz, y ambas señales van de la mano.
Sobre el velo rasgado, acabamos de hacer mención. En cuanto a las resurrecciones, empezaremos yendo al libro de Isaías, donde leemos: "En este monte rasgará el velo con que se cubren todos los pueblos, el velo que envuelve a todas las naciones. Dios el Señor destruirá a la muerte para siempre..." (Is 25:7-8 RVC). También en la epístola a los Hebreos, leemos que los creyentes podemos entrar al Lugar Santísimo "por el camino nuevo y vivo que él (Jesús) nos abrió a través del velo, es decir, de su propio cuerpo" (He 10:20 RVC). En otras palabras, en el cuerpo de Jesús, que fue sacrificado en la cruz en representación de la vida de todos los creyentes, se estaba deshaciendo el poder que Satanás tenía sobre toda la humanidad a través de la muerte. Por medio de la cruz, Jesús el Hijo del Hombre, el ser humano sin pecado, no solamente abrió el cielo para aquéllos a quienes estaba sustituyendo, sino que venció en su carne a la muerte, de lo cual se dio señal a través de las resurrecciones temporales de algunos hombres santos que ya habían experimentado la muerte física.
En consecuencia, puesto que Jesús hizo ese sacrificio como sustituto de los que creen para salvación, todos los que estamos siendo sellados con el Espíritu Santo para vida eterna, fuimos arrebatados de la potestad de la segunda muerte, que es lago de fuego y azufre, donde irán a parar aquéllos que no estén inscritos en el libro de la vida; esto es, "los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición" (2Ts 1:8-9). En otras palabras, los que fuimos sustituidos en la cruz ya tenemos vida eterna, gracias a que, en su cuerpo, Jesús anuló el poder de la muerte.
*** Habiéndose sacrificado la ofrenda por el pecado, y habiendo sido derramada la sangre para purificación, que ponía en vigencia el nuevo Pacto prometido por medio de los profetas, comenzaba la era de la salvación por Gracia, es decir, que Dios salva por fe, no por obras, para que nadie crea que se lo ganó. El nuevo Pacto de la "salvación por gracia" significa que, para tener vida eterna, sólo basta con creer la buena noticia de que Jesús pagó y murió como nuestro sustituto; y arrepentirse de haber vivido en rebelión contra Dios. Consecuentemente, el creyente se ofrece voluntariamente como sacrificio vivo para sujetarse al Señorío de Jesucristo.
La salvación por gracia es un regalo del Señor, mas el que lo rechaza, sigue estando bajo condena.
LA SEPULTURA
* Aquí se estaba cumpliendo la profecía de Isaías, que dijo: "... fue puesto en la tumba de un hombre rico" (Is 53:9 NTV).
* Como vemos, fueron los mismos líderes judíos quienes se encargaron de supervisar que el sepulcro quedara sellado de manera inviolable, y consiguieron que una guardia romana permaneciera custodiando en lugar. Sin embargo, lo que Dios dispone nada ni nadie lo puede estorbar. La resurrección de Jesús es la esencia del evangelio y del cristianismo, ¿Cómo hubieran podido, unos simples mortales, interferir contra los propósitos del Dios eterno?
LA RESURRECCIÓN
* Para los hebreos, cada día comienza al anochecer del día que le precede. Jesús fue apresado cuando iniciaba el viernes (últimas horas del jueves para los no judíos), y fue crucificado al rededor del mediodía de ese mismo día viernes. Ése es el día primero de la muerte del Hijo de Dios. Al anochecer de lo que para nosotros seguía siendo el viernes, para los judíos era el comienzo del sábado, el shabat, por tanto, no podían hacer ningún trabajo desde que la luz del día terminaba el viernes hasta el atardecer del sábado, porque era el día de reposo. El sábado fue el segundo día después de la muerte del Hijo de Dios. Cuando llegó el anochecer de ese día, comenzó el tercer día, es decir, el domingo, y ese tercer día (domingo), que es el primer día de la semana para los judíos, Jesús resucitó.
INTENTOS POR OCULTAR EL MÁS GRANDE MILAGRO
Mientras ellas iban a darles las buenas nuevas a los discípulos, algunos de la guardia fueron a avisar a los líderes judíos lo sucedido, pero éstos compraron su silencio, diciéndoles: "Digan esto: “Sus discípulos vinieron de noche y robaron el cuerpo mientras nosotros dormíamos”". Y agregaron: "si esto llega a oídos del gobernador, nosotros lo convenceremos y les evitaremos dificultades" (NBLA). Así que los hombres tomaron el dinero e hicieron lo que se les había instruido. Esta versión de los hechos es la que hasta el día de hoy se ha divulgado entre los judíos. (28:11-15)
* A pesar de todas las estrategias de los líderes judíos, el maravilloso milagro de la resurrección de Jesús no pudo ser ocultado ni negado, porque no sólo las mujeres que fueron hasta la tumba, y los once discípulos más íntimos de Jesús, lo vieron resucitado, sino que hay testimonio en las Escrituras de que, además, se apareció a otros dos discípulos camino de Emaús; también a su hermano Jacobo (Santiago), y a unos quinientos discípulos que estaban reunidos, y por último, cuando la persecución a los discípulos del Señor se había convertido en una pesadilla para ellos, se le apareció al líder de los perseguidores, Saulo de Tarso, quien fue apabullado ante la visión del Señor, al punto de convertirse de perseguidor de cristianos a evangelizador, cambiando su nombre a Pablo, uno de los más importantes apóstoles del cristianismo, autor de al menos trece de las epístolas que forman el Nuevo Testamento.
Al respecto, sabias fueron las palabras del maestro fariseo Gamaliel, quien, dirigiéndose a los líderes judíos, que buscaban formas de acabar con la creciente fuerza que tomaba el movimiento de los seguidores de Jesucristo, les aconsejó: "Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas, si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios" (Hch 5:38-39). Nada más cierto. Si el evangelio hubiera sido una invención de los apóstoles, ya no existiría, sin embargo, han pasado casi dos mil años, y el número de creyentes sigue creciendo. Cada vez hay más personas que se identifican con el cristianismo en todo el mundo, a pesar de la poderosa resistencia que ha tenido a través de los siglos.
LA VERDAD DEBE SER ANUNCIADA
Los once discípulos fueron hasta Galilea, al monte señalado y, cuando vieron a Jesús, le adoraron, pero algunos dudaban. Jesús se les acercó, y les dijo: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén." (28:16-20)
* La versión RVR60 dice: "cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban", lo cual nos puede llevar a pensar que algunos discípulos no estaban convencidos de que aquel hombre era efectivamente Jesús resucitado. La palabra griega "distazō" (διστάζω) se puede traducir como "dudar", pero también como "vacilar", en el sentido de titubear o estar indeciso. Quizás por temor o perplejidad, algunos discípulos vacilaron antes de adorar a Jesús resucitado. Con todo, debemos tener presente que los discípulos aún no tenían el Espíritu Santo morando en ellos, (hecho que ocurrió cincuenta días después de la crucifixión, durante la celebración de Pentecostés), que es quien da la fe y convence, por lo cual, ellos estaban experimentando esta vivencia con un corazón carnal, que no salía del asombro de enfrentarse al Maestro resucitado.
Recordemos que, previamente, Tomás también dudó, y no se convenció de la resurrección del Señor hasta que tocó sus heridas, luego de lo cual, él mismo le adoró, llamándolo "¡Señor mío, y Dios mío!". Asimismo, del relato de Lucas, entendemos que, cuando Jesús se les apareció, no pensaron que fuera el Señor resucitado, sino un espíritu, por lo cual, Jesús les pidió que miraran sus manos y pies, y que lo tocaran, para que vieran que era de carne y hueso.
Por último, nos quedamos con las palabras que Jesús refirió al escéptico Tomás, y que están dirigidas a todas las generaciones posteriores: "no seas incrédulo, sino creyente"; "bienaventurados los que no vieron, y creyeron" (Jn 20:27, 29).
** En cuanto a lo que se conoce como "la gran comisión", se trata del mandato que Jesucristo dejó a los creyentes, de continuar la tarea que Dios inició por medio de Él, durante su ministerio terrenal, de reconciliar consigo al mundo, no tomándole en cuenta los pecados, para así poder restaurar la comunión entre Creador y criatura que se rompió en el Edén. De modo que, cada uno de los renacidos es un embajador de Cristo, "como si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios!" (2Co 5:20 NBLA)
Muchos creyentes se excusan de que no tienen facilidad de palabra, sin embargo, no sólo se trata de predicar, sino de andar como Jesús anduvo, de modo que el Nombre de nuestro Dios y de su Hijo sea glorificado, y el mundo reconozca, sin mediar palabra, que somos cristianos, hijos del Altísimo. A veces las acciones convencen más que las palabras.
(Continuar con Estudio del Evangelio Según San Marcos)