(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos estudiados (identificados al pie de cada párrafo); los textos en cursiva son los comentarios hechos por el blogger respecto de esos textos. Los textos en café son citas bíblicas textuales, principalmente de la RVR60; si es otra versión, se especifica con las siglas correspondientes. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer clic en los enlaces.)
DATOS GENERALES
INTRODUCCIÓN
ESTUDIO
LA VOZ QUE CLAMA EN EL DESIERTO
* Mi primer comentario es para enfatizar información de gran importancia que proporciona la Escritura, que se pierde en la cita del versículo de Isaías (v.3) en el Nuevo Testamento, - lo que también ocurre en las traducciones a lenguajes más actuales del mismo versículo en el Antiguo Testamento -, y es que el Mesías es Dios. Si leemos Is 40:3 en la Biblia Textual (BTX), el profeta dijo: "Una voz clama: ¡Preparad en el desierto el camino a YHVH! ¡Allanad en el yermo una calzada a nuestro Dios!" [Is 40:3 BTX]. En otras palabras, Juan el Bautista, (que es a quien está referido este versículo), vino a preparar camino a Dios, quien vino en la persona de Jesús, su Hijo Unigénito, para reconciliar consigo al mundo (2Co 5:19).
Recordemos que YHVH, como lo nombra Isaías, es el tetragrámaton por el que se conoce el Nombre de Dios: YO SOY. Con el tiempo, a estas cuatro letras se le agregaron vocales con el fin de facilitar su pronunciación, quedando como Yahvé o Jehová. Lamentablemente, a mi parecer, el que en las traducciones más actuales de las Escrituras tradujeran el santo Nombre de Dios simplemente como "Señor", contradice el mandato que dio Jehová a Moisés y al pueblo, diciendo que con ese Nombre (YHVH - YO SOY) se le recordará por todos los siglos. Dijo el Señor: "Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. Además, dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos" (Ex 3:14-15).
** El segundo comentario que cabe hacer tiene que ver con lo que dice el primer versículo en el original y lo que aparece en algunas traducciones posteriores. Aun cuando no se traiciona el sentido de la escritura de Marcos, en la versión RVR60 leemos: "Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios" (Mr 1:1), sin embargo, la expresión "Hijo de Dios" no aparece en los manuscritos más antiguos hallados, por lo cual, se cree que se agregó posteriormente.
*** Por el evangelio de Lucas, sabemos que Juan Bautista fue "lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre" (Lc 1:15), que se llamaba Elizabet, quien era parienta de María, madre de Jesús. También sabemos, por las palabras de Jesús, que "Juan es el profeta Elías que había de venir" (Mt 11:14 DHH), cumpliéndose así la profecía de Malaquías, quien dijo de parte de Dios: "He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible." (Mal 4:5). De hecho, la descripción del atuendo de Juan (v.6) tendría por finalidad traernos la imagen del profeta Elías, quien, como Juan, "tenía vestido de pelo, y ceñía sus lomos con un cinturón de cuero" (2Re 1:8).
La misión del Bautista era preparar al pueblo para la venida del Mesías, por eso, su llamado a Israel era a reconocer sus pecados, y a arrepentirse de ellos, siendo la inmersión en agua el testimonio de ese profundo deseo de tener una conciencia aprobada por Dios. Pero el bautismo en agua "de arrepentimiento para perdón de pecados" (v.4) es sólo el principio, aunque fundamental para recibir, de parte de Dios, el bautismo en el Espíritu Santo, que es la garantía de nuestra salvación para vida eterna, pues, un corazón que cree, pero no se ha arrepentido sólo acumula "ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras" (Ro 2:5-6).
En este punto, bueno es recordar que Jesús murió y resucitó a fin de que el Espíritu Santo pudiera ser derramado en los creyentes, cumpliendo Jehová de esta manera la promesa hecha a Abraham, de que todas las familias de la tierra serían bendecidas en su simiente, que es el Santo Hijo de Dios, el descendiente de Isaac según la carne, a quien Dios ungió como heredero de la promesa.
El que no tiene el Espíritu de Cristo en él no es de Dios, por eso, dice la Escritura, que ahora es tiempo de creer y arrepentirse para que los pecados sean perdonados, y para que, por la fe, el Espíritu Santo sea derramado en el que entrega su vida al Señor. Si bien la salvación depende enteramente de Dios, la Escritura dice que el Señor no desprecia un corazón contrito y humillado, que le pide el Espíritu Santo.
En aquellos días, Jesús vino proveniente de Nazaret de Galilea, para ser bautizado por Juan en el Jordán. Entonces, cuando Jesús subía del agua, vio los cielos abrirse, y al Espíritu Santo descender sobre Él como una paloma; y se oyó una voz, que dijo: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia". (1:9-11)
* Si Jesús nunca había pecado, ¿Necesitaba el bautismo de Juan, que era de arrepentimiento para perdón de pecados? De acuerdo a lo que vemos en el evangelio de Mateo, Juan se habría hecho la misma pregunta, pero Jesús le hizo ver que su santidad no lo eximía del bautismo, sino más bien lo obligaba a cumplirlo, pues, Juan había recibido mandato de Dios para bautizar. Recordemos que Jesús nació bajo el pacto de la Ley. Si Él hubiera omitido ese ritual, habría estado en rebeldía contra Dios, y eso lo hubiera puesto en la misma posición de rebeldía en que cayó Adán en el Edén. Consecuentemente, su vida no hubiese sido ofrenda aprobada para expiación de pecados, por cuanto el pecado hubiera dado paso a la muerte, sin posibilidad de resurrección para vida eterna. Pero ¡bendito es el Hijo de Dios que nunca pecó!, convirtiéndose en el Inmaculado Cordero de Dios que se ofrendó para darnos vida eterna.
* La palabra griega traducida como "impulsar" (v.12) es ἐκβάλλω (ekballō), que significa "echar fuera", "expulsar". Es decir, no se trató de una invitación a ir al desierto, sino de un mandato, porque, aunque nunca pecó, Jesús tenía que ser probado en su obediencia a Dios hasta la muerte. Marcos no entra en detalles sobre las tentaciones a las que Jesús fue expuesto, las cuales conocemos por los evangelios de Mateo y Lucas, sin embargo, lo que importa es que, a diferencia de Adán, Jesús fue tentado en todo según su condición humana, pero no pecó.
** Tal como Jesús fue tentado en el desierto, así también nosotros somos probados en nuestra fe cuando venimos a Cristo. Importante es recalcar que, quien nos tienta o prueba no es Dios, sino Satanás, pero, de acuerdo a lo que aprendemos del libro de Job, Satanás no puede hacer nada que Dios no le permita, ni salirse de los límites que Dios le impone, y cuando Dios autoriza al tentador para que actúe, sólo lo hace por un bien superior, que está más allá de nuestra comprensión, y con el fin de cumplir sus altos propósitos.
Aun así, debemos poner atención cuando estemos atravesando tiempos difíciles, porque para tentarnos, Satanás se vale de nuestra propia concupiscencia para seducirnos y atraparnos; y si no nos oponemos con firmeza, nuestra debilidad dará a luz el pecado que conduce a la muerte.
Cuando la tormenta arrecie, pidamos sabiduría al cielo para comprender si hay algo en nosotros que debamos eliminar, corregir o mejorar (actitudes, pensamientos, palabras, etc.), que llevaron a Dios a permitir una situación de prueba en nuestra vida, y también para que, durante el proceso, nos dé la fortaleza para resistir firmemente en fe. Con todo, es importante tener presente que la sabiduría no viene sola, hay que procurarla yendo a las Escrituras, pues, el Espíritu se sirve de las Escrituras para ayudarnos en tiempo difíciles, trayendo a la memoria la palabra necesaria para hacer frente a las pruebas y tribulaciones. Miremos a Jesús, quien se defendió de las tentaciones de Satanás citando las Escrituras, porque su corazón estaba lleno de la Palabra de Dios. Tras cada tentación, Él argumentó en contra, diciendo: "escrito está...".
Las Escrituras dicen que un hijo de Dios con conocimiento de la Verdad será como un árbol bien plantado; y sabemos que un árbol con raíces profunda difícilmente podrá ser derribado. El conocimiento de la Palabra de Dios, y ser hacedores de ella es la mejor forma de resistir al diablo, el cual, no hallando espacio para cumplir sus propósitos, huirá de nosotros.
EL REINO DE DIOS EN LA TIERRA
* Juan había anunciado a sus discípulos: "Es necesario que Él [Jesús] crezca, y que yo disminuya" (Jn 3:30 NBLA). Habiendo cumplido su ministerio de preparar el camino al Mesías anunciado por los profetas, Juan sale de escena (v.14), pues, la hora había llegado para que Aquél al que Dios había ungido con poder del Espíritu Santo, iniciara su ministerio terrenal, y se hiciera notorio a los hombres, "haciendo el bien y sanando a todos los que eran oprimidos por el diablo" (Hch 10:38 NBLA). Era el tiempo en que Jesús comenzaba a "deshacer las obras del diablo" (1Jn 3:8), e iniciaba el proceso de anunciar al mundo la reconciliación de la criatura con su Creador por medio de la fe y el perdón de pecados, para dar, a los que creyeran, vida eterna en Él.
Como podemos ver, Jesús llamó no sólo a creer, sino también a arrepentirse (v.15). Todo el que oye el llamado de Cristo, debe venir a Él con un corazón humillado, pidiendo perdón por haber vivido en rebelión contra Dios, y anhelando ser limpiado de toda esa maldad. Solos, sin Cristo, nunca lograremos hacer la Voluntad de Dios, ni podremos ser transformados conforme a los propósitos divinos; necesitamos la acción del Espíritu Santo en nuestro corazón, el cual no vendrá si no ve un corazón deseoso de seguir las huellas de Cristo.
** Jesús inicia su ministerio anunciando: "El tiempo se ha cumplido" (v.15).
Para cumplir sus propósitos, Dios tiene su propio calendario, del cual da muchas señales a través de las Escrituras; señales que muchos, tratando de descifrar los tiempos divinos, han tratado de descubrir, porque están ocultas. ¿Cuál de estas señales marcaban el tiempo que se cumplió (v.15) al iniciar Jesús su ministerio terrenal? Podríamos intentar analizar algunas de éstas, pero no es el objetivo de este estudio. Con todo, entre otras, podemos sugerir como probables señales:
- Los veinte años, divididos en tres períodos, que Jacob trabajó para Labán: siete años para poder casarse con Raquel, pero, siendo engañado, recibió por esposa a su hermana Lea. Otros siete años para tomar como esposa a su amada Raquel, a la cual desposó a la semana siguiente de haber desposado a Lea; y, por último, seis años más trabajando al cuidado del ganado de su suegro (Gn 31:41).
- Otro ejemplo son los tres grupos de catorce generaciones que cuenta Mateo, entre Abraham, a quien Jehová hizo las promesas, y el nacimiento del Mesías, en quien estas promesas se cumplen.
- Otro misterio es el número cuarenta, que aparece señalado en distintas partes de las Escrituras, como, por ejemplo, en los tiempos de cuarenta días y cuarenta noches que duró el diluvio; los dos períodos de cuarenta días y cuarenta noches que Moisés permaneció en el monte Sinaí para recibir los mandamientos (Ex 24:18; 34:28), y otros cuarenta más en que Moisés permaneció postrado, rogando por el pueblo, cuando Jehová quiso destruirlos, porque no confiaron en Él en Cades-Barnea (Dt 9:23-26). Los días y noches en que Elías caminó hasta Horeb también fueron cuarenta (1Re 19:8). Así también los cuarenta días y noches en que Jesús permaneció en el desierto siendo tentado por Satanás, como acabamos de ver (v.13). También la vida de Moisés se divide en tres períodos de cuarenta años: cuarenta años en que vivió como príncipe en Egipto (Hch 7:22-29); otros cuarenta años, como pastor en Madián, hasta que, a la edad de ochenta años recibió el llamado de Dios (Hch 7:30-34) para ir a rescatar a su pueblo de la esclavitud en Egipto, permaneciendo como mediador entre Jehová y el pueblo durante cuarenta años en el desierto, hasta morir a la edad de ciento veinte años (Dt 34:7).
Y si vamos al libro de Apocalipsis, encontraremos muchos otros simbolismos que nos hablan de los tiempos que Dios ha dispuesto para llevar a cabo su plan de liberación de la creación.
En fin, como dice la Escritura: el que tenga ojos para ver, que vea.
JESÚS ES LO MÁS IMPORTANTE
Andando junto al mar de Galilea, Jesús vio a Simón y a su hermano Andrés echando la red, porque eran pescadores, y los llamó a unirse a Él, diciendo: "haré que seáis pescadores de hombres". Ellos al instante dejaron las redes, y le siguieron. Poco más adelante, encontró a Juan y a Jacobo, hijos de Zebedeo, quienes remendaban las redes en su barca, y los llamó. Éstos también se le unieron, dejando a su padre en la barca con los jornaleros. (1:16-20)
* Los hermanos Juan y Jacobo dejaron a su padre para seguir a Jesús (vv.19-20).
Cuando las Escrituras hablan del matrimonio, dicen: "dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Gn 2:24). El mismo principio aplica en la relación entre Jesucristo y cada miembro de su iglesia, porque "el que se une al Señor, un espíritu es con él" (1Co 6:17). Jesús dijo: "cualquiera que haya dejado hogar, hermanos, hermanas, padre, madre, esposa, hijos, tierras, por seguirme, recibirá cien veces lo que haya dejado, aparte de recibir la vida eterna" (Mt 19:29 NBV)); y, "El que quiera seguirme tiene que amarme más que a su padre, a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso más que a su propia vida. De lo contrario, no podrá ser mi discípulo" (Lc 14:26 NBV).
La iglesia es la novia del Hijo de Dios, "la nueva Jerusalén" (Ap 21:2), que está siendo preparada para ser entregada al novio, el día en que toda la creación sea restaurada, "como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable" (Ef 5:27 NVI). Entonces, cuando hayan dejado de existir "el primer cielo y la primera tierra" (Ap 21:1), y haya "un cielo nuevo y una tierra nueva" (Ap 21:1), se verá la santa ciudad "descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido" (Ap 21:2), y se oirá una gran voz del cielo decir: "He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron” (Ap 21:3-4 RVA).
LOS DEMONIOS CONOCEN A JESÚS
* Cuando Santiago quiso explicar por qué la fe que no produce buenas obras es una falsa fe, argumentó diciendo que "también los demonios creen, y tiemblan" (Stg 2:19). Como podemos ver en estos versos, los demonios reconocían que Jesús era el Santo de Dios, y le temían, sin embargo, creer en Jesús no les significaba que podían ser salvos de la destrucción eterna, porque ellos servían, y sirven, a Satanás. Es muy lamentable tener que decir que, muchos que se creen salvos en las iglesias están en las mismas condiciones que estos demonios, porque no han cambiado de señor, y siguen obedeciendo la voz del enemigo de Dios, a quien aún pertenecen, lo que se evidencia por sus frutos, pues, "el árbol bueno no puede dar fruto malo, ni el árbol malo dar fruto bueno" (Mt 7:18 DHH).
Jesús dijo: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7:21), y agregó: "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mt 7:22-23).
Creer no sirve si no hay un verdadero deseo de ser transformados por el Señor; dicho de otra manera, no hay salvación si no hay arrepentimiento. Como hemos dicho reiteradamente, sólo cuando hay verdadero arrepentimiento, el Espíritu puede venir y hacer morada en el creyente, para iniciar la transformación del viejo hombre, viciado conforme a la naturaleza adánica, a la imagen de Cristo. Pero, como también ya hemos dicho, el que no tiene el Espíritu no es de Cristo, por lo tanto, sigue viviendo en las tinieblas.
Es importante recalcar en este punto, que no son las "buenas obras" las que producen salvación, sino al revés: las obras piadosas son resultado de la transformación que, por la acción del Espíritu en nuestro corazón, empezamos a hacer.
* Jesús no estaba interesado en obtener popularidad rápida, sino en que el mensaje del evangelio se conociera. Lo que Jesús esperaba era que fueran sus enseñanzas, y las obras que Él hacía las que convencieran a las personas que Él era el Ungido de Dios, y no los demonios. De hecho, dice la Escritura que en Jesús "no había nada hermoso ni majestuoso en su aspecto, nada que nos atrajera hacia él" (Is 53:2 NTV), y que tampoco necesitaba gritar o contender, como para llamar la atención hacia su persona, sino que, como Él mismo dijo: "las obras que el Padre me ha encomendado que lleve a cabo, y que estoy haciendo, son las que testifican que el Padre me ha enviado" (Jn 5:36 NVI).
Que los demonios revelaran la identidad de Jesús atraía mucha gente, pero no todos los que llegaban lo hacían buscando a Jesús como el Salvador de sus almas, sino que muchos lo hacían pretendiendo "hacerlo rey a la fuerza" (Jn 6:15 NTV), para que liderara una rebelión contra el poderío del imperio romano que los oprimía. Esas multitudes que se acercaban por los motivos equivocados no hacían más que entorpecer la obra que el Señor había venido a hacer para rescatar "a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt 15:24).
Además, no podemos olvidar que, según las Escrituras, saber quién es Jesús es una revelación que el Espíritu Santo pone en el corazón de aquél al que está llamando; tal como cuando Pedro dijo a Jesús: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente", a lo cual Jesús respondió: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos" (Mt 16:15. 17).
LA LEPRA DEL PECADO
* El milagro del leproso nos representa a todos los que, habiendo oído la Palabra de salvación, creímos y nos arrepentimos de haber vivido en rebelión contra Dios. Porque todos llegamos a Cristo como inmundos leprosos por causa del pecado. Jesús dijo que Él no desprecia a nadie que haya sido enviado por el Padre, y la evidencia de que alguien es enviado por Dios es el corazón contrito y humillado, que reconoce su pecado. Aquí el leproso vino humillado, sabiendo que no era digno, postrándose ante Aquél que creía profundamente era el Único que podía sanarle.
** Dice el salmista: "Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde" (Sal 141:2). Jesús pidió al leproso no divulgar el milagro de su sanidad, sino ir hasta el sacerdote y ofrecer la ofrenda de purificación correspondiente (v.44). Según la Ley de Moisés, la ofrenda eran animales puros, pero, en la era de la Gracia, la ofrenda somos nosotros mismos, rendidos a los pies de Jesucristo, dando frutos de santificación. Cuando recibimos la salvación, no necesitamos andar divulgando que fuimos regenerados, pues, serán las buenas obras, que el Espíritu nos impulsa a hacer, las que darán testimonio de que ahora somos una nueva criatura de Dios en Cristo.
JESÚS VINO PARA QUITAR EL PECADO DEL MUNDO
* ¿Por qué nos enfermamos? ¿Son nuestros pecados la causa de nuestras enfermedades? Jesús, de hecho, relacionó lo uno con lo otro, cuando dijo al paralítico: "tus pecados te son perdonados", y "Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa".
Nuestras enfermedades pueden ser el resultado de somatizar lo que hay en nuestra conciencia, y también muchas veces Dios usa nuestras enfermedades para cumplir sus propósitos superiores, como sucedió con el hombre ciego, del cual Juan habla en su evangelio, a quien Jesús devolvió la vista. Cuando preguntaron a Jesús si la ceguera era producto de los pecados de sus padres o del propio ciego, Él respondió: "Ni por su propio pecado ni por el de sus padres; fue más bien para que en él se demuestre lo que Dios puede hacer" (Jn 9:3 DHH). Asimismo, Dios usó la muerte de Lázaro para enseñar que el que cree en Jesús no morirá para siempre, sino que será resucitado en el día postrero, y tendrá vida eterna. Dios siempre tiene un plan, y en cuanto a sus hijos, siempre convertirá una aflicción en algo que obrará a favor del Reino de los cielos.
** El hombre fue creado para vivir eternamente bajo la cobertura de la santidad, pero cuando se rebeló contra Dios, el pecado provocó la corrupción de toda la creación, y lo que fue creado para gloria de Dios, quedó bajo el gobierno del "príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia" (Ef 2:2 LBLA), que es sinónimo de corrupción y muerte.
El paralítico simboliza la imposibilidad del hombre natural (que no tiene a Cristo) de caminar por las sendas del bien. Cuando Jesús limpia el corazón de un paralítico espiritual, el camino se empareja, y ya nada impide que éste enderece sus pasos, porque es el Espíritu del Señor el que lo pastorea.
Si bien, igual que Jacob que, habiendo luchado contra Dios, y después de haber sido transformado en Israel, quedó cojeando, nosotros, una vez regenerados por el Espíritu de Dios, seguimos viviendo en nuestro cuerpo pecaminoso, que es nuestra "pierna coja", la cual, de tanto en tanto, nos hace tropezar; pero la buena noticia es que, dentro de nosotros, está el poder que nos ayuda, y nos exhorta cada día a ser transformados, diciendo: "haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado" (He 12:13).
* Leví, hijo de Alfeo es el apóstol Mateo, quien escribió el Libro de la Biblia que conocemos como el Evangelio según San Mateo, del cual ya hemos publicado el estudio bíblico completo en este Blog.
** El interés de Jesús no estaba en la opinión de escribas y fariseos, sino en rescatar ovejas extraviadas (vv.16-17). Entre ellas estaban aquéllos que compartían con el Señor en la casa de Mateo; hombres y mujeres considerados lo peor de la sociedad judía.
Durante su ministerio, para poder rescatar ovejas perdidas, el apóstol Pablo seguía el ejemplo de Jesús, mostrándose cercano a aquéllos que pretendía alcanzar. Escribiendo a los corintios, dijo: "Entre los judíos me volví judío, a fin de ganarlos a ellos. Entre los que viven bajo la Ley me volví como los que están sometidos a ella (aunque yo mismo no vivo bajo la Ley), a fin de ganar a éstos. Entre los que no tienen la Ley me volví como los que están sin Ley (aunque no estoy libre de la Ley de Dios, sino comprometido con la ley de Cristo), a fin de ganar a los que están sin Ley. Entre los débiles me hice débil, a fin de ganar a los débiles. Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles" (1Co 9:20-22 NVI).
Nosotros debemos imitar ese ejemplo, y, en vez de juzgar, como hacían los líderes judíos, debemos procurar acercarnos a los que están perdidos, para llevarlos hacia la luz del evangelio, porque Jehová no quiere la muerte del impío, sino que sea salvo el día de la redención final.
*** Jesús fue enviado por Dios para traer de regreso las ovejas descarriadas de la nación de Israel. En estos versículos vemos a Jesús compartiendo el evangelio con las ovejas perdidas del pueblo judío, sin embargo, aunque la salvación por gracia fue primeramente anunciada a los hijos de Israel, Dios no hace acepción de personas, y consta en las Escrituras que la salvación, desde el principio, fue pensada para todas las naciones (judíos y gentiles), sin importar qué tan extraviados están, pues, los verdaderos "descendientes de Abraham" son todos los de fe, esto es, los que creen y rinden sus vidas a Jesús como el Salvador de sus almas.
Desde Pablo, apóstol enviado a los gentiles, hasta que Cristo vuelva, es tiempo de anunciar la salvación a los no judíos. En la Biblia leemos que, después que se anunció el evangelio a los descendientes de Jacob, y, para abrir el camino a los gentiles, se dio a los rebeldes hijos de Israel un espíritu de estupor, para que no entiendan ni vean la Verdad, pero se trata de un endurecimiento parcial; es decir, no todos los hijos de Jacob han sido desechados, pues, "aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia" (Ro 11:5 RVC), es decir, que se salvará, igual que los gentiles que están siendo llamados, por la fe en Jesús el Mesías. Y no sólo eso, también dice la Escritura que, "si los israelitas abandonan su incredulidad, Dios tiene el poder para volverlos a injertar al árbol" (Ro 11:23 NBV), esto es, al olivo original del cual fueron desgajados, el mismo al cual los gentiles están siendo injertados.
EL NOVIO PREPARA SUS BODAS
Los discípulos de los fariseos y de Juan Bautista estaban en tiempo de ayuno, y viendo que los discípulos de Jesús no ayunaban, vinieron y preguntaron al Señor por qué no lo hacían. Entonces Jesús les respondió: "¿Acaso pueden ayunar los acompañantes del novio mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar". Y luego dijo: "pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán" (NBLA). Finalmente agregó: "Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar". (2:18-22)
* Jesús vino a poner los cimientos de la Jerusalén celestial, la ciudad destinada a ser templo del Dios Todopoderoso en la tierra. Junto a sus discípulos, Él estaba haciendo los preparativos de lo que conocemos como las "bodas del Cordero", esto es, la unión indestructible entre el Hijo de Dios y su novia, la congregación de los santos destinados a vida eterna, a la cual Jesús llamó mi "ekklesia" (iglesia en griego), que no es otra que la ciudad santa, la Jerusalén celestial, que se está edificando en este tiempo de Gracia (que corre entre la resurrección y la segunda venida del Hijo de Dios), con piedras preciosas, que son los escogidos que oyen el llamado de Dios.
La Jerusalén del cielo nace a partir del nuevo Pacto, al cual Pablo se refiere como "la ley del Espíritu de vida" (Ro 8:2), es decir: el pacto por medio del cual Jehová salva gratuitamente a todo el que cree que Jesús es el Salvador, y le da el Espíritu Santo, quien inicia el proceso de santificación en el creyente. La salvación no es un premio por hacer buenas obras, sino que se recibe sólo por la fe, porque nadie es capaz de hacer obras tan sublimes, libres de orgullo o egoísmo, como para ser justificados ante Dios. De hecho, ningún ser humano puede salvarse a sí mismo de la ira de Dios. Si no fuera por la misericordia divina, todos seguiríamos estando bajo condenación. Ése es el motivo por el cual Dios tuvo que enviar a su perfecto Hijo Unigénito a la cruz: para que, tomando nuestro lugar, nos redimiera, pagando nuestra deuda de justicia, "no con cosas corruptibles como oro o plata sino con la sangre preciosa de Cristo como de un cordero sin mancha y sin contaminación" (1Pe 1:18-19 RVA).
** La analogía sobre la inconveniencia de vaciar vino nuevo en odres viejos, o poner en un vestido viejo un remiendo de paño nuevo (vv.21-22) habla de lo inútil que es pretender agregar las obras que exige la Ley al pacto de la Gracia. Hacerlo es no entender que Jesucristo, habiendo cumplido toda la Ley, fue suficiente ofrenda para llevarnos a la salvación eterna, porque Él actuó como nuestro sustituto en la cruz, por tanto, no se necesita nada más que creer en lo que Él hizo.
En cuanto a la ley mosaica, muchas veces hemos dicho en nuestros estudios que ésta sólo tenía por finalidad guiar al pueblo escogido hacia su Mesías, enseñándole a andar en los caminos del Señor; pero, una vez venido el Mesías, y habiendo derramado su sangre en la cruz, se daba por obsoleto el pacto antiguo, y entraba en vigencia el Pacto de la salvación por Gracia, del cual hablaron los profetas, en el que Dios nos salva por fe.
EL REPOSO DE JEHOVÁ
* Jehová dio a Israel el día de reposo para que, por un día, descansara de sus propias obras, y dedicara tiempo a deleitarse en el Señor. Por eso Jesús dice que "El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo" (v.27).
También dice que "el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo" (v.28), ¿Por qué? Porque en Jesús nuestras almas descansan. Él nos reconcilia con Dios, y nos salva para vida eterna, no por causa de obras que hayamos hecho, sino sólo por creer en Él. Las obras que la Ley exigía tenían por finalidad enseñar al pueblo apartado por Dios, y conducirlo hasta Jesús el Mesías, para que, una vez estando Él presente, Israel pudiera ser justificado ante Dios por la fe. En otras palabras, en el nuevo pacto, el que cree que Jesús es el Salvador entra al reposo que Dios mandó obedecer.
Teniendo en consideración lo antes dicho, podemos entender por qué, en el pasaje que estamos estudiando, los discípulos no necesitaban soportar las cargas de la Ley: ellos ya gozaban de la libertad que traen consigo tener fe, conocer la Verdad y vivir en esperanza, porque convivían a diario junto al Señor del día de Reposo.
Con mayor razón nosotros que, por gracia, tenemos el Espíritu de Cristo morando en nuestro interior, deberíamos vivir cada día disfrutando de un gozoso descanso, porque ya no caminamos solos, sino unidos, por el Espíritu, al Pastor de nuestras almas, quien, con su vara y su cayado, nos guía, protege y da seguridad mientras dura nuestra peregrinación por esta tierra, y hasta que se complete nuestra redención, y seamos introducidos en nuestro hogar definitivo, en la Ciudad Celestial, donde hay muchas moradas preparadas para los santos hijos de Dios adoptados por la fe.
* Como dijimos previamente, Jehová mandó a Israel guardar el día de reposo, para que, como dice la Escritura, lo dedicara a deleitarse en el Señor, y dejara de ocuparse, al menos por ese día, de sus negocios, de satisfacer sus propios deseos, o de hablar palabras inútiles.
A los judíos se les mandó guardar un solo día de Reposo: el sábado. Si bien los cristianos dedicamos el domingo a adorar al Señor, porque Cristo Jesús resucitó un domingo, lo cierto es que nuestro deleite en el Señor no debe ser cosa de un solo día, pues, ya no vivimos para nosotros, sino para Aquél que nos rescató y nos reconcilió con Dios. Cada día debemos procurar la llenura del Espíritu, andando en sus caminos, haciendo sus obras, hablando su Palabra, alabando y adorando el santo Nombre del Señor, porque esa es la Voluntad de Dios para sus hijos en Cristo.
** La mano seca simboliza la incapacidad del hombre natural para hacer el bien. Como dice la Escritura: "la naturaleza pecaminosa siempre se rebela contra Dios, nunca ha obedecido la ley de Dios y nunca podrá obedecerla" (Ro 8:7 NBV).
El Señor dijo: "Misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos" (Os 6:6). Así como el Señor, estando en día de Reposo, sanaba a quien lo necesitara, los creyentes, habiendo entrado al Reposo de Dios por Cristo Jesús, debemos también tener misericordia de los que están perdidos, (v.4), y guiarlos hacia la luz del evangelio, a fin de que sean recreados en Cristo Jesús "para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas" (Ef 2:10 NBLA).
* Marcos nos revela en estos versículos el motivo por el cual Jesús, a veces, predicaba desde una barca, y se trataba de un asunto de seguridad, para mantener su integridad física, lo que nos permite ver que Jesús, el Hijo de Dios, era un ser humano igual que nosotros, y no un ser impasible o etéreo, como decían algunos herejes.
ELECCIÓN DE LOS DOCE
Después subió al monte, y escogió a doce discípulos para que permaneciesen con Él, y para enviarlos a predicar; darles autoridad para sanar enfermedades, y echar fuera demonios. Estos fueron: Simón, al que llamó Pedro; Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes llamaba "Boanerges", que quiere decir "hijos del trueno"; Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananita, y Judas Iscariote, el que lo entregó. Luego volvieron a casa. (3:13-19)
* Cuando venimos a Jesús, no lo hacemos, porque nosotros lo hayamos escogido a Él, sino, porque Dios tuvo misericordia de nosotros, y nos llamó. Dice la Palabra que fuimos escogidos desde la fundación del mundo, para ser adoptados como hijos de Dios por medio de la fe, que también es un don que recibimos de Él. Dios escogió las ovejas para su redil, y se las dio al Hijo para que las reuniera en sí mismo; por eso decimos que los creyentes estamos "en Cristo".
** Por otro lado, la elección de Judas Iscariote no fue un error. Él debía formar parte del grupo íntimo del Mesías, a fin de dar cumplimiento a las profecías que hablaban sobre la traición al Hijo de Dios. Judas, como hemos dicho en otros estudios, no fue víctima de Dios, sino escogido precisamente por su corazón entenebrecido, pues, a pesar de haber tenido el privilegio de compartir, al menos, unos tres años con el Salvador del mundo, y de haber sido partícipe de los dones del Espíritu Santo, la codicia y la envidia lo empujaron a cometer el peor crimen de la historia de la humanidad. Judas no fue incitado a pecar, él hizo lo que su naturaleza inicua le mandó hacer.
DESHACIENDO LAS OBRAS DE SATANÁS
* El Apóstol Juan, en su evangelio, nos revela que los hermanos de sangre de Jesús no creían en Él. Quizás esa es la razón por la cual, al producirse el alboroto que relata Marcos en estos versículos, pensaron que su hermano mayor estaba fuera de sí, y decidieron ir por Él (v.21). Sin embargo, su incredulidad no duró para siempre, y probablemente fue transformada en fe cuando lo vieron resucitado, pues, consta que una de las personas a la cual Jesús visitó después de su resurrección fue a su hermano Jacobo, conocido también como el apóstol Santiago, quien llegó a ser líder en la congregación de Jerusalén, y que, según la tradición, es el autor de la epístola "Santiago", donde se presenta como: "Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo" (Stg 1:1).
Asimismo, la tradición también dice que otro de sus hermanos, Judas, también convertido en siervo del Señor, sería el autor de la epístola "Judas", donde se presenta como: "Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo" (Jud 1). En cuanto al resto de sus hermanos y hermanas, en el primer capítulo del libro de Hechos, leemos que los discípulos se reunían en el aposento alto, "entregados de continuo a la oración junto con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con Sus hermanos" (Hch 1:14). En consecuencia, no cabe duda de que todos ellos también llegaron a creer que Jesús, con quien compartieron toda su infancia y juventud como uno más de la familia, era el Mesías profetizado.
** Sabemos que el Hijo de Dios vino a deshacer las obras de Satanás, y que lo despojó de su poder totalitario cuando venció la muerte en la cruz, porque el poder de Satanás sobre la humanidad yace en el pecado que condena a muerte, pero la perfecta vida de Jesús impidió que Satanás llegara a tener poder sobre Él, por tanto, la muerte no pudo retener al Hijo del Hombre. En consecuencia, habiendo sido el cuerpo de Jesús, que no conoció pecado, perfecta ofrenda a favor de la humanidad, su sangre inmaculada que se derramó fue suficiente libación para expiar los pecados de todo el mundo, (pero efectiva sólo para los que creen), y abrió para los creyentes un camino directo al trono de la Majestad en las alturas, que hasta entonces había estado prohibido para el hombre.
Ahora todo aquél que cree que Jesús es el Redentor enviado por Dios ha resucitado a una nueva vida junto con Cristo en su resurrección, y ya no sufrirá lo que las Escrituras llaman la segunda muerte, es decir, la condenación eterna en el lago de fuego, preparado para Satanás, el Hades, y para todos los que no se hallen inscritos en el libro de la vida.
A los renacidos, el Señor nos hizo sacerdotes de Dios y de Cristo, para llevar el mensaje de esperanza a la humanidad, hasta que llegue el tiempo de restaurar todas las cosas, cuando Jesús vuelva por su iglesia en gloria y majestad, y juzgue al mundo, y todo lo que conocemos sea destruido, y haya nuevos cielos y nueva tierra, donde viviremos eternamente en Dios por medio de Cristo.
*** Para tener un correcto entendimiento de las Escrituras, es necesario tener a la vista no sólo el párrafo que se está leyendo, sino todos los escritos bíblicos que hablan sobre un tema específico. En estos versículos, Jesús dio a entender que, para poder desarmar el poder de Satanás, mencionado como "el hombre fuerte", debía atarlo (v.27).
Aquí cabe una pregunta esencial para llegar a conclusiones correctas sobre los tiempos: ¿cuándo Jesús ata a Satanás?
En Apocalipsis, leemos que un ángel que descendía del cielo "prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años". En seguida dice que: "lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo". Dicho esto, habla de los renacidos en Cristo, que reinarán con el Señor por mil años; y que "cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión..." (Ver Ap 20:1-15).
Muchos interpretan de estos versículos, que el reino del milenio comienza después de la segunda venida de Cristo; sin embargo, el Apóstol Pablo, en su carta a los tesalonicenses, dice que "ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene...", de lo cual podemos deducir que es en este tiempo que Satanás está atado de manos. Si bien es cierto, su maldad sigue influenciando al mundo, mientras el Espíritu Santo esté sellando a los escogidos, Satanás no tiene libertad para tocar a los redimidos, porque mayor que él es el que está dentro de los que han sido regenerados. El diablo tratará de poner tropiezo a los hijos de Dios, y no escatima esfuerzos para conseguirlo, pero no puede hacer nada que Dios no le permita hacer, y si Dios lo permite, es porque tiene un propósito superior que obrará para bien del reino y de sus escogidos.
En palabras simples, y basándonos en la parábola usada por el Señor, diremos que Jesús vino para desarmar a Satanás, y su golpe definitivo fue cuando resucitó. Entonces le quitó todas las armas en que el diablo confiaba, y ahora lo está despojando de sus bienes, es decir, está trasladando de las tinieblas al reino de luz a todos los que están siendo llamados por fe y para fe. Una vez que la totalidad de los llamados (los hijos de Abraham según la fe) sea introducida al Reino, Jesús vendrá para sacarlos del mundo, y Satanás volverá a ser liberado, y saldrá a engañar a los que queden en la tierra; levantará un falso profeta (probablemente una falsa iglesia), y preparará al mundo para luchar contra el Cordero, quien finalmente, los vencerá con la espada de su boca.
LA FAMILIA DEL HIJO DE DIOS
Entonces, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, y, quedándose fuera, mandaron a llamar al Señor. Los que estaban sentados alrededor de Él le dijeron: "Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan"; y Él respondió: "¿Quién es mi madre y mis hermanos?", y mirando a los que estaban sentados alrededor, dijo: "He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquél que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre". (3:31-35)
* Muchos se escandalizan al ver la respuesta de Jesús, sin embargo, el Señor no despreciaba a su familia terrenal, pero con sus palabras, estaba enseñando que, en el Reino espiritual, sólo los que hacen la voluntad de Dios son hechos miembros de la familia de Dios. La verdadera familia de Jesús es infinitamente más grande que los pocos que le buscaban en ese momento. Por lo demás, como dijimos previamente, los hijos del matrimonio formado por José y María no creían en Jesús; en consecuencia, no andaban en la Voluntad de Dios, y sólo llegaron a ser hermanos espirituales de Jesús, después de Su resurrección.