lunes, 6 de julio de 2020

MATEO VIII - ¡Cuidado con la Falsa Doctrina! (Mt 15,16 y 17)

(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos estudiados (identificados al pie de cada párrafo); los textos en cursiva son los comentarios hechos por mí respecto de esos textos. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los enlaces.)

[Empezar en Mateo Primera Parte]


LA TRADICIÓN NUBLA LA DOCTRINA VERDADERA


Estando en Genesaret, se acercaron a ellos unos fariseos y escribas venidos de Jerusalén, y preguntaron a Jesús por qué permitía que sus discípulos quebrantaran la tradición de los ancianos al no lavarse las manos antes de comer el pan. Jesús les respondió con otra pregunta: "¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?", porque, argumentó, "Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente"; pero, continuó diciendo, "ustedes dicen que está bien que uno les diga a sus padres: “Lo siento, no puedo ayudarlos porque he jurado darle a Dios lo que les hubiera dado a ustedes(NTV). Así, dijo, "ustedes afirman que no hay necesidad de honrar a los padres; y entonces anulan la palabra de Dios por el bien de su propia tradición" (NTV)En seguida, los llamó hipócritas, revelándoles que Isaías había profetizado sobre ellos, cuando dijo: "Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres" (Is 29:13). Entonces, llamando la atención de la multitud, dijo: "no lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre".  (15:1-11)

* Deuteronomio 4:2 dice: "No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno". Es interesante ver que lo que reclamaban los judíos no era que los discípulos quebrantaran la Ley, sino la "tradición de los ancianos". La respuesta de Jesús sacó a la luz el grave pecado que habían cometido, de añadir a la ley muchas doctrinas inventadas por ellos, pretendiendo, quizás, "perfeccionar" lo que Dios les había mandado a través de Moisés, lo que, a la larga, provocaba que el mandamiento divino pasara inadvertido, o quedara invalidado, como dijo el Señor (v.6). Un ejemplo era lo que ellos llamaban "Corbán", que quiere decir "mi ofrenda a Dios", la cual debían separar para el templo, pero muchos lo usaban como pretexto para no proveer para sus padres ancianos, con lo cual, dejaban de cumplir el mandamiento que dice que se debe honrar padre y madre. 
 
Lamentablemente, la tradición religiosa sigue opacando la Verdad de Dios. Muchas religiones autodenominadas "cristianas" basan sus enseñanzas en doctrinas inventadas por hombres y en tradiciones religiosas, poniendo un velo sobre los ojos de sus seguidores, que les impiden ver la Verdad, por lo que terminan llenándose de filosofías mundanas y creencias tanto místicas como fantasiosas.

Los discípulos se acercaron al Señor, y le dijeron: "¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?", a lo que Jesús respondió: "Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo". (15:12-14)

* A Jesús no le preocupaba que los fariseos se ofendieran, sino que sus tradiciones, a las cuales daban mayor importancia que a la Ley, hicieran tropezar a los que Dios había puesto bajo su cuidado. Es interesante que la misma palabra griega [skandalizomai], usada aquí para decir que los fariseos se ofendieron o escandalizaron, también significa "hacer tropezar" o "hacer pecar". Efectivamente, se habían convertido en "ciegos guiando ciegos". En una oportunidad Jesús les advirtió: "Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece" (Jn 9:41). También dijo el Señor: "Yo entré en este mundo para hacer juicio, para dar vista a los ciegos y para demostrarles a los que creen que ven, que, en realidad, son ciegos" (Jn 9:39 NTV).

Los falsos maestros abundan en estos días, pero ¿cómo los podemos reconocer? Lo cierto es que es fácil reconocerlos, pero requiere un esfuerzo personal previo, porque, de la misma manera que un billete falso se reconoce comparándolo con el billete verdadero, reconocer una falsa doctrina se consigue conociendo la doctrina verdadera. Escudriñar la Palabra de Dios no es una opción, es imperativo para no caer en los engaños del enemigo, que usa hombres codiciosos para engañar a los simples. Dicen las Escrituras: "El simple todo lo cree; mas el avisado mira bien sus pasos" (Pr 14:15); y "La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples" (Sal 119:130); y aconseja: "Dejad las simplezas, y vivid, y andad por el camino de la inteligencia" (Pr 9:6). 

Proverbios 2 habla precisamente de la importancia de llenarnos de la sabiduría de Dios, que es Su Palabra, para tener entendimiento, y ser librados de tropezar.

 

LO QUE CONTAMINA AL HOMBRE


Pedro pidió al Maestro que explicara cuál era el significado de sus palabras, cuando dijo que lo que sale de la boca contamina al hombre. Entonces Jesús contestó: "¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina?", y continuó diciendo: "Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias", y agregó: "Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre". (15:15-20)

* El proverbio dice: "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida" (Pr 4:23). También leemos en las Escrituras que "engañoso es el corazón más que todas las cosas" (Jer 17:9). Bíblicamente hablando, el corazón se refiere a nuestra mente, donde queda almacenado todo lo que consumimos, y que en algún momento sacaremos afuera. Por eso es tan importante que sepamos escoger de qué llenamos nuestra mente. Jesús nos enseñó que "de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas" (Mt 12:34-35). 
 
Como creyentes debemos apartarnos de la corriente que sigue el mundo, y poner nuestra mente "en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Col 3:2), es decir, en las cosas de Dios, a fin de que, (parafraseando Ef 1:18-19, y Ef 3:18-19), el Espíritu de Dios alumbre los ojos de nuestro entendimiento, y sepamos cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados; cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo, y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes. Además de que seamos capaces de comprender la inmensidad del amor de Cristo, que excede todo cuanto podemos conocer, y seamos llenos de la plenitud de Dios.

** Respecto del mismo pasaje que estamos estudiando, pero en otro aspecto, Marcos, en su evangelio, llama nuestra atención al agregar un interesante comentario después de las palabras de Jesús, cuando dijo: "¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina?". El discípulo afirmó: "Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos" (Mr 7:18-19). 
 
La importancia de este comentario radica en que, en el Antiguo Testamento, había prohibición de comer la carne de ciertos animales, como por ejemplo el cerdo, porque la ley lo declaraba inmundo. Pero tal prohibición encerraba un misterio que es develado en el libro de los Hechos, a través de una visión que el Señor dio a Pedro, en la cual exhibe, en una especie de lienzo, toda clase de animales impuros, y manda a Pedro que los coma, a lo cual el apóstol respondió: "Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda entró jamás en mi boca" (Hch 11:8); entonces el Señor dijo: "Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú impuro” (Hch 11:9 NBLA). Esta ilustración usó Cristo para anunciar a Pedro que había llegado la hora de hacer extensivo el evangelio a los no judíos también. Sin embargo, la ilustración, y el mensaje que la acompañó, también dieron a conocer que la prohibición de la Ley, en el fondo, no tenía que ver con los animales en sí, sino con lo que ellos, por sus características, simbolizaban, esto es, los pueblos gentiles, cuyas abominables costumbres representaban una inminente amenaza a la santidad para la cual Jehová había apartado a los hijos de Israel. 
 
La visión que el Señor dio a Pedro fue una de las formas en que se comenzó a develar el "misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres" (Ef 3:5), y es "que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio" (Ef 3:6). ¿Qué había sucedido para que tal prohibición hubiera quedado obsoleta? La respuesta es que, para aquel entonces, "según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios" (Hch 2:23 NVI), ya había sido sacrificado el Cordero pascual provisto por Dios, cuya Sangre preciosa comenzaba a esparcirse por toda la tierra, expiando, de una vez y para siempre, los pecados de todos los seres humanos que tienen la misma fe que a Abraham le fue contada por justiciasin importar su origen étnicoDe esta manera, Dios estaba dando cumplimiento a la promesa que hizo al patriarca, diciendo: "En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra..." (Gn 22:18), porque Jesús es la simiente de Abraham en quien todos los pueblos, no sólo los judíos, son bendecidos.  
 
A mayor abundamiento, Pablo, en su carta a los romanos, nos sorprende al afirmar que, "no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos"; dicho de otra manera, "no los que son hijos según la carne (de Abraham) son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes" (Ro 9:6,8). Y también dijo que, "la Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció de antemano las buenas nuevas a Abraham, diciendo: «En ti serán benditas todas las naciones»", así que, agregó el Apóstol: "los que son de la fe son bendecidos con Abraham, el creyente." (Ga 3:8-9 LBLA).  
 
Ya que el simbolismo de los animales impuros había sido esclarecido, más adelante Pablo escribió: "De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud". "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios(1Co 10: 25-26, 31).  

LA FE QUE SALVA


Saliendo de allí, Jesús fue a la región de Tiro y Sidón, (en la ribera noreste del Mediterráneo), desde donde salió una mujer cananea que clamaba a Jesús: "¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí!", y le pedía que sanara a su hija, que estaba gravemente atormentada por un demonio. Jesús no le respondió, entonces los discípulos se acercaron a Él diciendo: "Despídela, porque viene detrás de nosotros gritando" (NVI). Mas Jesús, dirigiéndose a la mujer, dijo: "No fui enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel" (NVI), pero ella insistió, diciendo: "¡Señor, socórreme!", a lo que Jesús respondió "No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos". Y ella dijo: " Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos". Entonces Jesús le contestó: "Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres". Y su hija fue sanada desde ese momento. (15:21-28)

Tal como Jesús dijo, Él no fue enviado sino para hacer volver al pueblo judío a su Dios (v.24), porque todo el plan de redención debía partir por Israel. Anunciar el evangelio a los gentiles, que son los pueblos cuyo origen étnico no es hebreo, fue una misión encomendada al Apóstol Pablo, tiempo después de la resurrección de Jesucristo. 
 
Para mayor comprensión de lo antes afirmado, la Biblia enseña que, después de la caída del ser humano, por causa del pecado de Adán, el pueblo hebreo fue apartado por Jehová para iniciar el proceso de restauración de todas las cosas, que comenzó con la elección de un hombre, Abraham, al que Jehová probó en su fe, diciéndole: "Deja tu tierra, tus parientes, la casa de tu padre y ve a la tierra que te mostraré", y le prometió: "Haré de ti una nación grande y te bendeciréharé famoso tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!" (Gn 12:1, 2-3 NVI). Abraham pasó la prueba al hacer lo que Jehová le mandó, aun cuando no sabía a dónde iba.  
 
Habiendo llegado a Canaán, Jehová le prometió: "A tu descendencia daré esta tierra" (Gn 12:7); sin embargo, la esposa de Abraham era estéril. Pero para Dios nada es imposible, pues, aunque Abraham y su esposa Sara llegaron a ser ancianos sin hijos; estando la matriz de Sara biológicamente imposibilitada de anidar vida, a la edad de 90 años, concibió y dio a luz a Isaac, el hijo por medio del cual Jehová había dicho que iba a cumplir Su promesa. Avanzado el tiempo, Jehová confirmó su pacto (cuya señal era la circuncisión de todo varón al octavo día de nacidocon Isaac, el hijo nacido de Abraham y Sara, y con el hijo de éste, Jacob, al que después llamó Israel, cuya descendencia dio origen a la nación de Israel. Fue con el pueblo nacido de los doce hijos de Israel con el cual Jehová entró en pacto en el monte Sinaí, después de rescatarlos de la esclavitud de Egipto, diciendo: "si me obedecen y cumplen mi pacto, ustedes serán mi tesoro especial entre todas las naciones de la tierra; porque toda la tierra me pertenece. Ustedes serán mi reino de sacerdotes, mi nación santa" (Ex 19:5.6 NTV), a lo cual, el pueblo respondió: "Todo lo que Jehová ha dicho, haremos" (Ex 19:8). Entonces, por medio del profeta Moisés, les dio la Ley, para que aprendieran a andar en sus caminos, hasta el tiempo en que viniera el Mesías Redentor, quien iba a salvar, no por cumplir la ley, sino por la fe; la misma que a Abraham le fue contada por justicia.   
 
Cuando el tiempo llegó, Jehová envió a Su Hijo, también llamado el Hijo del Hombre, porque, aunque provenía de Dios, y "siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres" (Fil 2:6-7), pues, "era preciso que en todo se pareciera a sus hermanos", a quienes venía a salvar; es decir, "ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo" (He 2:17,14 NTV). Él es la simiente de Abraham en quien son bendecidas todas las familias de la tierra, porque dio su perfecta vida a cambio de la nuestra, como la de un Cordero Pascual, cuya Sangre inmaculada, a diferencia de los animalitos sacrificados bajo la Ley, tiene el poder de purificar perpetuamente a los que creemos este evangelio, y nos hace aptos de recibir, por fe, el Espíritu Santo, cuya presencia "en nosotros es como el sello de garantía de que Dios nos dará nuestra herencia" (Ef 1:14 NBV). Dice la Escritura: "si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!" (2Co 5:17 NVI). Esto significa que, si he creído, "he sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí" (Ga 2:20 NVI), y porque Él tiene vida eterna, yo también viviré con Él para siempre.
 
Así se explica lo que hemos dicho reiteradamente: que, aunque la promesa fue originalmente dada a conocer al pueblo hebreo, no era sólo para los descendientes de Abraham según la carne, sino que estaba dirigida a los creyentes de todas las naciones, pues, "los verdaderos hijos de Abraham son los que ponen su fe en Dios" (Ga 3:7 NTV).  
 
** Como ya leímos, el ministerio terrenal de Jesús consistió en reunir a las ovejas dispersas de Israel, para que se volvieran de sus caminos a Jehová; pero la mujer de esta historia no era judía. Marcos señala que era griega, de nacionalidad sirofenicia, pero su fe fue confirmada cuando, a pesar de que Jesús parecía indiferente a su súplica, y la molestia de los discípulos era evidente, ella no se dio por vencida. Dice Marcos que ella, "luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies" (...) "y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio" (Mr 7:25, 26). Da la impresión de que, no es que Jesús tuviera dudas de si concederle lo que pedía, pues, ella pedía algo que estaba dentro de Su Voluntad hacer, sino que esperó hasta que ella demostrara ante todos los presentes, de que, aun siendo gentil, su fe era mayor que la de muchos hijos de Israel.  
 
Si vamos atrás, al Antiguo Testamento, veremos que Jehová tampoco hacía acepción de personasy que, por medio de sus siervos, también bendijo a gentiles, de conformidad a la fe que ellos tenían. Un ejemplo es la viuda de Sidón, a la cual fue enviado Elías por orden de Jehová. Ella, siendo gentil, creía en Jehová, y aunque había determinado que se dejaría morir de hambre, junto a su hijo, después de comer el último bocado que les quedaba, cuando vino el profeta, hizo exactamente todo lo que éste le pidió, y tan grande fue su bendición que ya no le faltó el alimento por muchos días.
 
También está el caso de la mujer sunamita que daba alojamiento al profeta Eliseo cada vez que éste iba a Sunam, pues, sabía que era un hombre de Dios. Ella era estéril, y Eliseo, con el fin de agradecerle su hospitalidad, le prometió que cuando él volviera, ella estaría abrazando a su hijo, profecía que se cumplió al año siguiente, y aunque el niño murió tiempo después, Eliseo se lo devolvió vivo por causa de la fe de ella. 
 
Otros casos son el del general sirio Naamán, quien fue sanado de lepra por el profeta Eliseo, ya que confió en la palabra del profeta de Jehová, y se sumergió en las aguas del Jordán para ser limpiado. También está la prostituta de Jericó Rahab, quien ayudó a los espías hebreos, porque creía en el poder del Dios de Israel, y no pereció cuando Jericó fue destruido. Y el caso de Rut la moabita, redimida por Boaz. De hecho, estas últimas dos mujeres no judías son parte de la genealogía de nuestro Señor Jesucristo.


GRACIA EN ABUNDANCIA


De allí, Jesús pasó al mar de Galilea, y se sentó en el monte, hasta donde llegó mucha gente, trayendo enfermos que padecían todo tipo de enfermedades: cojos, ciegos, mudos, mancos fueron llevados a los pies de Jesús, y Él los sanó a todos para gloria de Dios. Habiendo transcurrido tres días, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo que sentía compasión por toda esa gente, pues no tenían qué comer, y no quería enviarlos de regreso en ayunas, por temor a que desfallecieran en el camino. Los discípulos le respondieron "¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande?", entonces Jesús les pidió que trajeran los pocos panes y peces que les quedaban, y mandó que la gente se recostase en la hierba. Y tomando "los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud". Los que comieron ese día fueron cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños. De lo repartido, se recogieron siete canastas llenas con lo que sobró. Una vez que despidió a la gente, entró en la barca, y fue hasta la región de Magdala. (15:29-39)

* El pan de vida, que es la Palabra de Dios, tiene el poder de alimentar a multitudes. No es nuestra la decisión de escoger a quién llevar el mensaje; nuestra tarea es ir sembrando la semilla por el camino. Tampoco sabemos el impacto que provocará el anuncio del Evangelio en el que oye, pues, sólo el Señor sabe cuánta hambre espiritual hay en cada persona, y sólo Él da el crecimiento. Las cestas llenas con lo sobrante es comparable a la Gracia que Dios derrama en abundancia sobre los que escuchan el llamado y obedecen.

LA CEGUERA DE LOS LÍDERES JUDÍOS


Entonces vinieron los fariseos y saduceos con la intención de tentar a Jesús, y le pidieron que les mostrase una señal del cielo, pero Jesús los llamó hipócritas, y les dijo que, aunque podían predecir si iba a haber buen tiempo o una tempestad por el aspecto del cielo, eran incapaces de reconocer las señales de los tiempos. Y antes de partir, les dijo: "La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás".  (16:1-4)

* Los líderes judíos tenían gran conocimiento intelectual de los textos sagrados, pero su arrogancia les impedía ver cómo las Escrituras se cumplían en Jesucristo. La generación mala y adúltera no tenía ni ojos, ni oídos para entender las verdades celestiales, porque no estaban en la Voluntad de Dios, sino, por el contrario, su actitud evidenciaba que era la voz de Satanás a la que obedecían. Tanta era su ceguera que, a pesar de todos los milagros y señales que hizo Jesús, que confirmaban que era el Mesías prometido, atribuyeron a Beelzebú el poder del Espíritu Santo que operaba en Jesús, haciendo mayor su pecado.

* Ésta es la segunda vez que Jesús dice a los líderes judíos que a ellos no se les dará otra señal que la del profeta Jonás, sólo que en Mt 12:40, Jesús explica cuál es esa señal: "Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches", refiriéndose a la muerte y resurrección del Señor. 

 
Más tarde, cuando habían cruzado al otro lado del lago, Jesús dijo a sus discípulos: "guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos". Ellos pensaron que Jesús decía esto, porque habían olvidado llevar pan, por lo que comenzaron a discutir entre ellos, pero Jesús, entendiendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué discuten los unos con los otros por no tener pan?"; "¿Todavía no entienden?"; "¿No recuerdan los cinco mil que alimenté con cinco panes y las canastas con sobras que recogieron?"; "¿Ni los cuatro mil que alimenté con siete panes ni las grandes canastas con sobras que recogieron?"; y terminó diciendo: "¿Por qué no pueden entender que no hablo de pan?" (NTV). Entonces ellos comprendieron que Jesús "no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos". (16:5-12)

* La levadura se refiere a toda doctrina no bíblica que se enseña como si fuera Palabra de Dios.  Es lo mismo que hacían los falsos profetas del Antiguo Testamento, a los cuales Jehová condenaba, porque decían: "Así ha dicho Jehová el Señor; y Jehová no había hablado" (Ez 22-28). Pedro, en su segunda epístola, advierte sobre esta permanente amenaza contra la iglesia: "En Israel también hubo falsos profetas, tal como habrá falsos maestros entre ustedes. Ellos les enseñarán con astucia herejías destructivas y hasta negarán al Señor, quien los compró"; "Habrá muchos que seguirán sus malas enseñanzas y su vergonzosa inmoralidad; y por culpa de estos maestros, se hablará mal del camino de la verdad". "Llevados por la avaricia, inventarán mentiras ingeniosas para apoderarse del dinero de ustedes; pero Dios los condenó desde hace mucho, y su destrucción no tardará en llegar" (2Pe 2:1-3 NTV).  
 
No son pocas las religiones que se han creado a partir de erradas interpretaciones de los textos sagrados, o de tergiversaciones obtenidas a partir de ir acomodando las palabras, sacándolas de contexto, para respaldar sus erradas ideas de lo que la Palabra quiere decir. De hecho, muchos se hacen llamar cristianos, pero no tienen a Cristo como centro. 
 
¿Cómo puedo detectar si en mi congregación se habla la Verdad de Dios? Sólo conociendo la Palabra que Dios inspiró, que está en la Biblia. El que es engañado no es víctima sino de su pereza. 


EL FUNDAMENTO DE LA IGLESIA


Llegando a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?". Ellos respondieron que algunos decían que era Juan Bautista, o Elías, o Jeremías, u otros profetas. Entonces les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". Simón Pedro contestó: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Y Jesús dijo: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos"; y agregó: "tú eres Pedro [Petros], y sobre esta roca [petra] edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella". "Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos". Y mandó a sus discípulos que no dijeran a nadie que Él era "Jesús el Cristo". (16:13-20)

* Jehová reveló a Pedro la verdadera identidad de Jesús, y al confesarlo, Jesús le dijo que ésa sería la piedra sobre la que iba a edificar su iglesia. Hay comentaristas que, en el intento por hacer coincidir estas palabras con el hecho de que Jesucristo es la piedra de fundamento de la iglesia, dicen que Jesús se señaló a sí mismo cuando dijo "sobre esta roca edificaré mi iglesia" (v.18), pero eso no está especificado. Si bien es cierto, el fundamento de la iglesia no es otro que Jesucristo, creo que las palabras de Jesús no están dirigidas ni a Pedro, ni a sí mismo, sino a la revelación que Dios hizo a Pedro, y que él declaró con su boca, respecto de quién es Jesús: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente", porque los hijos de Dios, también llamados "piedras vivas", porque con ellos Jesús está edificando su iglesia, nacen a partir de reconocer que Jesucristo es el Hijo de Dios, y esa convicción la pone Dios mismo en el corazón por medio de la fe. Dicen las Escrituras que, "a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Jn 1:12); y también dicen que, "si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo" (Ro 10:9).

** "...edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella" (v.18) significa que la muerte no tiene poder sobre los renacidos del Espíritu, que son los que forman la iglesia. Dice la Escritura: "El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo no tiene la vida" (1Jn 5:12). Si bien es cierto, todos experimentaremos la primera muerte, es decir la de nuestros cuerpos terrenales, después de la resurrecciónlos que somos de Cristo, no iremos a condenación eterna, sino a vida eterna, pues, la segunda muerte, es decir, la condenación en el lago de fuego inextinguible, sólo está destinada para los que no creen, y rechazan a Jesús como Salvador. 
 
Si interpretamos correctamente las Escrituras, en Ap 20:6, cuando dice: "Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos", y tomando como base las mismas Escrituras, la expresión "primera resurrección" se refiere al renacimiento espiritual que experimentamos al confesar a Jesucristo como nuestro Señor. Por lo tanto, la resurrección que experimentaremos en la segunda venida de Jesús correspondería a la "segunda resurrección", que es para vida eterna. "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él." (Jn 3:36), afirmó el Bautista.  
 
*** Las expresiones "atar" y "desatar" en hebreo conllevan la idea de "prohibir" y "permitir", o "cerrar" y "abrir", respectivamente. Cuando se entrega poder a alguien, se le dice que podrá "atar" y "desatar". 
 
Aquí Jesús prometió dar las llaves del reino de los cielos a Pedro (v.19), "y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos" (v.19). Tener las llaves del reino de los cielos significa tener la autoridad para cerrar o abrir las puertas que conducen a él. Se entiende que la autoridad de condenar o absolver fuepor extensión, también delegada en la iglesia, cuando ésta juzga conforme a las Escrituras; por tanto, toda resolución de juicio en la iglesia se tiene por confirmado en el cielo. Se entiende, además, que tal autoridad no fue delegada en cada miembro de la iglesia, como fue el caso de los apóstoles, quienes recibieron esa autoridad directamente de Cristo, sino que, "si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18:19-20). 


PONER LA MIRA EN LAS COSAS DE DIOS


Desde entonces Jesús comenzó a decir a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén, donde padecería mucho en manos de los líderes judíos. Que sería matado y que resucitaría al tercer día. Al oír esto, Pedro lo llevó aparte, y comenzó a reconvenirle, diciendo: "¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás!" (NVI). Pero Jesús se volvió hacia Pedro, diciendo: "¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres". Y entonces, se dirigió a todos los discípulos diciendo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará". Y preguntaba: "¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?". Y agregó: "Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras". Y les anunció: "De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino". (16:21-28)

* Como podemos ver, la lucha espiritual se estaba llevando a cabo fuertemente. Pedro, presa del miedo que sentía  de tan sólo pensar en la ausencia de su Maestro, estaba siendo usado por Satanás para convencer a Jesús de no exponerse a padecer todo lo que estaba escrito que debía sufrir el Mesías. Por medio de Pedro, Satanás quería tentar a Jesús, igual como lo hizo con Eva en el Jardín de Edén, para que desobedeciera al Dios y Padre que lo había enviado a ofrendarse para salvar a los pecadores. Las Escrituras dicen que Jesús hombre se angustiaba de pensar en todo el dolor y el escarnio que iba a enfrentar, y los requerimientos de Pedro eran un intento por debilitar la determinación de Jesús.

** La expresión "cargar la cruz" no significa cargar con tribulaciones o pesares terrenales. Significa llevar a la muerte todo lo que nos aferra a la vida terrenal. Es sacrificar lo que somos en nuestra naturaleza carnal, para disponernos a vivir una vida para Dios. No se debe confundir con renunciar a todo, y comenzar a vivir en pobreza, como algunos creen, ni tampoco dejar de disfrutar lo que Dios nos da por medio de nuestro trabajo, por ejemplo; pero sí significa que no debemos aferrarnos a las cosas del mundo, ni siquiera a nuestra vida en la tierraEl verdadero cristiano es el que todo lo hace para Dios, sabiendo que, "para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos" (Ro 14:8), y que nada ni nadie "nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Ro 8:39).

*** Según Mateo, Jesús dijo: "hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino" (v.28). Lucas lo relató de esta manera: "hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios" (Lc 9:27); y Marcos, como sigue: "hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder" (Mr 9:1). Seguramente estas palabras hicieron pensar a algunos de los que estaban allí reunidos que, de entre ellos, habría unos cuantos que seguirían vivos cuando Jesús fuera hecho rey, y pusiera las cosas en su lugar, pero esto se debía a que no entendían que el reino del Hijo de Dios no era terrenal. Después de la muerte y resurrección del Señor, muchos pensaron que, quizás, Jesús quiso decir que, algunos de los que estuvieron presentes en esa reunión vivirían hasta la segunda venida de Jesús; pero eso también lo descartamos, porque ya han transcurrido casi dos mil años, y no hay ser humano que pudiera siquiera haber superado por un par de décadas los cien años de vida, y como sabemos, el Señor aún no viene. Pero, entonces, ¿qué quiso decir Jesús? No son pocos los que han llegado a concluir que, tal vez, Jesús estaba hablando de su transfiguración, hecho que ocurrió pocos días después de haber dicho este comentario.  
 
Aunque no descarto esta última posibilidad, me inclino más a pensar que Jesús se refería a tres hechos sin precedentes que se desataron tras su crucifixión: primero, a su resurrección al tercer día, de la que fueron testigos no sólo los apóstoles, sino más de quinientos creyentes durante los cuarenta días que permaneció en la tierra; segundo, a su ascensión al cielo, para sentarse a la diestra del Padre, hecho ocurrido ante la mirada atónita de los apóstoles; y tercero, al derramamiento del Espíritu Santo sobre los discípulos, en la celebración de Pentecostés, que dio inicio a la iglesia, que es la congregación de los santos, cuyas vidas han sido regeneradas por Dios, por la fe en la sangre del Hijo, y selladas para vida eterna por el Espíritu Santo. 
 
¿No son estos tres hechos extraordinarios muestras del incomprensible poder del Reino de los cielos manifestándose en medio de la humanidad, cuyo protagonista es el Santo Hijo de Dios, hecho sacrificio en la cruz, para salvar al pueblo de Dios de sus pecados, con lo cual se daba por cumplida una etapa, y se iniciaba una nueva era, que no es, ni más ni menos que el comienzo de la cuenta regresiva para el fin de este mundo como lo conocemos, y el establecimiento definitivo del Reino de Dios en la tierra?


LA TRANSFIGURACIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE


Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó a un monte alto, "y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz"; y junto a Él aparecieron Moisés y Elías que hablaban con Jesús. Entonces Pedro, impresionado por lo que veían sus ojos, dijo: "Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías", pero aún no terminaba de hablar, cuando una nube de luz los cubrió, y se oyó una voz proveniente de ella que dijo: "Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd". Al oír la voz, los discípulos se postraron en sus rostros, y sintieron mucho temor. Entonces Jesús se acercó, los tocó y les dijo: "Levantaos, y no temáis". Cuando alzaron la mirada, vieron que Jesús estaba solo. Cuando descendieron del monte, Jesús les dijo: "No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos". (17:1-9)

* En esta escena, los discípulos fueron testigos de una gloriosa visión: Moisés y Elías hablando con Jesús. Según los estudiosos, y concuerdo con esta apreciación, Moisés representa a la Ley, y Elías, a los profetas. En una ocasión, Jesús dijo: "Hasta el tiempo de Juan el Bautista, la ley de Moisés y el mensaje de los profetas fueron sus guías; pero ahora se predica la Buena Noticia del reino de Dios..." (Lc 16:16 NTV). Es decir, en aquella visión gloriosa, Jehová mostró que, habiendo hablado a su pueblo, durante mucho tiempo, por medio de la Ley y los profetas, el tiempo se había cumplido para que el pueblo comenzara a oír a Su Hijo amado, en quien Él se complace (v.5); porque Jesús vino a dar buenas nuevas del reino de Dios, que hablan de la salvación por gracia, por medio de la fe, "no por obras, para que nadie se gloríe" (Ef 2:9).

Es interesante el hecho que, así como la tumba de Jesucristo está vacía, porque Él resucitó, y ahora vive, y está a la diestra de Dios, tampoco es posible encontrar los restos mortales de ninguno de los dos varones que aparecieron hablando con Jesús en el monte. De Moisés, porque, dice la Escritura: "El Señor lo enterró en un valle cercano a Bet-peor, en Moab, pero nadie conoce el lugar exacto hasta el día de hoy" (Dt 34:6 NTV); y de Elías, porque "Mientras iban caminando y conversando (Elías y Eliseo), de pronto apareció un carro de fuego, tirado por caballos de fuego. Pasó entre los dos hombres y los separó, y Elías fue llevado al cielo por un torbellino" (2R 2:11 NTV), luego de lo cual nunca más fue visto. En cuanto a Moisés, en la epístola de Judas, el escritor hace un comentario que nos sorprende, pues, nada dice el Antiguo Testamento al respecto. Judas Escribió: "Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda" (Jud 9). Si bien no logramos entender con profundidad este texto, podemos deducir que el paradero del cuerpo terrenal de Moisés no debía ser conocido, para evitar que los israelitas lo convirtieran en objeto de veneración, pues, lo importante no era el mensajero, sino el mensaje que Dios había entregado a través de él. 

Lo que quiero decir es que, quizás lo que esta visión pretendía demostrar es que la Palabra de Dios es palabra viva e inmutable, y "el consejo del SEÑOR permanecerá para siempre, y los pensamientos de su corazón por todas las generaciones" (Sal 33:11 RVA), y, como sabemos, lo que Jehová enseñó y prometió por medio de Moisés y los profetas, se estaba haciendo vida en Jesús el Señor.

Parafraseando los dichos de Jesús: es más fácil que desaparezcan el cielo y la tierra, que deje de cumplirse una sola tilde de lo que Dios ha dicho.

** Lucas, en su evangelio, agrega una interesante información que Mateo omite, referida al tema que Moisés y Elías venían a tratar con Jesús: "Y hablaban sobre la partida de Jesús de este mundo, lo cual estaba a punto de cumplirse en Jerusalén" (Lc 9:31 NTV). 

*** Después de la resurrección del SeñorPedro escribió sobre esta visión (v.9), diciendo: "Nosotros vimos su majestuoso esplendor con nuestros propios ojos cuando él (Jesús) recibió honor y gloria de parte de Dios Padre. La voz de la majestuosa gloria de Dios le dijo: «Este es mi Hijo muy amado, quien me da gran gozo». Nosotros mismos oímos aquella voz del cielo cuando estuvimos con él en el monte santo." (2Pe 1:16-18 NTV).  


Entonces, los discípulos le preguntaron a Jesús: "¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?". Jesús respondió que efectivamente Elías debía venir antes a restaurar las cosas, pero, agregó "mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos". Entonces los discípulos comprendieron que Jesús hablaba de Juan el Bautista. (17:10-13)

* Juan el Bautista había sido anunciado por el profeta Malaquías, quien dijo: "He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición" (Mal 4:5-6); y por Isaías, quien dijo: "Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado" (Is 40:3-5). Juan Bautista, igual que el profeta Elías en su tiempo, había sido enviado para hacer volver a los hijos de Israel a su Dios. El ministerio de Juan consistía en llamar al arrepentimiento, a fin de que, cuando el Ungido de Dios viniera al mundo, encontrara un campo listo para ser sembrado. 

** Es llamativo que, cuando los profetas anunciaron la venida de Juan el Bautista, enviado para preparar la venida del Mesías, ellos dijeron, que él venía a preparar camino a Jehová ... a enderezar calzada en la soledad a nuestro Dios. Asimismo, de Jesús dijeron: se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne ... la verá. Es decir, son los mismos profetas del Antiguo Testamento los primeros en afirmar que Jesucristo es Dios.
 

EL AYUNO DE LOS SANTOS


Cuando llegaron al gentío, un hombre se arrodilló ante Jesús para rogarle que sanara a su hijo lunático, que estaba muy mal, debido a que en sus crisis, muchas veces había caído al fuego, otras, al agua. Contó que lo había traído a los discípulos, pero que ellos no habían podido sanarlo. Entonces Jesús dijo: "¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar?", y pidió que le trajeran al enfermo. Tan sólo bastó que reprendiera al demonio, para que éste saliera del muchacho. Los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron por qué ellos no habían podido echar al demonio, y él les contestó: "Por vuestra poca fe", y les dijo que, "si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible". Sin embargo, aclaró: "... este género no sale sino con oración y ayuno". (17:14-21)

* En una ocasión, Jesús dijo: "El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre" (Jn 14:12). Si Jesús lo dijo, es verdad; entonces ¿Por qué no podemos hacer los milagros que Él hizo? La clave estaría en el último versículo de esta historia, es decir, necesitamos perseverar en la oración y ayuno. Ambas acciones nos conducen a la perfección de Cristo. Pero el ayuno no debe entenderse como la privación de alimentos solamente, sino como la negación a nosotros mismos. El verdadero ayunador es aquél que hace la Voluntad del Señor: actúa con justicia; no abusa del prójimo; ayuda a los afligidos; comparte el pan con el que lo necesita; acoge al desvalido; ama a su prójimo como a sí mismo, y trata a los demás como desea ser tratado. Dicho de otra manera: ayunar es menguar a lo que somos por naturaleza, para ser llenos de Cristo. Cuando aprendamos a andar bajo la influencia del amor, como Cristo anduvo, dice la Escritura: "Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan" (Is 58:9-11).

Estando en Galilea, Jesús les volvió a anunciar: "El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas al tercer día resucitará", entonces los discípulos se entristecieron mucho. (17:22-23)

* A pesar de que ésta no es la primera vez que Jesús no sólo les anuncia que va a morir, sino que va a resucitar al tercer día, los discípulos no lograban pensar más allá de la muerte de su Maestro, y se angustiaban profundamente. De hecho, cuando Jesús resucitó, y María Magdalena les anunció la noticia, ellos no le creyeron. Incluso, estando con Él resucitado, dice la Escritura que "cuando vieron a Jesús, lo adoraron, ¡pero algunos de ellos dudaban!" (Mt 28:17). Ahora bien, es probable que ellos dudaban, porque en ese momento aún no había venido a ellos el Espíritu Santo, que es el que convence y fortalece en la debilidad.


LA DEUDA DE LOS HIJOS DE DIOS YA FUE PAGADA


Cuando llegaron a casa de Pedro en Capernaum, vinieron unos cobradores de impuestos, y preguntaron a Pedro: "¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?". Él les contestó que sí, pero cuando entró a la casa, antes que Pedro dijera nada, Jesús le preguntó: "¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños?". Pedro contestó que de los extraños, a lo que Jesús respondió: "Entonces los hijos están exentos" (NBLA). Sin embargo, añadió, "para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti". (17:24-27)

* Este impuesto estaba escrito en la ley, y correspondía al pago de medio ciclo por cada hombre mayor de veinte añosJehová dijo a Moisés que este dinero lo debía dar cada uno como rescate por su persona. Lo recaudado era destinado para el servicio del tabernáculo. La palabra "rescate" habla de redención. Cada uno ofrendaba por su propia vida anualmente, pero eso también era un símbolo que nos guiaba al Mesías, nuestro Redentor. 
 
Si bien es cierto la salvación depende de Dios, cada uno de los llamados tiene la responsabilidad de venir a Cristo y ofrendar su vida a Él. Jehová guía al arrepentimiento por medio de su Palabra, y da la fe por medio de su Palabra, pero la decisión de arrepentirse es una decisión individual. Cuando nos ofrendamos a Cristo, somos adoptados como hijos de Dios en el Reino. Todo el que no es de Cristo, es deudor ante la Justicia de Dios, y pagará por su pecado con su vida el día en que el mundo sea juzgado, pero los hijos del Reino ya fuimos eximidos por Cristo Jesús

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