miércoles, 17 de junio de 2020

MATEO VII - Los Misterios del Reino Celestial (Mt 13 y 14)

(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos estudiados (identificados al pie de cada párrafo); los textos en cursiva son los comentarios hechos por mí respecto de esos textos. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los enlaces.)

[Empezar en Mateo Primera Parte]



EL REINO DE LOS CIELOS EN PARÁBOLAS


Parábola del Sembrador


Habiendo salido de la casa, Jesús vino junto al mar y se sentó. Mucha gente llegó a la playa, entonces, entrando en la barca, les comenzó a hablar muchas cosas en parábolas. La primera parábola hablaba de un sembrador que, mientras sembraba, "parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron". "Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó". "Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron". "Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno". Luego dijo: "El que tiene oídos para oír, oiga". (13:1-9)

* Una parábola es un recurso literario por medio del cual se narra una historia cotidiana en la cual se esconde una enseñanza. En el caso de las parábolas que Jesús contaba, se escondían misterios sobre el Reino espiritual, que sólo pueden discernirse por medio del Espíritu Santo; porque "nadie puede conocer los pensamientos de una persona excepto el propio espíritu de esa persona y nadie puede conocer los pensamientos de Dios excepto el propio Espíritu de Dios" (1Co 2:11); es decir, "los que no son espirituales no pueden recibir esas verdades de parte del Espíritu de Dios. Todo les suena ridículo y no pueden entenderlo, porque sólo los que son espirituales pueden entender lo que el Espíritu quiere decir" (1Co 2:14 NTV). En otras palabras, para poder entender las cosas espirituales, es necesario haber nacido del Espíritu
 
El nuevo nacimiento es parte esencial del nuevo Pacto, o Pacto eterno, instituido por la sangre de Jesús en la cruz, que fue anunciado por Jehová a través de sus profetas, por medio del cual Dios nos salva por la fe, y nos da su Espíritu, cumpliendo así la promesa que dio a su pueblo por boca de Ezequiel, diciendo: "pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra" (Ez 36:27). Es decir, tener un corazón receptivo a la Palabra de Dios no depende de nosotros, sino de Jehová, quien, primero, despierta el oído y predispone el corazón de aquéllos que llama, a los cuales escogió desde antes de la fundación del mundo para vida eterna. Dice la Escritura "que la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios" (Ro 10:17 RVC), es decir, es la Palabra del poder de Dios la que hace la obra en el interior del que oye. En su carta a los tesalonicenses, Pablo da gracias a Dios, porque "Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio" (2Ts 2:13-14), porque la predicación del evangelio es el medio por el cual Jehová llama

Con todo, es responsabilidad del que oye predisponerse a obedecer y permanecer, como veremos en las enseñanzas que siguen. 


Los discípulos preguntaron a Jesús por qué hablaba a la gente en parábolas, y Él respondió: "Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado", y agregó, "porque, a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado". Los que no han recibido el don, dijo Jesús, "viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden", cumpliéndose así la profecía que dice: "De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane"(ver  Is 6:9-10). Así que bienaventurados son los ojos que ven y los oídos que oyen, porque "muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron", dijo el Señor, . (13:10-17).

Jesús estaba comenzando a revelar a sus discípulos los misterios del Reino. El resto de los que oían, especialmente, aquéllos que estaban presentes con el único fin de encontrar algún tropiezo en el Maestro, sólo escuchaban historias, sin lograr entender más allá de la superficie de estos relatos. 
 
Las Escrituras, desde el Génesis al Apocalipsis, están llenas de misterios, sin embargo, no significa que los hechos relatados sean ficticios o sólo símbolos. En el caso del Antiguo Testamento, Dios inspiró a los escritores de la Biblia para que toda la historia de la formación y etapas de crecimiento del pueblo escogido por Jehová, con el cual entró en pacto, y les dio las promesas de vida eterna, fuera relatada de manera tal que, en sus palabras, quedaran ocultos los misterios del plan de redención de la humanidad. Si leemos la historia de Israel en cualquier otro libro, aun cuando se relaten los mismos eventos, no vamos a hallar nada que nos hable del Reino de Dios. "Es gloria de Dios ocultar un asunto, y honra del rey investigarlo" (Pr 52:2 NBV), es decir, ocultar misterios es un privilegio de Dios, pero extraerlos es un don que sólo por el mismo Espíritu de Dios podemos hacer. Como hemos podido constatar a través de estos estudios, lo mismo sucede con el Nuevo Testamento, donde cada autor fue inspirado por Dios para que en sus palabras quedaran ocultos los misterios de la consumación del plan de redención, los cuales sólo pueden discernirse por quienes han sido regenerados espiritualmente.

Hay muchos que se creen sabios en las cosas de Dios, pero su sabiduría no pasa de ser algo intelectual. El mejor ejemplo es el de los escribas y fariseos, que tenían gran conocimiento de los escritos sagrados, pero fueron incapaces de discernir la revelación del Reino de los cielos, que se estaba manifestando delante de sus ojos por medio de Jesús. Tenían ojos, pero no vieron; tenían oídos, pero no entendieron. 
 
Gracias al Señor, ahora tenemos toda Su Palabra en nuestras Biblias, para que la podamos conocer, aprender y meditar en ella, de modo que seamos renovados en nuestro entendimiento, porque es la Palabra de Dios la que produce y aumenta nuestra fe, nos guía al arrepentimiento, nos regenera, y nos enseña el camino hacia la eternidad, pues, Su Palabra es espíritu y es vida, y hará todo aquello para lo cual Dios la puso a nuestra disposición. El que la ignora, no crecerá, o se perderá. Como bien dijo Jesús: "al que tiene, se le dará más, y tendrá bastante; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará" (v.12 DHH). 
 
La explicación del significado de la parábola del sembrador, que sigue, enseña cómo obra la predicación del evangelio en los que la escuchan. 

Entonces Jesús explicó a sus discípulos la parábola del sembrador, diciendo que la semilla que fue sembrada junto al camino significa que, "cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón". La que cayó entre pedregales "es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza". La que fue sembrada entre espinos "es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa". Por último, la que cayó en buena tierra "es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno". (13:18-23).

En una ocasión, Jesús dijo que "muchos son llamados, y pocos escogidos" (Mt 22:14). ¿No es sorprendente que la mayoría de los descritos por Jesús en esta parábola no es atea? Ellos no se están perdiendo por no creer, sino porque hay otras cosas a las que deciden prestar mayor atención, y se distraen de lo que realmente importa; es decir, de las cosas que no se ven, que son eternas.  Al respecto, el Señor pregunta: "¿Qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?" (Mt 16:25-26 NBLA). En ese mismo sentido, el salmista advierte: "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón" (Sal 95:7-8). Lucas concluye la parábola del sembrador, diciendo: "Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará" (Lc 8:18). 

En el libro de Job, leemos lo que espera al que oye y obedece y al que decide ignorar el llamado del Señor. Dice la Escritura: "Despierta además el oído de ellos para la corrección, y les dice que se conviertan de la iniquidad. Si oyeren, y le sirvieren, acabarán sus días en bienestar, y sus años en dicha. Pero si no oyeren, serán pasados a espada, y perecerán sin sabiduría" (Job 36:10-12).    

Entre los que se pierden, hay muchos que creen ser salvos, pero no lo son, porque no se sujetan al señorío de Jesucristo. Son aquéllos de los que habló Jesús diciendo que se acercarán a Él el día del juicio, y dirán: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Pero Él les declarará: "Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mt 7:22-23). Recordemos que Pablo enseña que "nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo" (1Co 12:3); y que "si alguno no tiene el Espíritu de Cristo (Espíritu Santo), no es de él " (Ro 8:9); y el que no es de Cristo, no es salvo.
 
Por otro lado, la Biblia afirma que es imposible que el que está en Cristo pierda la salvaciónporque el Espíritu Santo que Dios nos dio cuando creímos es Su sello de garantía de que somos salvos para vida eterna; es decir que, "ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Ro 8:38-39). Los que se pierden son personas que creyeron la Palabra que oyeron, pero no se arrepintieron de su pecadoporque seguían amando sus malas obrasy dado que su fe era superficial, el Espíritu de Dios no pudo hacer su morada en ellosCuando oímos la Palabra con un corazón correcto, ésta nos guía al arrepentimiento, es decir, a reconocer nuestras rebeliones contra Dios, y a anhelar, y a predisponernos a experimentar un cambio profundo en nuestra manera de vivir.  
 
En resumen, toda la salvación depende del Señor: es Él quien llama, da la fe, y guía al arrepentimiento por medio de la predicación del evangelio de Jesucristopero arrepentirse es una decisión que recae en el que oye.


Parábola del Trigo y la Cizaña


Jesús también dijo que el reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo, "pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue". Cuando el trigo creció, y dio fruto, también creció la cizaña. Entonces los siervos del sembrador preguntaron a su amo si quería que quitaran la cizaña, pero el sembrador, sabiendo que su enemigo había sembrado la mala semilla, dijo: "No, no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo". Entonces ordenó: "Dejen que ambos crezcan juntos hasta la cosecha; y al tiempo de la cosecha diré a los segadores: ‘Recojan primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, pero el trigo recójanlo en mi granero’" (NBLA). (13:24-30)

Es lamentable tener que decir que muchos de los que reciben la Palabra de Dios son potenciales apóstatas, y las iglesias están llenos de ellos. Eso no debe sorprendernos; las Escrituras hablan de los apóstatas. Judas Iscariote es el ejemplo más claro, pues, después de haber recibido las mismas enseñanzas que el resto de sus compañeros; de haber visto las maravillas que por el Espíritu Santo Jesús hacía, dio la espalda al Hijo de Dios, y por unas cuantas monedas, lo traicionó. Pablo, por su parte, se lamenta de Demas; alguien que lo acompañó en parte de su ministerio, que después lo desamparó, porque amó más las cosas del mundo 
 
Juan habló de algunos que habían apostatado de la fe, diciendo: "salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros" (1Jn 2:19). Son los mismos de que habla Santiago en su epístola, cuando dijo que la fe sin obras es muerta, queriendo decir que la fe que salva se hace evidente por la transformación que el Espíritu Santo produce desde adentro del individuo, que lo mueve a procurar permanecer en la Voluntad de Dios.   
 
El día del juicio habrá muchos sorprendidos, y será un día de muchas lamentaciones.  

También comparó al reino de los cielos con un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo, el cual, dijo, "es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas". También dijo que el reino de los cielos es "semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó fermentado" (NBLA). (13:31-33)

Muchas veces la siembra no da resultados inmediatos, pero cuando llega la hora, esa pequeña semilla que quedó anidada en el corazón, germinará, crecerá, y dará mucho fruto. 
 
La Palabra de Dios nunca vuelve vacía, y tiene el poder de transformar el almaCuando un creyente con un corazón recto recibe la Palabra, va a sentir hambre por saber más, porque el Espíritu, que ha venido a hacer morada en él, es el que le guía a obedecer la Voluntad de Dios, y a procurar la santidadEs el síntoma más claro de que la salvación eterna ha tomado lugar. Es como la levadura, que se esconde en una pequeña porción en el corazón, pero que se multiplica y se hace visible en todas las áreas de la vida del creyente. 
 
No sentir hambre por las cosas de Dios, ni sentir rechazo por el pecado es motivo de que dudemos si efectivamente hemos sido regenerados, y entonces debemos ser honestos y examinarnos para ver qué falta hay en nosotros que no hayamos reconocido aún, y que deba ser confesada al Señor para que nos limpie.
 
Mientras vamos por el camino, muchas veces tropezaremos, porque lo cierto es que la perfección sólo podrá ser alcanzada cuando nuestros cuerpos sean glorificados; no obstante, tenemos la tranquilidad de que nuestro Sumo Sacerdote Jesucristo, que está sentado a la diestra de Dios, intercede por nosotros ante la Majestad, cuando, al equivocarnos, venimos a Él con un corazón arrepentido. Así es cómo la santificación se va perfeccionando día tras día. 

** En otro sentido, también podemos interpretar esta parábola diciendo que, cuando un individuo se convierte a Jesús, altas son las probabilidades de que aquellos que le rodean también lo hagan 

Jesús se dirigía a la gente sólo en parábolas. No les hablaba de otra manera, cumpliéndose así la profecía que dice: "Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo" (Sal 78:2)Después que despidió a la gente, Jesús entró a la casa con sus discípulos, y éstos le pidieron que les explicara la parábola del trigo y la cizaña; y Él comenzó, diciendo: "el que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre"; "el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo"; "el enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles". Por tanto, dijo, "así como la cizaña se recoge y se quema en el fuego, de la misma manera será en el fin del mundo" (NBLA). Y continuó explicando: "Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre". Por último, agregó: "El que tiene oídos para oír, oiga". (13:34-43)

* No estamos para juzgar dentro de la congregación quiénes son salvos y quiénes no, porque eso sólo Dios lo sabe. Nuestro papel es seguir exhortándonos unos a otros para crecer en el conocimiento de Dios y de Jesucristo, a quién el Padre dio toda autoridad, y a quien sujetó todas las cosas hasta el tiempo de restauración. La Palabra dice que, cuando Jesucristo vuelva, Él mismo enviará a sus ángeles a llamar a sus escogidos para vida eterna, y apartará a los que nunca conoció, para que vayan a condenación.


Parábola del Tesoro Escondido


También Jesús dijo que el reino de los cielos es "semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo". (13:44)

* Creo que esta parábola se abre a la luz de la profecía de Isaías, que dice: "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David" (Is 55:1-3). Isaías habla de "comprar sin dinero", lo que podemos interpretar como "intercambiar" o "transar". Cuando conocemos el gran tesoro del Evangelio, se produce una transacción: entregamos todas nuestras cargas de pecado, y recibimos a cambio la justicia de Cristo; el hombre terrenal que éramos, quien buscaba satisfacción en las cosas del mundo, es llevado a la cruz, y nace el espiritual, que tiene hambre del pan del cielo, que es vida para el alma.

** El reino de los cielos se nos revela en las Escrituras, y lo podemos comparar con un gran cofre de tesoro, del cual no terminamos nunca de extraer riquezas. La llave que permite abrir ese tesoro es el Espíritu Santo, quien nos guía y permite que nuestros ojos vean, nuestros oídos oigan y nuestro corazón entienda. Cuando empezamos a escudriñar la Palabra de Dios, se nos empieza a revelar ante nuestros ojos la Verdad del Reino celestial. Decir que el hombre vendió todo para comprar el campo significa que, buscar el reino y su justicia se convierte en nuestra prioridad, y que lo demás pasa a ser accesorio. 

Parábola de la Perla Preciosa


También dijo que el reino de los cielos es "semejante a un mercader que busca buenas perlas, que, habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró". (13:45-46)

* La sabiduría del Reino de Dios es como un gran tesoro. Muchos son los que han tratado de desentrañar los misterios de la vida del hombre: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Un ejemplo es Justino Mártir, autor del "Diálogo con Trifón", un apologeta que vivió en el segundo siglo quien, tratando de responder a las preguntas esenciales, pasó por distintas escuelas filosóficas, sin encontrar respuesta a sus inquietudes, hasta que conoció el cristianismo, y supo de inmediato que todas las respuestas estaban en la Palabra de Dios. Después de su conversión, dedicó su vida a tratar de convencer que el cristianismo era la verdadera filosofía. Justino no es el único que buscó sabiduría en la Palabra de Dios y la encontró. Muchos hombres, incluso sin tanta preparación, se convirtieron en grandes referentes del cristianismo, después de que empezaron a escudriñar las Escrituras, porque, habiendo comprendido que ningún tesoro terrenal es comparable al mayor tesoro que es conocer la Palabra de Dios, se sumergieron en ella, y se llenaron de sabiduría. 
 
La Escritura dice que en Cristo "están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Col 2:3). Él es la Palabra de Dios hecha hombre; es la perla de gran precio.

** Los Proverbios de Salomón comienzan exhortando al creyente a llenarse de sabiduría, señalando que "el principio de la sabiduría es el temor de Jehová", y que "los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza". En el capítulo 8 de Proverbios, la sabiduría habla a los hijos de esta manera:

"Recibid mi enseñanza, y no plata; y ciencia antes que el oro escogido.
Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas;
y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con ella.
Yo, la sabiduría, habito con la cordura, y hallo la ciencia de los consejos.
El temor de Jehová es aborrecer el mal; 
La soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco.
Conmigo está el consejo y el buen juicio; 
Yo soy la inteligencia; mío es el poder.
Por mí reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia.
Por mí dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra.
Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan.
Las riquezas y la honra están conmigo; riquezas duraderas, y justicia.
Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado;
Y mi rédito mejor que la plata escogida.
Por vereda de justicia guiaré, por en medio de sendas de juicio,
Para hacer que los que me aman tengan su heredad, y que yo llene sus tesoros"...

..."Ahora, pues, hijos, oídme, y bienaventurados los que guardan mis caminos.
Atended el consejo, y sed sabios, y no lo menospreciéis.
Bienaventurado el hombre que me escucha,
Velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis puertas.
Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová.
Mas el que peca contra mí, defrauda su alma;
Todos los que me aborrecen aman la muerte".
(Pr 8:1-21, 32-36 RVR)


Parábola de la Red y los Peces


Jesús también comparó al reino de los cielos con "una red que, lanzada al agua, recoge toda clase de peces. Una vez que se llena, la sacan a la orilla, y los pescadores se sientan a echar el buen pescado en cestas, y desechan el pescado malo" (RVC). Entonces explicó que "así será al fin del mundo: los ángeles saldrán y apartarán de los hombres justos a la gente malvada, y a esta gente la echarán en el horno de fuego" (RVC), donde habrá lloro y crujir de dientes. (13:47-50).

* Hay quienes niegan la existencia del infierno, a pesar de que en las Escrituras se habla de aquello. El Apocalipsis lo llama "la segunda muerte", es decir, la condenación en el lago de fuego, que vendrá luego de la gran batalla, donde el Verbo Divino derrotará definitivamente al reino de las tinieblas.
 
 
Así aparece descrito el final de las tinieblas y del pecado en el Apocalipsis: "la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego" (...) "Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego" (Ap 20:14,15); "Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos" (Ap 20:10). Eso es el infierno o segunda muerte, un padecimiento sin fin, donde el fuego es inextinguible y nadie muere.

Tesoros Antiguos y Nuevos


Jesús preguntó a sus discípulos si habían comprendido lo que les había dicho, a lo cual respondieron afirmativamente. Entonces concluyó diciendo: "Todo maestro de la Ley que ha sido instruido acerca del reino de los cielos es como el dueño de una casa que, de lo que tiene guardado, saca tesoros nuevos y viejos" (NVI). (13:51-52)

* Probablemente, cuando Jesús menciona los "tesoros nuevos y viejos" está queriendo decir que sus enseñanzas, que para muchos eran una novedad, no anulaban las verdades eternas que ellos conocían por medio de la Ley y los Profetas, sino que las ampliaban o aclaraban en su más profundo significado. Él mismo dijo: "No piensen que he venido a anular la Ley o los Profetas; no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento" (Mt 5:17 NVI). Todo el que busca saber más sobre el reino de los cielos, debe escudriñar tanto los antiguos escritos sagrados como los nuevos. 
 
En el tiempo que Jesús dijo estas cosas, solo existían los textos antiguos, que conocemos como "Antiguo Testamento", escritos en arameo y hebreo, además de la Septuaginta, que fue la primera traducción al griego de esas Escrituras. Lo que ahora llamamos "Nuevo Testamento" comenzó a gestarse pasados unos cuantos años después de la resurrección de Jesús, para dejar testimonio de que "todas las promesas de Dios (contenidas en la Ley y los Profetas) son en él (en Cristo) Sí, y en él Amén" (2Co 1:20), y son la Verdad, la cual debemos retener para permanecer firmes en el Señor.
 
** Profecías en cumplimiento:
  • Is 6:9-10 Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.
  • Sal 69:23 Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, y haz temblar continuamente sus lomos.
  • Sal 78:2 Abriré mi boca en proverbios; hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos,
  • Is 29:14 por tanto, he aquí que nuevamente excitaré yo la admiración de este pueblo con un prodigio grande y espantoso; porque perecerá la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos.
  • Is 44:18 No saben ni entienden; porque cerrados están sus ojos para no ver, y su corazón para no entender.


JESÚS EN NAZARET


Habiendo terminado de hablar estas parábolas, Jesús fue a Nazaret, y comenzó a enseñar en la sinagoga local, y al oírlo hablar, todos se maravillaban de la sabiduría que había en sus palabras y de que hiciera milagros, y se preguntaban: "¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?"; "¿No es éste el hijo del carpintero?"; "¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?"; "¿No están todas sus hermanas con nosotros?"; "¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?".  Al ver sus reacciones, Jesús les dijo "en todas partes se honra a un profeta, menos en su tierra y en su propia casa" (NVI). Y debido a la falta de fe de ellos, no hizo allí muchos milagros. (13:53-58)

* Jesús estaba reunido con aquellos que le habían visto crecer, y sabían que era hijo de María y de José el carpintero, y conocían a sus hermanos y hermanas. Probablemente la familia terrenal de Jesús era una familia común, que en nada se diferenciaba de todas las familias del vecindario. El prejuicio de los miembros de la sinagoga local les impidió creer que Jesús era quién decía ser, y lo rechazaron sin querer indagar más.
 
Los que predican el falso evangelio de la prosperidad interpretan estos versos (v.58) diciendo que Jesús no pudo hacer milagros en Nazaret, por causa de la fe incorrecta de ellos, que "bloqueaba" la posibilidad de recibir los milagros ("creencia negativa", contraria a la "creencia positiva", como argumentan ellos), como si los hombres tuviéramos poder para restringir el Poder del Espíritu SantoDicen las Escrituras que "sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan" (He 11:6). Jesús no hizo muchos milagros en Nazaret, no porque la gente no tuviera una fe "positiva", sino, probablemente, porque no había mucha gente que creyera y se acercara a Él buscando un milagro.

 

EL INTERÉS DE HERODES EN JESÚS


En ese tiempo, Herodes Antipas (gobernante de Galilea), cuando supo de la fama de Jesús, comentó a sus criados: "Éste es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes". Juan había sido encarcelado por Herodes por causa de Herodías, la esposa de su hermano Felipe a quien Antipas tomó por mujer, hecho que Juan condenaba públicamente. No lo había matado, por temor al pueblo que tenía a Juan por profeta. La muerte de Juan quedó sellada el día en que Herodes celebró su cumpleaños, y Salomé, hija de Herodías, bailó para el rey. Tanto agradó al monarca ese regalo, que, en retribución, prometió a la joven, bajo juramento, darle todo lo que ella pidiese. Salomé, instruida por su madre, le dijo: "dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista". Aunque Herodes lamentó tener que hacerlo, por causa del juramento que había hecho, y para quedar bien con los que compartían la mesa con él, accedió, y mandó decapitar al Bautista. "Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús" (14:1-12)

* Herodes Antipas era hijo de Herodes el Grande, el despiadado rey que, tras oír que el rey de los judíos había nacido, mandó matar a todos los niños menores de dos años nacidos en Belén y sus alrededores, en un intento por terminar con la vida de Aquél que amenazaba su trono. Pero Jesús ya había sido sacado de esa región, y llevado a Egipto por sus padres, quienes habían sido avisados por un ángel sobre la cruel decisión que había tomado Herodes. 
 
Pocos años después, Herodes el Grande murió, y le sucedieron sus hijos Herodes Arquelao, como rey de Judea, Samaria e Idumea; Herodes Filipo I (Felipe), quien gobernó Batanea, Gaulanitis, Trachonitis y Auranitis, y Herodes Antipas, conocido como Herodes el Tetrarca, quien reinaba sobre Galilea y Perea durante todo el tiempo en que Jesús estuvo ejerciendo su ministerio terrenal. 


MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES Y PECES

 
En cuanto Jesús escuchó la noticia, se fue en una barca a un lugar desierto y apartado, pero, cuando la gente supo, salió de las ciudades, y lo siguió por la orilla. Al salir de la barca, Jesús "vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos". Al anochecer, sus discípulos le aconsejaron despedir a la multitud, pues, estaban en el desierto, y no había cómo alimentarlos. Jesús les dijo: "No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer".  Pero los discípulos le respondieron que sólo tenían cinco panes y dos peces. Jesús mandó que se los trajeran, y ordenó que la gente se recostara en la hierba. Y "tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud". "Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas". Los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. (14:13-21)

* Jesús dijo a sus discípulos que la gente no tenía necesidad de irse para buscar qué comer, pues, ellos mismos podían proveerles alimento (v. 16). El pan de vida, que es la Palabra de Dios, es un alimento que el Señor ha hecho disponible a todos los que buscan saciar su hambre y sed de justicia; "no está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír ...?", "Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír...?(Dt 30:12,13). Jesús mismo delegó en su iglesia la misión de ir y proveer ese pan de vida al que lo necesita, diciendo: "id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado" (Mt 28:19-20). 
 
En el pasaje que estamos estudiando vemos que Jesús hizo el milagro, pero luego "dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud" (v.19).  Ése es el diseño divino para llevar la salvación a todo el mundo. Si bien es cierto, toda la obra la hace el Espíritu Santo en el creyente, los hijos del reino "somos embajadores de Cristocomo si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios!" (2Co 5:20 NBLA). Y éste es el mensaje de fe que debemos predicar: "que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo". "Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación" (Ro 10:8, 9-10).  
 
** Sin dudas presenciar el milagro de la multiplicación de los panes y peces debe haber sido una experiencia extraordinaria, ya que, a partir de una pequeña cantidad, Jesús alimentó a un número probablemente cercano a las diez mil personas, pues, Mateo dice que eran cinco mil, sin contar mujeres y niños. Lo que este milagro quiere decir es que un simple mensaje del evangelio puede salvar miles de almas en un solo evento. Hay registros en el libro de los Hechos de cómo una predicación tenía el poder de conducir a miles al arrepentimiento y salvación. 
  

JESÚS SOBRE LA AGUAS


Jesús mandó a sus discípulos entrar a la barca, y que fueran delante de él a la otra orilla, mientras Él se quedaba despidiendo a la multitud. En cuanto quedó solo, subió a orar al monte, donde permaneció hasta que cayó la noche. Para entonces la barca se encontraba en medio del mar, y comenzó a ser azotada por las olas, ya que el viento era contrario. Cuando eran como las tres de la madrugada, en medio de esta situación, Jesús vino hasta ellos andando sobre las aguas, y los discípulos se asustaron, creyendo que era un fantasma, pero Jesús les dijo: "¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!". Entonces Pedro le pidió a Jesús: "Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas". Y Jesús le mandó caminar hacia Él, y Pedro pudo caminar sobre las aguas, pero al ver el fuerte viento, sintió miedo, y comenzó a hundirse, y a gritar: "¡Señor, sálvame!", y Jesús extendió su mano y lo acercó hacia Él, diciendo: "¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?". En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó, y todos en la barca le adoraron, diciendo: "Verdaderamente eres Hijo de Dios". (14:22-33).

Leamos este pasaje con ojos espirituales, haciendo la asociación entre lo que estaba sucediendo a los discípulos en aquel momento, con lo que los creyentes vivimos y seguiremos viviendo a diario, hasta que Jesús vuelva. Los eventos se desarrollaron durante la noche, lo que podemos interpretar como las tinieblas que dominan al mundo en medio del cual vivimos. Los discípulos estaban en la barca, donde Jesús los había hecho entrar, lo que simboliza nuestra seguridad en Cristo, donde Él nos puso cuando nos redimió. Jesús no estaba con ellos físicamente, porque había subido solo al monte para orar, sin embargo, cuando las olas comenzaron a azotar la barca, Jesús vino sobre las aguas, y luego los vientos se calmaron. Ésa es nuestra condición desde que Jesucristo ascendió para sentarse a la diestra de Dios: si bien Él no está en cuerpo presente, no dejó huérfanas a sus ovejas, sino que nos envió Su Espíritu Santo como guía y consolador para el trayecto que nos queda por recorrer de aquí a la eternidad
 
Las turbulencias, ya sabemos, son las aflicciones que siempre estarán presentes en la vida del creyente, como lo anunció Jesús, sin embargo, también nos dijo que debemos confiar, porque Él ya venció al mundoAsí como Pedro se hundió en el agua cuando perdió la fe, y Jesús extendiendo su mano, lo rescató, así mismo, el Señor nos sostiene en medio de la angustia, y no nos soltará, ni nada ni nadie puede arrebatarnos de su mano. Aunque no lo vemos, Jesucristo está en nosotros por su Espíritu, e intercediendo a nuestro favor ante Dios en las Alturas. Así dijo el Señor: "Bienaventurados los que no vieron, y creyeron" (Jn 20:29).   
 
** Las Escrituras inician con la siguiente expresión: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra. la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas" (Gn 1:1-2). ¿No es el pasaje que estamos estudiando muy similar a esta descripción? ... el caos, las tinieblas, Dios moviéndose en la superficie de las aguas... Así también es ahora, porque las turbulencias continuarán en tanto la noche dura, pero sabemos que el Señor no nos ha abandonado, y que, aunque no lo podemos ver, Su Espíritu Santo se mueve sobre las aguas, que en las Escrituras se refieren a "pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas" (Ap 17:15).  
 
*** Con este milagro, efectivamente Jesús estaba demostrando que Él era Dios con nosotros (Emanuel). En Job 9:8, vemos una descripción de Jehová, que dice: "El solo extendió los cielos, y anda sobre las olas del mar". Por otra parte, resulta interesante ver cómo Jesús tranquiliza a sus discípulos diciendo quién era el que venía andando sobre las aguas: Él no dice "Soy Jesús", sino "no teman, YO SOY...", que es la misma forma en que Jehová se identificó a sí mismo ante Moisés, cuando éste le preguntó por su Nombre. Dios respondió: "YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros".


Terminada la travesía, llegaron a tierra de Genesaret, cuyos habitantes, al reconocer a Jesús, hicieron correr la noticia en toda la región y alrededores, y trajeron al Señor todos los enfermos, "y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos". (14:34-36)

* Genesaret es una planicie fértil en la ribera noroeste del lago de Galilea. El historiador Josefo la describe como una zona "rica en nogales, palmeras, higueras, olivos y vides". Los árboles descritos por Josefo son árboles que dan mucho fruto. Los habitantes de esta tierra eran como esos árboles. Ellos acogieron con mucho entusiasmo al Señor, y la fe que tenían en Él fue confirmada por la gran cantidad de milagros que Jesús pudo hacer en medio de ellos; tan grande era su fe, que sólo bastaba que tocaran el borde de su manto para recibir sanación. De una fe así sólo pueden esperarse muchos frutos espirituales.

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