lunes, 7 de diciembre de 2020

Los Padecimientos del Siervo de Dios - Estudio MATEO XII - (Mt 26 a 27:15-31)

 (Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos estudiados (identificados al pie de cada párrafo); los textos en cursiva son los comentarios hechos por mí respecto de esos textos. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los enlaces.)


[Empezar en Mateo Primera Parte]



LA PASCUA


Cuando Jesús terminó de hablar sobre las señales del final de los tiempos, dijo a sus discípulos que, como ellos sabían, la pascua estaba por celebrarse dentro de los dos días siguientes, y que sería ésa la ocasión en que el Hijo del Hombre iba a ser entregado para ser crucificado. Al mismo tiempo que Jesús decía esto, los principales sacerdotes, escribas y ancianos del pueblo se habían reunido en el patio del sumo sacerdote Caifás, para ponerse de acuerdo en cómo prender a Jesús y matarle, pero intentarían no hacerlo durante la fiesta, a fin de evitar el alboroto que aquello podría producir. (26:1-5)

* En los libros del Pentateuco, aprendemos que Jehová había ordenado a Israel celebrar todos los años la pascua (y el inicio de la fiesta de los panes sin levadura que dura siete días)  el día 14 del primer mes hebreo (en el Pentateuco se habla del mes de Abib. A partir de Nehemías, se habla del mes de Nisan. Correspondería a alguna fecha entre finales de marzo y los primeros días de abril de nuestro actual calendario), ocasión en que un cordero sin manchas debía sacrificarse por familia. Sin embargo, la pascua que estaba por celebrarse no era como las anteriores, porque esta vez el Cordero que iba a ser sacrificado sería el Hijo de Dios, cuya sangre quita el pecado del mundo de una vez y para siempre, y libera de la muerte a todo el que cree en Él. La conmemoración de la pascua recordaba la noche en que la muerte se llevó a los primogénitos de Egipto, pero no tuvo poder para matar a los primogénitos de los hebreos, porque habían cubierto los dinteles de sus casas con la sangre de un cordero sin mancha, lo que simbolizaba la sangre del justo Hijo de Dios, que ahora iba a ser derramada para liberar de la muerte eterna a los escogidos, al expiar sus pecados que los condenaban, iniciándose a partir de entonces el peregrinaje por el camino hacia la plena santificación, de la misma manera en que, después de la pascua, Israel fue sacado de la esclavitud en la tierra de Egipto, y llevado al desierto, camino a la tierra prometida.

 

LA UNCIÓN 

Estando en Betania, en casa de Simón el leproso, vino una mujer con un frasco de alabastro que contenía un perfume de mucho valor, y lo derramó sobre la cabeza de Jesús mientras estaban a la mesa. Los discípulos se escandalizaron, y decían que eso había sido un desperdicio, pues aquel perfume hubiera podido venderse por mucho dinero, el que hubieran podido usar para ayudar a los pobres. Entonces Jesús, entendiendo lo que hablaban, les dijo que no molestaran a la mujer, porque lo que ella había hecho era una buena obra, pues, pobres iba a haber siempre, pero no siempre iban a tener al Hijo de Dios morando entre ellos. Además, dijo: "al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura". Por último, les hizo saber que, dondequiera que se predicara la buena noticia, se recordaría lo que ella hizo por Él. (26:6-13)

* Por el relato que hace el apóstol Juan, sabemos que este evento se llevó a cabo seis días antes de la conmemoración de la pascua. También sabemos que la mujer era María, la hermana de Lázaro, el hombre a quien Jesús resucitó, y que el discípulo que recriminó a María fue Judas Iscariote, no porque tuviera interés en los pobres, dijo Juan, "sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella".


LA TRAICIÓN

Entonces, Judas Iscariote fue hasta los principales sacerdotes, y ofreció entregarles a Jesús a cambio de una recompensa; y ellos le asignaron treinta piezas de plata. Desde entonces, comenzó a buscar una oportunidad para entregarle. (26:14-16)

* Aquí vemos el cumplimiento de la profecía de Zacarías, donde dice: "Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata". (Zac 11:12 RVR)


EL APOSENTO ALTO

El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, Jesús envió  a dos de sus discípulos a preparar el aposento alto en la casa de uno de sus seguidores, para celebrar allí la pascua junto a los doce. En la noche, mientras cenaban, el Señor les anunció que uno de los que estaban con Él lo iba a entregar. Todos se entristecieron, y le preguntaban "¿soy yo, Señor?". Jesús respondió: "El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar". Luego, agregó: "A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido". Cuando Judas preguntó si era él, Jesús le dijo: "tú lo has dicho". (26:17-25)

* Judas Iscariote no fue una víctima en manos de Dios. Los hombres, en cuyos corazones aún no habita Cristo, son personas con fuerte inclinación al pecado. A muchos les cuesta aceptar que ninguno de nosotros merecía el perdón que recibimos por nuestros pecados. Dicen las Escrituras que Jehová miró desde los cielos para ver si había uno que hiciera lo bueno, pero concluyó que "todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno". Si Dios no hubiera tenido misericordia de nosotros, ninguno podría salvarse. Él soberanamente escogió a quién salvar, cambiando nuestro corazón (el de los escogidos) por uno capaz de recibir su Palabra de vida, la cual produce en nosotros la fe que nos guía al arrepentimiento. Sin la intervención de Dios, nosotros sólo tendemos a contradecirlo y, aunque tenemos ciertos atisbos de "buenas obras", ninguna de ellas alcanza el estándar de excelencia exigido en el reino de Dios

La traición de Judas no fue un acto cometido bajo algún tipo de manipulación divina; él tenía plena consciencia y responsabilidad sobre sus actos. Es más, Judas participó de todas las enseñanzas que Jesús compartió con sus discípulos, las que produjeron grandes cambios en el resto de ellos, y presenció las obras del Espíritu Santo hechas por medio de Jesús, por tanto, él  tuvo la oportunidad de recapacitar, sin embargo, nada fue suficiente para disuadido de cometer el tremendo pecado de entregar al Hijo de Dios. Él hizo lo que su corazón entenebrecido deseaba hacer, y de ese modo se cumplió lo que estaba escrito sobre el Mesías, quien debía padecer y morir por los hijos de la promesa, siendo su sangre derramada en la cruz, el medio que nos limpia para llevarnos a la gloria


EL NUEVO PACTO

Mientras cenaban, Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió, y lo dio a sus discípulos diciendo: "Tomad, comed; esto es mi cuerpo". Luego, tomó la copa de vino y, habiendo dado gracias, la dio a sus discípulos, diciendo: "Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados". Además, les dijo que ya no volvería a beber del fruto de la vid, "hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre" (26:26-29).

* El pan, como dice Jesús, es un símbolo de su cuerpo, que debía ser ofrendado como sacrificio a favor de los herederos de las promesas hechas a Abraham. En el libro de Juan, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo". En cuanto al vino, éste simboliza la sangre del perfecto Unigénito de Dios, única con el poder de expiar de una vez y para siempre los pecados de los hombres, no siendo necesarios más sacrificios.

Comer el pan y beber la sangre significa creer, como una verdad concreta, que afecta nuestra vida para siempre, que la ofrenda de su cuerpo en la cruz, y la sangre que Él derramó pagaron completamente nuestra deuda de justicia ante Dios, reconciliándonos para siempre con nuestro Creador. 

El autor de la carta a los Hebreos nos enseña que el cuerpo de Cristo fue la ofrenda por los pecados del mundo, que quita el velo que nos separaba del cielo, abriendo un camino nuevo y vivo hacia el Lugar Santísimo, donde está Dios, a quien podemos acercarnos con un corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala consciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. 

** Hablar de la sangre del "nuevo pacto" lleva implícito que hay un pacto antiguo o primer pacto. Se trata del pacto mosaico, que se originó en el monte Sinaí, luego de que Jehová, por medio de Moisés, liberó a Israel de la esclavitud en Egipto. En esa oportunidad, Jehová les entregó sus mandamientos escritos en tablas de piedra (la ley), y les mandó cumplir cada uno de ellos. También les dijo que la obediencia a su ley los conduciría a la prosperidad en todas las áreas de sus vidas. Lo contrario, les significaría muchos dolores.

Lamentablemente, la maldad subyacente en los hijos de Israel - y en toda la humanidad para ser precisos- hacía imposible que pudieran cumplir con todo lo que la ley mandaba, porque el hombre, por su naturaleza caída, tiende a rechazar todo lo que es de Dios, y es incapaz de sujetarse a su ley Consecuentemente, la ley, en vez de salvar a Israel, lo condenabaLa ley mosaica, que tenía como fin enseñar al hombre lo que era aborrecible y lo que era bueno en el reino de los cielos, además cumplió otro objetivo: demostrarle al hombre cuánto pecado moraba en él, y que no importaba cuánto esfuerzo pusiera por entrar en el reino de los cielos a través de sus obras, no lo lograría jamás. Un ejemplo simple es que el hombre natural está imposibilitado de hacer buenas obras libres de orgullo; y el orgullo es pecado, y el pecado se paga con la muerte 

La buena noticia es que, para recibir la promesa, no son requeridos esfuerzos humanos, a fin de que el orgullo no sea tropiezoNuestro Dios y Padre, conociendo la impotencia del hombre para salvarse por sus propios medios, antes del primer pacto ya había prometido que habría un descendiente de Abraham por medio del cual todas las naciones, (no sólo Israel), serían salvas. El cumplimiento a esa promesa es el nuevo pactoque nos salva gratuitamente (por gracia), sin exigirnos acumular obras santas, sino sólo por la fe puesta en el bendito descendiente de Abraham, el Hijo de Dios, quien ofreció su vida a cambio de la nuestra, para pagar por nuestras culpas, y liberarnos de la condena que pesaba sobre nuestras almas. Las verdaderas buenas obras vienen después, y son la evidencia de la salvación.

Así como el primer pacto fue puesto en vigencia con el derramamiento de sangre de animales puros, el segundo pacto fue instaurado con la sangre que el Cordero de Dios derramó en la cruz, lo que estaba por ocurrir en las horas siguientes a esta última cena del Señor con sus discípulos.

 

JESÚS ANUNCIA QUE LO DEJARÁN SOLO

Una vez que terminaron de cantar el himno, salieron al monte de los olivos, y Jesús les anunció que todos se turbarían por su causa esa misma noche, y lo abandonarían, cumpliéndose así la profecía de Zacarías, cuando dijo: "Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas", pero que, luego de resucitar, Él iría delante de ellos a Galilea para encontrarlos allá. Entonces Pedro se acercó al Señor, y le dijo que, aunque el resto de sus compañeros lo abandonara, él nunca se escandalizaría al punto de dejarlo solo, a lo que Jesús respondió: "De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces". Pedro insistió, diciendo que, si fuera necesario, moriría por él, pero que jamás lo negaría. El resto de los discípulos afirmaron lo mismo. (26:30-35)

* El himno a que hace referencia Mateo se trataría de lo que conocemos como el Salmo 118, el cual nos habla de la infinita misericordia de Jehová, que oyó las oraciones del pueblo oprimido, y envió su salvación. Tradicionalmente la comunidad judía lo entona cuando se conmemora la pascua.

Es conmovedor pensar que nuestro Redentor cantaba este Salmo que hablaba sobre Él y su maravillosa obra para sacarnos de la angustia, y llevarnos al Reino de su amado Padre, porque Jesús fue la respuesta a la súplica desesperada de una humanidad oprimida por las tinieblas. Pero es más conmovedor cuando reflexionamos que, mientras el Señor cantaba el salmo aquella noche, ya estaba cumpliéndose la profecía de este canto, que dice que los edificadores desecharían la piedra preciosa que YHWH les había dado, la cual, a pesar del rechazo, de igual manera, se convertiría en cabeza de ángulo de la Casa de Dios (la Jerusalén del cielo), que comenzaba a edificarse con piedras escogidas por el mismo Creador

**  En el último capítulo del libro de Mateo, vemos el cumplimiento de la promesa que Jesús hizo a sus discípulos de que, una vez que resucitara, iría delante de ellos a Galilea, para encontrarlos allá. Cuando Jesús les dijo esto, ellos aún estaban golpeados por la noticia de que estaban viviendo las últimas horas con su Maestro, que iba a ser traicionado y abandonado por ellos mismos. Probablemente, ni siquiera se dieron cuenta de que les estaba anunciando que su muerte no era el final, pues Jesús no iba a quedar cautivo de la muerte, sino que iba a resucitar, y en su resurrección iba a abrir, para todo el que creeel camino que lleva al Trono de Dios y a la vida eterna, el cual había sido cerrado en el principio de la creación, cuando Adán y Eva pecaron contra Dios.


LA ANGUSTIA DEL HIJO DEL HOMBRE 

Luego de esto, fueron a un lugar llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos que lo esperaran sentados mientras Él iba a orar aparte. Pidió a Pedro y a los hijos de Zebedeo (Juan y Jacobo) que lo acompañaran, y les dijo: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo". Alejándose un poco, se postró y oró al Padre diciendo: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú". Volvió a donde estaban sus discípulos, y los halló durmiendo, entonces les dijo: "¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil". Nuevamente se alejó de ellos, y volvió a orar al Padre, pidiendo: "Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad". Vino otra vez hacia los discípulos, y los encontró durmiendo nuevamente, pues sus ojos se caían de sueño. Se alejó de ellos nuevamente, y volvió a orar al Padre pidiendo lo mismo por tercera vez, luego de lo cual, fue nuevamente hacia sus discípulos, y los dejó dormir y descansar un poco más. Luego les dijo: "He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega". (26:36-46)

* Lucas dice que esto aconteció en el monte de los olivos. No hay contradicción, pues, Getsemaní es un Jardín ubicado a las faldas del monte de los olivos. También Lucas nos amplía los detalles sobre la gran angustia de nuestro Señor antes de ser apresado; de cómo, mientras oraba intensamente, caía su sudor a la tierra como grandes gotas de sangre

La descripción de Lucas nos permite ver la humanidad de nuestro Señor. Él no era impasible como argumentan algunos, que dicen que, por su origen divino, Él podía evitar sentir dolor; sin embargo, sabemos que cuando salió de Dios, y vino al mundo, se despojó de toda su divinidad, y tomó la forma de un hombre de carne y sangre, sujeto a todos los dolores, necesidades, tentaciones, y molestias que nos produce nuestra naturaleza humana. Él debía hacerse a la semejanza de aquellos por los cuales venía a ofrendarse. Si bien es cierto, el Espíritu de Dios estaba en toda su plenitud en Cristo, y era posible ver la gloria de Dios en Él, Él era un ser humano. Aparte de la llenura del Espíritu, la única diferencia entre Jesús y cualquiera de nosotros era que en el Hijo del Hombre nunca hubo pecado, porque no fue engendrado por simiente de hombre, sino por el Espíritu Santo.

Como todo ser humano, Jesús estaba muy angustiado de pensar en lo que iba a padecer, y oró al Padre para ver si podía ser eximido de tan grande sufrimiento, sin embargo, Él estaba decidido a hacer la voluntad de su Dios y Padre, y así lo hizo. Pero ¿por qué era necesario tanto dolor? Porque cuando Jesús aceptó cargar nuestros pecados sobre sí, también estaba aceptando recibir la justa ira de Dios que nosotros merecíamos recibir por causa de esos pecados.  Jesús demostró que, aunque sabía que iba a ser acusado injustamente, escarnecido, torturado, azotado, despreciado, escupido y crucificado, no estimó su vida como algo a qué aferrarse; más bien, sabiendo que su sacrificio significaría vida eterna para los hombres, Él se sujetó a lo que Dios le había enviado a hacer, y se entregó obedientemente como propiciación por los pecados nuestros. Habiéndose consumado todo según la perfecta voluntad del Padre, Jesús entregó su Espíritu, y su cuerpo terrenal murió, pero al tercer día resucitó en un cuerpo glorificado, y Dios lo exaltó a su diestra, haciéndolo Señor y Cristo, para que en el nombre de Jesucristo, toda rodilla se doble, no sólo en la tierra, sino en el cielo y debajo de la tierra.

** Es interesante ver que, incluso en los nombres de lugares escogidos por Dios, podemos extraer un significado en el ámbito espiritual. Por ejemplo, de acuerdo a las Escrituras, sabemos que los hijos de Dios son llamados "olivos", pues, Pablo, en su epístola a los Romanos, se refiere a los judíos como "olivo original", y a los gentiles como "olivo silvestre". Por su parte, la palabra "getsemaní" significa "prensa de aceite", es decir, donde las olivas (aceitunas) son aplastadas, presionadas para extraer de ellas el rico aceite. Los hijos de Dios somos comparables a las olivas, porque lo mejor de nosotros aflora en medio de las pruebas y tribulaciones. Como dijo nuestro Señor, su gracia se fortalece en nuestra debilidad. Mientras más quebrantado es nuestro ego, mayor es la gracia que nuestro Señor puede derramar sobre nosotros; en otras palabras, mientras más debilitada esté nuestra confianza en nuestro propio brazo para salir de las aflicciones, con mayor facilidad fluye el poder de Jesucristo para liberarnos de ellas.


EL ARRESTO DE JESÚS

Mientras todavía hablaba, vino Judas Iscariote, y con él mucha gente de parte de los principales sacerdotes y ancianos, portando espadas y palos. Judas había dicho que la señal para que supieran a quién debían arrestar iba a ser un beso en la mejilla del Maestro. Así que se acercó, y diciendo: "¡Salve, Maestro!",  le besó. Entonces apresaron a Jesús. Uno de los apóstoles sacó su espada, y cortó la oreja a un siervo del sumo sacerdote. Mas Jesús lo reprendió diciendo: "Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán". Además, le hizo ver que lo que estaba sucediendo iba según lo que estaba profetizado en las Escrituras. Si no fuera así, dijo, le bastaría con pedir ayuda al Padre, y Él le enviaría más de doce legiones de ángeles para rescatarlo. También se dirigió a los que le prendían, diciéndoles que no necesitaban haber venido con palos y espadas esa noche como si él fuera un ladrón, pues, todos los días lo habían visto sentarse en el templo a enseñar, y no lo detuvieron; sin embargo, lo que estaban haciendo era para dar cumplimiento a las Escrituras. Cuando lo tomaron preso, los discípulos huyeron del lugar. (26:47-56)

* Algunas de las Escrituras que hablan sobre los padecimientos del Mesías son las profecías de Isaías, donde vemos que el siervo que sacará a Israel de su inmundicia será despreciado, azotado, herido y abatido, y su sepultura será con los impíos. 

** En cuanto a la profecía de Zacarías, quien dijo que, una vez que se hiriera al Pastor, las ovejas se dispersarían, se estaba cumpliendo en este momento, cuando los discípulos, al sentirse tan desorientados de ver que su Maestro estaba siendo apresado, entraron en pánico, olvidando las promesas que le habían hecho, pocos minutos antes, de que nunca lo abandonarían. 


 JESÚS ANTE LOS LÍDERES JUDÍOS

Luego que prendieron a Jesús, lo llevaron al sumo sacerdotes Caifás, que estaba con los escribas y ancianos. Pedro lo seguía de lejos, y se quedó en el patio de la casa del sumo sacerdote. Los líderes religiosos buscaban falsos testimonios para condenar a Jesús, y encontraron a un par de hombres dispuestos a testificar en su contra. Uno dijo que había oído a Jesús decir que iba a derribar el templo, y que lo reedificaría después de tres días. Caifás esperaba que Jesús se defendiera de las acusaciones, mas Él guardaba silencio, entonces, el sumo sacerdote le dijo: "Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios". Y Jesús respondió: "Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo". Entonces, el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, y lo culpó de blasfemia, a lo que todos respondieron: "¡Es reo de muerte!", y comenzaron a escupirle en el rostro, y a darle puñetazos, y otros le abofeteaban, y le decían: "Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó". (26:57-68)

* Como podemos ver, los hechos que estaban sucediendo iban dando cumplimiento, uno tras otro, a distintas profecías de las Escrituras: "Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca" (Is 53:7); "Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos" (Is 50:6); "Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza" (Sal 22:7; "Hiere al pastor, y serán dispersadas las ovejas; y haré volver mi mano contra los pequeñitos" (Zac 13:7). Además, estaban por cumplirse otras, como "Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes" (Sal 22:16-18); "yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores" (Is 53:12); y "he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido" (Dn7:13-14).

** En cuanto a la acusación del falso testigo, quien dijo que Jesús había amenazado con derribar el templo, se trata de una tergiversación de lo ocurrido el día en que Jesús expulsó del templo a los comerciantes, que hacían sus ganancias a costa de las necesidades de la gente que venía para adorar. Se trataba de un negocio lucrativo no sólo para ellos, sino que también reportaba ganancias a los líderes judíos. Por ese motivo, estos últimos, molestos por la intervención de Jesús, quien, les recriminó haber convertido el templo de Dios en una casa de mercado, le pidieron que mostrara alguna señal que indicara que Él tenía autoridad para hacer lo que estaba haciendo. Entonces, Jesús, a la demanda de una señal, respondió: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré". Sin embargo, Jesús no estaba refiriéndose al templo levantado por los hombres, que había tomado cuarenta y seis años en ser terminado, sino que estaba hablando de su cuerpo, el templo de Dios, que iba a ser matado, pero que en tres días volvería a vivir. Una respuesta muy similar había dado en otra oportunidad a los judíos que demandaban señal de que era el Cristo; Él les dijo: "La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches" (Mt 12:39-40). La única señal reservada para los que le rechazaban iba a ser su muerte y resurrección.


PEDRO NIEGA CONOCER A JESÚS

Estando Pedro en el patio, se le acercó una criada que reconoció haberlo visto con Jesús, a lo que Pedro respondió: "No sé lo que dices". Cuando estaba cerca de la puerta, otra criada también lo reconoció, y dijo a los presentes que había visto a Pedro junto a Jesús; y Pedro respondió: "No conozco al hombre". No pasó mucho tiempo después, cuando un grupo de hombres lo intimidaron diciendo que efectivamente era uno de los discípulos de Jesús, pues incluso su forma de hablar lo delataba. Esta vez, Pedro no sólo lo negó, sino que empezó a maldecir, diciendo: "No conozco al hombre". En seguida, el galló cantó, y Pedro recordó las palabras del Maestro cuando le dijo: "Antes que cante el gallo, me negarás tres veces", y saliendo, lloró amargamente. (26:69-75)

* Al parecer, desde donde Pedro estaba, podía ver a Jesús, pues Lucas, en su versión del evangelio, dice que, cuando el gallo cantó, Jesús se volvió hacia Pedro y lo miró; entonces Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho, de que lo negaría tres veces antes de que el gallo cantara.


JESÚS ES LLEVADO ANTE PILATO

Cuando amanecía, los principales sacerdotes y ancianos llegaron al acuerdo de que entregarían a Jesús a las autoridades romanas para que lo mataran. Atado, lo condujeron hasta el gobernador Poncio Pilato, y lo pusieron a su disposición. (27:1-2)

* El evangelio según san Juan nos da un poco más de información sobre cómo ocurrieron los hechos, diciendo que los líderes judíos llevaron a Jesús al pretorio, pero no entraron para evitar contaminarse y así poder comer la Pascua. ¡Qué lamentable contradicción!, porque justamente estaban conduciendo al Cordero de Dios hacia el altar para ser sacrificado. Ya había empezado la verdadera Pascua, y ellos, cegados por Satanás, eran los antagonistas que, movidos por el odio, estaban dando cumplimiento a las Escrituras que hablaban de los padecimientos que el Mesías debía sufrir para llevar a la gloria a los descendientes de Abraham según la fe.

Juan también deja muy en claro que la intención de los líderes judíos era matar a Jesús, pues, cuando Pilato les dijo que juzgaran a Jesús según sus leyes, ellos respondieron: "A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie..."


REMORDIMIENTO Y MUERTE DE JUDAS


Cuando Judas vio que Jesús era condenado a muerte, sintió gran remordimiento, y fue a devolver las treinta piezas de plata a los líderes judíos, lamentándose de haber pecado al entregar a un inocente para que lo mataran, pero éstos lo ignoraron. Entonces, arrojando las monedas dentro del templo, salió de allí y se ahorcó. Los sacerdotes estimaron que no era correcto echar esas monedas al tesoro del templo, porque era dinero usado para dar muerte a una persona, así que lo usaron para financiar la compra del campo del alfarero, el cual destinaron a dar sepultura a los peregrinos, motivo por el cual ese terreno es conocido como "campo de sangre". Esto ocurrió para que se cumpliera la profecía que dice: "Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel; y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor". (27:3-10)

 * Aquí hay dos profecías unidas: la de Zacarías, que dijo: "Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. Y me dijo Jehová: Échalo al tesoro; ¡hermoso precio con que me han apreciado! Y tomé las treinta piezas de plata, y las eché en la casa de Jehová al tesoro" (Zac 11:12-13 RVR); y también, las palabras de Jeremías cuando, obedeciendo a Jehová, compró la heredad de Anatot, en un momento que parecía absurdo invertir, por cuanto la caída del reino de Judá era inminente. Sin embargo, Jehová le ordenó guardar el original y la copia de la escritura en una vasija de barro para que se conservaran por largo tiempo, pues, el Señor prometió que, después de la devastación del reino, y la cautividad de los hijos de Israel en manos de los caldeos, que estaba por suceder por causa de los pecados del pueblo de Judá, Él los haría volver a su tierra, y podrían comprar y vender heredades nuevamente, "porque yo haré regresar sus cautivos, dice Jehová" (Jer 32:36-44)

No es fácil comprender qué quiere decir la profecía de Zacarías, y además, relacionarla con lo que estaba ocurriendo con el Ungido de Dios. Cuando esto sucede, es bueno ir al origen de las palabras, lo que puede ayudarnos a entender. La palabra que la Reina Valera tradujo como "tesoro", además de tener ese significado, quiere decir "moldear", "forjar", "formar", "delinear". La misma palabra fue traducida como "crisol" en la Septuaginta, esto es, el recipiente que se usa para someter los metales (como el oro), a temperaturas muy altas, de manera de obtener su máxima pureza. 

Los sacerdotes tasaron a Jesús en treinta piezas de plata, la misma cantidad de monedas en que, según la ley, se tasaba el valor de un buey que iba a ser apedreado por haber matado al esclavo de un tercero, a fin de compensar al dueño del buey. Jesús se despojó de su divinidad y se hizo hombre, y como tal, vino a ofrendar su vida, a fin de reconciliarnos con nuestro Creador, (lo que en la ley se simbolizaba con el buey que se ofrecía como ofrenda de paz). Jesús no vino como rey, sino como el siervo de Dios anunciado en las profecías. Por eso, las Escrituras dicen "Sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos..." (Sal 40:6). La traducción correcta debiera ser "oreja" (el órgano, no el sentido de la audición), porque el Salmo está haciendo referencia a las leyes sobre los esclavos hebreos quienes, habiendo sido incapaces de pagar su deuda a otro hebreo, se hacían esclavo del acreedor sirviéndole por un tiempo. La ley decía que los esclavos hebreos estaban obligados a servir a su amo por seis años, pero al séptimo obtendrían su libertad. Sin embargo, la ley además contemplaba que, si el siervo decidía seguir sirviendo a su Señor, "su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre" (Ex 21:6). David, inspirado por Dios, en el Salmo 40 estaba hablando del Mesías, el siervo de Dios, que se ofreció para venir a hacer la perfecta voluntad de su Dios y Padre, a fin de rescatar a los escogidos.

Para que la ofrenda de la vida de Jesús como sustituto nuestro fuera válida, Él debía recibir sobre sí el castigo (las copas de la ira de Jehová) que nuestros pecados merecían, por tanto, no sólo debía morir en la cruz como el peor de los malhechores (lo qué éramos todos antes de venir a Jesucristo), sino que, como siervo fiel, debía mantenerse obediente a Dios hasta la muerte, lo que se simboliza con el crisol. Lo anterior, con el fin de revertir la maldición que había sobre la creación por causa de la rebelión de Adán

A eso se refiere el autor del libro a los Hebreos, cuando dice: "Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia...". No significa que Jesús haya sido desobediente, y hubo que enseñarle a obedecer; sino que debía demostrar que podía mantenerse obediente al Creador durante toda su vida en la tierra, y amar más la vida de aquellos que había venido a salvar que la suya propia, aun cuando fuera sometido injustamente al peor padecimiento que su cuerpo físico pudiera soportar, e incluso morir por ello. Isaías lo había anunciado: "Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento";  (...) "Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos"; (...) "por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos" (Is 53:10-12)

El alfarero es Dios, quien nos moldea para que seamos hechos a la imagen de su Hijo Jesús, único en su clase (es el significado de "Unigénito"), quien tiene la preeminencia en todo, y quien, como todos los escogidos, también fue moldeado en el fuego de la aflicción, para luego ser exaltado.

** En cuanto al "campo de Sangre", en el libro de los Hechos, Lucas relata que Judas Iscariote había comprado ese terreno con el dinero recibido por traicionar a Jesús, y que fue allí donde se suicidó, y su cuerpo (probablemente después de ahorcarse, se soltó de donde colgaba) cayó con fuerza a tierra, desangrándose, noticia que se esparció por toda Jerusalén, y por eso lo llamaron "campo de sangre". La historia y tradición confirman lo señalado por Mateo en este capítulo, pero no niegan lo que dice Lucas en el libro de Hechos. Es muy probable que ambas historias sean ciertas, y que una aconteció antes que la otra. Es decir, Judas habría comprado el campo con el dinero recibido; luego de saber que Jesús iba a ser condenado a muerte, devolvió la cantidad recibida, y fue hasta el campo, y se suicidó, pero su suicidio no pasó inadvertido, dados los siniestros eventos que lo rodearon. El campo, que quedó marcado por los trágicos hechos, ahora estaba disponible para ser vendido, y los líderes judíos, viendo que el dinero devuelto no podía ser usado en el templo, estimaron que una forma de disfrazar la macabra fama que había adquirido el terreno por causa del suicido de Judas, en medio de circunstancias que los involucraban a ellos, era comprándolo para usarlo como cementerio para los peregrinos.


EL HIJO DE DIOS ES SENTENCIDO A MUERTE


Estando Jesús en pie delante de Pilato, éste le preguntó: "¿Eres tú el Rey de los judíos?", y Jesús le respondió: "Tú lo dices". Pilato, admirado de ver que Jesús no respondía a las acusaciones de los líderes judíos, le preguntó si entendía los cargos que se levantaban contra él; pero Jesús siguió sin responder. (27:11-14)

 * Aquí vemos cumpliéndose la profecía de Is 53:7, que dice: "Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca".


Era tradición que, durante estas fiestas, el gobernador liberara a un prisionero que el pueblo escogía. En esa ocasión, estaba preso un ladrón acusado de sedición y homicidio llamado Barrabás. Mientras Pilato estaba en el tribunal para decidir si liberaba a Jesús, a quien sabía que lo habían llevado por envidia, o a Barrabás, su esposa le hizo llegar un mensaje diciendo: "No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él". Antes de que Pilato preguntara al pueblo a quién iban a escoger para liberar, los líderes judíos habían convencido a la gente que debían escoger a Barrabás, y que pidieran la crucifixión para Jesús. Cuando Pilato vio que nada podía hacer contra la determinación de esa multitud alborotada, tomó agua, y se lavó las manos, diciendo: "Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros", y el pueblo respondió: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos". Entonces Pilato liberó a Barrabás, mandó azotar a Jesús, y lo entregó para ser crucificado. De allí lo llevaron al pretorio, y reunieron ante él a toda la compañía de soldados, y lo escarnecieron, desnudándole y poniendo sobre él un manto color escarlata; sobre su cabeza, una corona de espinas; y en su mano derecha, una caña. Hincando la rodilla ante él, le decían "¡Salve, Rey de los judíos!", y le escupían y, tomando la caña, le golpeaban en la cabeza. Después de haberlo torturado, le volvieron a poner sus vestidos, y lo llevaron para crucificarle.(27:15-31)

* Además de ser el Cordero cuya sangre expía nuestros pecados, y nos libera de la esclavitud del pecado y de la muerte (que es consecuencia del pecado), Jesús es también el macho cabrío, sobre cuya cabeza el sumo sacerdote ponía sus manos en el día de la expiación, en señal de estar traspasando todos los pecados, las iniquidades y rebeliones de Israel sobre el animal, luego de lo cual, éste era conducido al desierto, para que llevara todas esas inmundicias a tierra inhabitada. La dolorosa corona de espinas que fue puesta sobre la cabeza de Jesús es como esas manos transfiriendo sobre Jesús la carga despreciable de nuestros pecados. 

** Los padecimientos de Jesús, cómo lo vivió en su alma, lo vemos en el libro de Isaías 38, en parte de las palabras que el rey Ezequías escribió cuando enfermó de muerte, palabras que son proféticas sobre los sufrimientos del Mesías: "Contaba yo hasta la mañana. Como un león molió todos mis huesos; de la mañana a la noche me acabarás. Como la grulla y como la golondrina me quejaba; gemía como la paloma; alzaba en alto mis ojos. Jehová, violencia padezco; fortaléceme. ¿Qué diré? El que me lo dijo, él mismo lo ha hecho. Andaré humildemente todos mis años, a causa de aquella amargura de mi alma. Oh Señor, por todas estas cosas los hombres vivirán, y en todas ellas está la vida de mi espíritu; pues tú me restablecerás, y harás que viva". (Is 38:13-16). ¿Por qué atribuimos estos pasajes al sufrimiento del Mesías?, porque no fue el restablecimiento de la salud de Ezequías lo que da vida a los hombres, sino el padecimiento,  la muerte y resurrección de Jesús quien, por su obediencia hasta la muerte, fue hecho Señor y Cristo.

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(Continuar en Mateo Parte Final)


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