viernes, 21 de agosto de 2020

MATEO IX - El Más Pequeño es el Más Grande (Mt 18, 19 y 20)

(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos estudiados (identificados al pie de cada párrafo); los textos en cursiva son los comentarios hechos por mí respecto de esos textos. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los enlaces.)

[Empezar en Mateo Primera Parte]




SER COMO NIÑOS


Los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron: "¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?". Entonces Jesús llamó a un niño, y lo puso en medio de ellos, diciendo: "si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos", "Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe". También dijo: "cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar"; porque es inevitable que haya tropiezos, pero "¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!". Así que, siguió diciendo, "si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno". "Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego". (18:1-9)

* Los niños son como vasijas vacíascon sus mentes y sus sentidos dispuestos a ser enseñados y alimentados de lo que puedan proveerle aquéllos de quienes dependen. El Señor, en forma figurada, nos llama a presentarnos ante Él como niños, inocentes, mansos y humildes, dependientes de Su Gracia, para que repose sobre nosotros el poder de Cristo, y que por él seamos capaces de derribar toda fortaleza y todo orgullo que impida que conozcamos a Dios, y de someter todo pensamiento a la obediencia al Señor
 
En otras palabras, para ser alguien en el reino de los cielos (v.1), debemos despojarnos "del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos" (Ef 4:22) y ser renovados en el espíritu de nuestra mente, revistiéndonos "del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Ef 4:24).

Recordemos cómo dice David, inspirado por el Espíritu Santo, que fueron puestos los fundamentos de la Ciudad de Dios: "De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza" (Sal 8:2); porque Dios no recurrió a la sabiduría de los escribas, fariseos y saduceos para establecer los cimientos y comenzar a levantar los muros de la ciudad celestial, "sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte" (1Co 1:26-27), pues, los hombres que escogió el Señor como apóstoles para fundar su iglesia no eran los más instruidos de su tiempo, sino que eran como niños, mansos y ávidos de ser enseñados por el Maestro.

** Los pequeños que son susceptibles de ser objeto de tropiezo (v.6), son personas que, por obra del Espíritu, están comenzando a buscar al Señor, o recientemente se han convertido a Cristo, por lo cual son inmaduros espiritualmente. Pablo se refiere a estos pequeños como "débiles en la fe", y llama a los creyentes maduros a cuidar de ellos, evitando usar, delante de ellos, la libertad que tenemos en Cristo, si esa libertad pudiera ser interpretada erradamente por ellos, induciéndolos a pecar en sus consciencias.  

Sin embargo, es lamentable tener que decir que, hay quienes parece que nunca van a pasar de la niñez a la adultez espiritual; pero ese mal tiene remedio, y es tan simple como tomar la Biblia, y comenzar a leerla regularmente. El escritor de la epístola a los hebreos se lamentaba de que, habiendo transcurrido tiempo suficiente desde que habían recibido al Señor en sus corazones, muchos aún no eran capaces de entender las profundidades de las Escrituras. Él escribió: "Después de tanto tiempo, ya debían poder enseñar a otros; sin embargo, hay necesidad de enseñarles de nuevo hasta los más sencillos principios de la Palabra de Dios. Se han debilitado tanto que, como niños, tienen que tomar sólo leche en vez de alimentos sólidos. Esto demuestra que todavía no saben diferenciar entre el bien y el mal. ¡Todavía son ustedes como recién nacidos! En cambio, los alimentos sólidos son para quienes ya son maduros, para quienes ya están acostumbrados a juzgar y a distinguir entre lo que es bueno y lo que es malo" (He 5:12-14 NBV).

Pablo también se lamentaba de no poder hablar a los corintios como a personas "espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo" (1Co 3:1). "Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?(1Co 3:2-3), se quejaba el apóstol. 

*** Juan Crisóstomo, uno de los padres de la iglesia, que vivió entre los siglos IV y V, dijo que Jesús, cuando dice que si un pie, una mano o el ojo nos hacen pecar, mejor es arrancarlo y tirarlo lejos (vv.8-9), "no habla aquí de los miembros del cuerpo, sino de los amigos, a quienes tenemos nosotros como miembros necesarios, porque nada hay tan nocivo como una conversación mala" (Biblia de Estudio Patrística, siglos I al VI, La Sabiduría del Cristianismo Antiguo). Lo cierto es que razón tiene, si nos situamos en el contexto en que Jesús hizo este comentario. En el versículo anterior, el Señor dijo: "¡Ay del mundo por los tropiezos!, porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!" (v.7). Aún más acertado me parece el comentario de Crisóstomo, si esos amigos, cuyas "malas conversaciones corrompen las buenas costumbres" (1Co 15:33), están dentro de la iglesia. Pablo, en la primera epístola a los corintios, manda a los creyentes: "no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis" (1Co 5:11).

Por lo demás, sabemos que Jesús estaba hablando en forma figurada (vv.8-9), porque, aún si quitáramos la parte del cuerpo con la cual pecamos, no cambiaría lo que hay en el corazón, que es donde está el problema por el cual Jesús murió. Es decir, no se trata de eliminar el objeto de pecado, sino de ser transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento, de modo que, conozcamos la perfecta Voluntad de Dios para todos los ámbitos de nuestras vidas, que, en este caso específico, se refiere a ejercer señorío sobre el cuerpo; pues, no debemos menospreciar el poder del pecado sobre nuestra naturaleza adánica. Como dijo Pablo: "con la mente yo mismo me someto a la Ley de Dios, pero mi carne está sujeta a la ley del pecado" (Ro 7:25 NVI); en otras palabras, aunque fuimos declarados santos por la fe en Cristo, a quien amamos y queremos servir, el pecado tiene aún influencia en los miembros de nuestro cuerpo carnal, por tanto, si seguimos oponiéndonos a la obra del Espíritu Santo en nosotros, para que lleguemos a desarrollar dominio propio, estamos en serio peligro de volver a hacernos esclavos del pecado, y rebelarnos contra Dios 

Muchas tentaciones llegan a nuestro corazón a través de nuestros sentidos: vista, oído, gusto, tacto, olfato, cuyo canal de entrada es el cuerpo. A fin de no ceder a las tentaciones, obedezcamos al Apóstol Juan que nos manda: "No amen al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. El mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1Jn 2:15-17 NBLA).


CUIDAR A LOS PEQUEÑOS



También dijo Jesús: "Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido". El Señor comentó que, así como un hombre que tiene cien ovejas, al descarriarse una de ellas, deja las otras noventa y nueve para ir a buscar a la perdida; y al encontrarla, se alegra más por la oveja que recuperó que por las otra noventa y nueve que nunca se descarriaron, "así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños", dijo el Señor. (18:10-14)

* Como podemos ver, Jesús también llama "pequeños" a los que se han alejado del Reino por causa del pecado, como sucedió con muchos de los israelitas en ese tiempo. Pero Jehová envió al Buen Pastor para hacer volver al redil esas ovejas extraviadas, cumpliendo su promesa hecha por boca de Ezequiel: "Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad" ... "Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil..." (Ez 34: 11-12, 16).

Pero ese mal no sólo afectó a los israelitas en tiempos de Jesús; en la actualidad no pocos cristianos, por diversos motivos, se alejaron de los caminos de Dios, y cayendo en las trampas de la vida secular, quedaron atrapados en ella. Pero Santiago nos enseña que debemos orar los unos por los otros, porque "la oración eficaz del justo puede mucho" (Stg 5:16), y que "si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados" (Stg 5:19-20).

** Al respecto, debemos reflexionar y preguntarnos ¿Cuántas veces hemos condenado al prójimo que cae en adicciones? Muchas veces esos "pequeños" son echados a la calle por gente que se autodefine como "cristiana", para que no causen más problemas ni vergüenza. Los que hemos renacido, nos regocijamos de saber que Jesús perdonó nuestros pecados, pero ¿hemos sabido perdonar a estos "pequeños" que nos causan tanta aflicción? ¿Hemos hecho nuestro mejor esfuerzo y sacrificio por rescatar a esa oveja descarriada? ¿Hemos pedido sabiduría para que el Señor nos guíe en cómo hacer para rescatar a esa oveja perdida? ¿Hemos orado al Padre para que tenga misericordia de ese ser humano como tuvo misericordia de nosotros?  

Dice la Palabra que, para que los extraviados invoquen el nombre del Señor, debe haber alguien que les presente al Señor en sus vidas. ¿Hemos hecho la tarea?, porque nosotros somos los llamados a evangelizar, y a ser luz en medio de las tinieblasCuando uno de esos pequeñitos, persuadido por el Evangelio, viene a Cristo para ser rescatado, el Señor lo recibe con los brazos abiertos, y hace morada en su corazón por medio de su Espíritu para guiarlo en la rehabilitación no sólo de su adicción, sino de su alma. Jesús no rechaza a ninguno que venga con un corazón quebrantado a pedir ayuda


EL PERDÓN


En consecuencia, dijo Jesús: "si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano". Y continuó diciendo, "si no te hace caso, haz que te acompañen uno o dos más, para que todo lo que se diga conste en labios de dos o tres testigos"; "Si tampoco a ellos les hace caso, hazlo saber a la iglesia(RVC); "y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano". Además, agregó el Señor "todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo". Y reiteró que, si dos creyentes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, el Padre que está en los cielos lo hará, "porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos", dijo el Señor. , Entonces Pedro se acercó, y preguntó al Maestro: "Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?". Jesús respondió: "No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete". (18:15-22)

* Me parece que, cuando Jesús dice que hay que tener al rebelde por gentil o publicano, no está hablando de tratarlo como si fuera gentil o publicano, sino de que los hechos han revelado lo que realmente es: uno que no pertenece a la iglesia, como un extranjero inconverso (gentil), o como un publicano, es decir, un judío que, por codicia, se volvió enemigo del pueblo santo, sirviendo a sus opresores; en definitiva, alguien que menosprecia las cosas de Dios, porque ama más el mundo. En contraste, un verdadero cristiano es alguien que, por el poder del Espíritu de Dios que mora en su interior, vive, ya no conforme a los deseos de la carne, sino para agradar a Dios. De hecho, cada vez que un verdadero creyente cae en la cuenta de que ha pecado, se arrepiente profundamente, y vuelve al camino, porque el Espíritu dentro de él lo convence de pecado y de justicia.
 
Con todo, si el caso fuera que el acusado sí es un creyente, al que, a pesar de habérsele llamado la atención reiteradamente, no da señales de arrepentimiento, sino que sigue enredado en el pecado, deberá ser separado de la iglesia, porque una manzana podrida tiene el potencial de echar a perder el resto de las frutas. En definitiva, como sólo Dios sabe si se trata de un verdadero creyente, el remedio es el mismo: sacarlo de la iglesia, y lo que resulte de ese castigo revelará si es o no un hijo de Dios. 
 
Tenemos, por ejemplo, un caso de inmoralidad que Pablo debió enfrentar en Corinto, que el apóstol juzgó, diciendo: "el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús" (1Co 5:5). Pablo no condenó a muerte al transgresor, como algunos interpretan este pasaje, sino que lo apartó de la iglesia, lo que significaba que quedaría a merced de Satanás, quien, sin dudas, lo iba a zarandear como a trigo, pero, aunque parece duro, tal castigo no estaba fuera de la Voluntad de Dios, ya que, su fin era mortificar la carne; es decir, que aquel hombre hiciera morir su viejo yo que lo dominaba, para que su ser espiritual fuera fortalecido, pues, dice la Escritura que, "la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación" (2Co 7:9). Así que, puesto que "irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios" (Ro 11:29), si el transgresor había sido sellado por el Espíritu Santo, sin dudas, terminaría arrepintiéndose, es decir, "él mismo será salvo, aunque así como por fuego" (1Co 3:15). Por la segunda epístola a los corintios, sabemos que, al parecer (aunque no hay certeza de que se trata de la misma persona), el protagonista de esta historia se arrepintió profundamente de su pecado, y fue perdonado por sus hermanos y por Pablo, y reintegrado a la iglesia.
 
** Cuando estudiamos el capítulo 16 de este libro, vimos que Jesús dijo a Pedro que le daría las llaves del reino, luego de lo cual, el Señor agregó: "todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos" (Mt 16:19), por lo cual, llegamos a la conclusión de que las palabras "atar" y "desatar" (v.18) tienen el significado de "cerrar" o "abrir" las puertas del reino de los cielos, según se haya juzgado pertinente retener o remitir los pecados a un transgresor. En el caso que Pablo enfrentó en Corinto, el apóstol, después de saber que el hombre que había sido apartado de la iglesia, había dado muestras de arrepentimiento, lo absolvió (desató), quedando éste libre de culpa ante los hombres y ante Dios. 
 
Con todo, las palabras "atar" y "desatar" han sido muy mal utilizadas por algunos, asociándolas a la obtención de beneficios en esta vida, como "desatar" prosperidad o riquezas, o para anular el poder de algo, diciendo que hay que "atar" a algún espíritu diabólico que pudiera estar causando problemas. También he escuchado que se usan estas palabras para, como dicen ellos, "activar" la fe, cuando, por ejemplo, desean que algo se haga realidad, dicen: "átalo", que es como decir: "haz de cuenta que ya lo tienes, y lo tendrás", o, por el contrario, usan "desátalo", como diciendo, "sácalo de tu mente", o "libérate de eso", esperando que una dificultad desaparezca. De esa forma definen erradamente la fe bíblica, y la llaman "creencia positiva" y, a lo contrario, "creencia negativa", y dicen, por ejemplo: "estoy creyendo" para que tal o cual cosa suceda, o para que tal situación termine.
 
Pero la fe bíblica no se trata de pensar positivo, sino "es tener confianza en lo que esperamos, es tener certeza de lo que no vemos" (He 11:1-2 NVI), porque lo que nosotros esperamos es "nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados" (Ro 8:23-24 NVI). Cuando esa clase de fe está en nuestro corazón, el gozo y la paz comienzan a tomar control de toda la vida del creyente
 
En el mismo sentido, cuando decimos que la fe bíblica es "... la convicción de lo que no se ve" (He 11:1), nos referimos a cosas como éstas: creemos que la Biblia es la Palabra inspirada por Diosque Dios es Espíritu y que es el Soberano de toda la creación; creemos que Jesucristo fue engendrado por Dios, que salió de Él, y vino al mundo; que es el único Camino que lleva a Dios: que Él es el primer hombre resucitado para vida eterna, en un cuerpo glorificado, y que ahora está sentado a la diestra de la Majestad en las alturas intercediendo por su iglesia; creemos que hemos sido salvados por su sangre, y que el Espíritu Santo ha venido a morar en nosotros para guiarnos en la santidad; creemos que hay una guerra espiritual, y que, aunque no comprendamos en esta vida, las pruebas que Dios permite que atravesemos tienen un propósito superior; creemos que Jesucristo volverá a buscar a su iglesia antes de que se derramen las copas de la ira de Dios, y que resucitaremos para vida eterna. En fin, no son pocas las cosas que la Biblia afirma y las promesas que allí encontramos (ver enlaces bíblicos de este párrafo), que creemos, que anhelamos y aguardamos con paciencia, y que son las mismas que nos mantienen viviendo en paz y gozo en medio de tanta tribulaciónporque nuestra confianza ya no está en las cosas de este mundo, sino en las que no vemos y en las que vendrán cuando el mundo como lo conocemos ya no exista. 
 
** Pablo abordó el tema de juzgar a los hermanos, diciendo que cualquier situación sobre esta vida que enfrente a un hermano contra otro, debe ser juzgada al interior de la iglesia, en vez de ser llevada a los tribunales seculares; y esto es, porque sólo en la iglesia puede aplicarse la justicia que es según Dios.  
 
En consecuencia, el cómo juzgamos a los hermanos conlleva una gran responsabilidad; por eso, si es necesario, tendremos que perdonar hasta setenta veces siete al que peca contra nosotros (vv. 21-22), imitando así a nuestro Padre que está en los cielos, que es paciente y misericordioso, y perdona nuestras faltas todos los días, a cada instante. 

 

Entonces, Jesús comenzó a contar una parábola, diciendo que el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos, y enfrentó a uno que le debía diez mil talentos, pero como éste no tenía con qué pagar, ordenó que fuera vendido junto a su mujer, sus hijos y todas sus posesiones a fin de saldar la deuda. Entonces, el siervo se postró, y suplicó: "Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo". El Señor tuvo misericordia, y le perdonó la deuda. Pero cuando el siervo salía, halló en el camino a un consiervo que le debía cien denarios, y comenzó a presionarlo para que pagara, pero, a pesar de que su consiervo le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo", éste no quiso oír sus ruegos, y lo echó a la cárcel. Los otros consiervos se entristecieron mucho, y fueron hasta su Señor y le relataron lo ocurrido. Entonces el rey llamó al siervo, y le dijo: "Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?". Y enfurecido, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Jesús concluyó su parábola, diciendo: "Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas". (18:23-35)

* Jesús nos enseñó a orar al Padre que está en los cielos, diciendo: "perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mt 6:12). Lamentablemente, en la cotidianeidad, ¡cuánto nos cuesta perdonar a los que nos ofenden! Sin embargo, hay que saber que nadie sale más perjudicado que los que no perdonan, porque asemeja a tener una herida profunda que no deja de sangrar. Cada vez que nos veamos tentados a no perdonar, recordemos cuán misericordioso es Dios al haber perdonado toda nuestra maldad, y cuántas veces a diario nos sigue perdonando, pues, sólo "por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos" (Jer 3:22), y sus misericordias para con nosotros se renuevan día a día; por tanto, como hijos suyos, seamos misericordiosos con los que nos ofenden, perdonando tantas veces como sea necesario.


VARÓN Y HEMBRA LOS CREÓ


Cuando terminó de decir estas cosas, partió de Galilea hacia la región de Judea, al otro lado del Jordán, hasta donde lo siguieron grandes multitudes, y Él los sanaba a todos. En eso estaba, cuando llegaron los fariseos, quienes, buscando hacerle tropezar, le preguntaron: "¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?".  A lo cual Jesús respondió con otra pregunta: "¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo", y, "por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?" Y agregó: "Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre". (19:1-6)

* Antes de analizar el tema del divorcio, quiero detenerme en la cita del libro de Génesis que Jesús hizo: "el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo" (v.4). Dios creó un varón con ciertas características físicas, y después creó, a partir del hombre, una hembra con características similares; complementarios uno del otro, pero diferente en varios aspectos, entre otros, en su sistema reproductivo; porque el varón es el que porta la simiente que lleva vida, y la mujer tiene la matriz donde se formará el nuevo serLa palabra "matrimonio" significa "calidad de madre"; y la palabra "madre" viene del latín "mater", que se refiere a la matriz en que se desarrolla un feto, o a una hembra que ha parido, o hembra respecto de sus hijos. De ahí se desprende, entonces, que la finalidad primordial del matrimonio es que el ser humano se reproduzca dentro de un vínculo estable y seguro, como es la familia. Siendo así, y aunque entendemos que los idiomas son dinámicos, llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo, sólo para obtener beneficios civiles, carece de sentido. 

Por otro lado, en ninguna parte de las Escrituras se habla de una variante, o de la eventual mutación de los géneros humanos; sólo hay dos: hombre y mujer. Sin embargo, la homosexualidad existe, pero las Escrituras se refieren a ella como el resultado del comportamiento del hombre caído. Ahora bien, habrá quien se pregunte: ¿cómo llegan a la conclusión de que la homosexualidad es consecuencia del hombre caído, y no algo propio del ser humano? 
 
Lo primero que hay que tener en cuenta es que Dios es soberano, y está sentado en Su Trono, y nosotros somos sus criaturas, y nos debemos a Él. Dice la Escritura: "Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagenA imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó" (Gn 1:27 NTV). También en las escrituras se explica cómo es que el ser humano llega a la degradación de su sexo. Si bien es cierto que los hombres no comprenden toda la obra de Dios, la Escritura dice que siempre han tenido conciencia de que hay un Ser Superior (Dios) que creó todo lo que ven, pues, "lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues Él mismo se lo ha revelado". "Porque desde la creación del mundo, las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó" (Ro 1:19-20 NVI); sin embargo, por causa del pecado que lo esclaviza desde la rebelión de Adán, el ser humano prefiere ignorarlo, porque a ese Dios creador le debe obediencia, y, como empezó a incomodarse de que Dios condenara su inclinación al mal, optó por no reconocerlo como Soberano, y decidió reemplazarlo por ídolos fabricados con sus manos, a los cuales les atribuía el haber hecho todas las cosas, pero que, obviamente, eran incapaces de enrostrarles sus perversiones. En respuesta a esta porfiada rebelión, y viendo cómo cada vez corrompían más y más la Verdad, "Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos" (Ro 1:24 NBLA), "sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza". "De la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío" (Ro 1:26-27 NBLA). Con el correr de los años, y para tranquilizar sus conciencias, han inventado todo tipo de argumentos para justificar su depravación y así ser aceptados, apelando a la consciencia de un mundo inconsciente, argumentado que se sienten víctimas de discriminación. Es lamentable reconocer que han tenido mucho éxito, especialmente este último tiempo, en convencer a una amplia mayoría de que lo que hacen es normal, y hasta han conseguido pasar leyes que los favorecen, pero que invalidan escandalosamente la ley de Dios

Con todo, aún están a tiempo de arrepentirse de sus abominaciones, porque, aunque el pecado de la homosexualidad es condenado en todas las Escrituras, Dios sigue llamando, y ofrece salvación en Cristo para todo el que escucha la Palabra, se arrepiente, y se vuelve a Él con un corazón quebrantado, buscando ser redimido. Porque la Palabra de Dios es palabra viva, que tiene la capacidad de derribar todo tipo de fortalezas que hemos levantado con pensamientos errados, y nos libera de las ataduras que nos han tenido cautivos por tantos años a través de falsos argumentos insertados con engaños en nuestros corazones. Sólo la Palabra de Dios tiene el poder de regenerar, y de transformarnos en nuevas criaturas que gozan de la verdadera libertad que es estar en el Señor.


EL DIVORCIO Y EL REINO



Entonces los fariseos preguntaron a Jesús: "¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?", a lo que Jesús respondió: "Por la dureza de su corazón Moisés les permitió a ustedes divorciarse de sus mujeres; pero no ha sido así desde el principio" (NBLA), luego de lo cual añadió: "Pero Yo les digo que cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio". Sus discípulos le dijeron que, siendo así las cosas, no conviene casarse. Entonces Jesús dijo "No todos pueden aceptar esta palabra", "sólo aquellos que reciben la ayuda de Dios. Algunos nacen como eunucos, a otros los hacen eunucos, y otros optan por no casarse por amor al reino del cielo. El que pueda, que lo acepte" (NTV). (19:7-12)

* La abstinencia sexual es un don. No todos tienen la fortaleza de ejercerla. Pablo también toca el tema, y recomienda casarse al que no puede reprimir los deseos sexuales. La Biblia no condena el sexo entre marido y esposa; lo que condena es la fornicación; esto es, sexo prematrimonial, así como extramarital, es decir, el adulterio. De hecho, si entendemos bien las palabras de Jesús, el adulterio es causa de divorcio (v.9), pero ¡hay que tener cuidado!, porque Jesús no ordena divorciarse por causa de infidelidad, sino que lo permite. Con todo, los creyentes no debemos olvidar que tenemos mandato de perdonar a los que ofenden, y de procurar la reconciliación con los que nos hacen daño

De hecho, dar carta de divorcio era una situación excepcional en que se permitía algo por causa de la maldad de los hombres, pero no era un mandato. Los fariseos preguntan "¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?" (v.7), pero Jesús no usa el verbo "mandar" para responder, sino "permitir": "Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres". Es más, Jehová condena el divorcio, y lo dice claramente por medio del profeta Malaquías: "¿No te hizo uno el Señor con tu esposa? En cuerpo y espíritu ustedes son de él. ¿Y qué es lo que él quiere? De esa unión quiere hijos que vivan para Dios. Por eso, guarda tu corazón y permanece fiel a la esposa de tu juventud. «¡Pues yo odio el divorcio! —dice el Señor, Dios de Israel—. Divorciarte de tu esposa es abrumarla de crueldad—dice el Señor de los Ejércitos Celestiales—. Por eso guarda tu corazón; y no le seas infiel a tu esposa»." (Mal 2:15-16 NTV).


LOS NIÑOS DEL REINO


Entonces, dice Mateo, le fueron traídos unos niños a Jesús para que pusiese sus manos sobre ellos, y orase, y los discípulos les reprendieron, pero Jesús dijo: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos", y puso sus manos sobre ellos, y luego se fue. (19:13-15)

* Nunca es muy temprano para enseñar a los niños en los caminos de Jesús. Mientras más pequeños son expuestos a versículos, a la fe en Cristo, al Nombre de Dios, más posibilidades hay de que los retengan toda su vida.

** En otro sentido, ya habíamos dicho que, en muchas ocasiones, las Escrituras llama "niños" a los neófitos, es decir, a los que son nuevos en la fe, o que están recién siendo atraídos hacia el Evangelio. Las puertas del cielo están abiertas para todo el que oye el llamado de Dios, y se arrepiente. Ninguno, por muy indigno que parezca a nuestros ojos, va a ser rechazado por el Señor si viene a Él como un "niño", manso, humilde, deseoso de ser acogido, y deseoso de ser alimentado del pan divino, que es la Palabra de Dios.


EL HIJO Y EL PADRE


Vino hasta el Señor un joven rico que dijo: "Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?". Antes de responder su pregunta, Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios". Luego, respondió: "si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". El joven contestó que los había guardado desde su juventud. Entonces, Jesús le dijo que, si quería ser perfecto, fuera y vendiera sus posesiones y lo diera a los pobres, pero el hombre se puso muy triste, porque era muy rico, y se fue. Jesús comentó a sus discípulos: "De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos", y que "es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios". Al oír esto, los discípulos asombrados comentaron: "¿Quién, pues, podrá ser salvo?", a lo que Jesús respondió: "Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible". (19:16-26)

La versión NTV (Nueva Traducción Viviente) traduce el texto de esta manera: "Maestro, ¿qué buena acción tengo que hacer para tener la vida eterna?—¿Por qué me preguntas a mí sobre lo que es bueno? —respondió Jesús—. Solo hay Uno que es bueno...".  LNTV tiene un comentario al pie de página que dice: "algunos manuscritos dicen Maestro bueno", refiriéndose al hecho de que no todas las copias halladas de este evangelio contienen la calificación "bueno" acompañando al sustantivo "Maestro" (v.16). Dado que los evangelios de Marcos y de Lucas sí dicen "Maestro bueno", se cree que el calificativo "bueno" en este evangelio, quizás fue omitido por error en algunos manuscritos, y se agregó posteriormente a fin de armonizar con los otros evangelios sinópticos, y con la respuesta de Jesús, cuando dice: "Solo hay Uno que es bueno" (v.17 NTV).

Habiendo dicho lo anterior, cabe preguntarse: ¿Qué quiso decir Jesús? ¿acaso Jesús está queriendo decir que Él no es tan "bueno" como Dios?   (v.17

No, la respuesta de Jesús no tenía que ver con su carácter, sino con dejar en claro que todo lo bueno que le veían hacer, no lo hacía Él por su propia cuenta, sino Dios, que estaba en Él. Algo similar dijo Jesús, aunque en otro contexto, a sus apóstoles: "cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos" (Lc 17:10), queriendo decir que no debemos esperar recibir elogios por hacer la Voluntad de Dios, pues, no hemos hecho más que lo que se esperaba de nosotros. En otra oportunidad, también dijo: "Gloria de los hombres no recibo" (Jn 5:41), porque lo cierto es que Él no buscaba su propia gloria, sino la Gloria de Su Padre que está en los cielos

** A veces este versículo (v.17nos confunde, y llegamos a pensar que, al responder Jesús de esa forma, estaba dando a entender que él no era más que un hombre común. Pero, cuando empezamos a profundizar en las Escrituras, no podemos dejar de ver que "Dios estaba en Cristo" (2Co 5:19 y otros) haciendo todas las cosas. Jesús era "Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros" (Mt 1:20), porque había recibido del Padre el Espíritu Santo sin medida, de modo que, mientras cumplía su ministerio terrenal, Jesús era un ser humano, de carne y sangre como nosotros, pero lleno del Espíritu Santo, porque "agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud (de Dios), y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo" (Col :19-20 NBLA). 

Sin embargo, la llenura del Espíritu de Dios en Jesús no lo eximía de padecer en su carne los mismos dolores que nosotros padecemos, ni de ser tentado como nosotros, sólo que Jesús no cedió a la tentación, como lo hizo Adán, o como solemos hacer nosotros. La Palabra dice que, "Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento" (Is 53:10); por lo cual, mientras estuvo en su carne, Jesús fue "despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto" (Is 53:3). Y "aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia" (He 5:8); pues, "estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2:8). Consecuentemente, después de derramar su vida hasta morir, y de haber "él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores" (Is 53:12); en otras palabras, "habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen" (He 5:9). "Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (Fil 2:9-11)

*** A propósito, nunca está de más recordar que la doctrina de la redención se basa en que, después de la rebelión de Adán, que condenó a toda la humanidad a la muerte eterna, Dios dispuso que, para que haya remisión de pecados, debe haber derramamiento de sangre. Con todo, basándonos en las enseñanzas bíblicas, hemos aprendido que, para que haya expiación eterna, no basta con la sangre de animales; pues, para hacer purificación perpetua de los hombres, se requiere la sangre de otro hombre, porque sólo el hombre fue creado a imagen de Dios; pero no puede ser cualquier hombre; debe ser Uno cuya sangre no esté contaminada del pecado de Adán. Por tanto, ya que ningún hombre puede servir de propiciación por los pecados de la humanidad, a fin de satisfacer la justicia de Dios, porque ni aun los bebés están libres de pecado, se necesitaba la intervención divina.

Pero no podía ser Dios, porque Él es Espíritu eterno (no es de carne y sangre), y no puede morir. Era necesario que naciera un nuevo Adán, es decir, un hombre puro como Adán antes de pecar, y que, además, estuviera dispuesto a morir como sustituto de todos los humanos, para expiación de los pecados. Tal es el plan de salvación. Dice la Escritura: "Por lo cual, [el Hijo de Dios] entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas [Tú, Dios] me preparaste cuerpo" (He 10:5), (observemos que el escritor dice: "entrando en el mundo...", porque Jesús no fue creado; él entró al mundo procedente de la eternidad). Y así fue cómo, el Verbo de Dios, que estaba con Dios en el principio; que era Dios, y por medio del cual todas las cosas fueron hechas, se hizo carne, y habitó en medio de los hombres como el Unigénito Hijo de Dios, lleno de gracia y de verdad. Él es Jesús, a quien Pablo llama "el postrer Adán", porque, tal como Adán cuando fue creado, no había herencia de pecado en él, pues, Jesús no fue engendrado por un hombre, sino por el Espíritu Santo de Dios en el vientre de una hembra humana virgen; de modo que, el santo ser que nació era el resplandor de la gloria de Dios, "y la imagen misma de Su sustancia" (He 1:3). No obstante, Jesús era plenamente un ser humano, pues, si el Santo Hijo de Dios hubiera venido en toda su gloria, no hubiera podido morir por los que venía a salvar, esto es, la descendencia de Abraham según la fe; motivo por el cual, dice la Escritura, que, "siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres" (Fil 2:6). Es decir que, "por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" (He 2:14). 
 
**** "Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o apreciará a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas" (Mt 6:24 NBLA). Las riquezas son un ídolo del cual es muy difícil dejar de depender (vv.23-26), pero, estando bajo la Gracia, es el mismo Espíritu de Dios el que inicia la obra de transformación en el corazón del creyente que está en Cristo, para que aprendamos que nuestra seguridad no está en las cosas materiales, sino en el Señor que nos salva. Por eso el Señor responde: "Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible" (v.26).  
 
Ninguno de los que hemos sido salvados por la fe, lo hubiéramos alcanzado por nuestros propios esfuerzos. Es Dios, a través de Jesucristo, quien hace toda la obra de redención: Él abre el oído para que recibamos y creamos Su Palabra, que es viva y eficaz, con poder transformador; Él, por su Palabra nos convence de pecado, y nos guía al arrepentimiento; Él, por el Santo Espíritu que nos da, cuando nos sometemos a su Señorío, nos sella para vida eterna; y Él, por el mismo Espíritu, nos guía por el camino de la santificación. Todo depende de Dios, pero el hombre necesita humillarse ante Él. 

***** Hay quienes atribuyen la expresión "más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja" (v.24), a un error de copista o de traducción, pues, entre la palabra en griego camello (κάμηλος - kamēlos)y la palabra para referirse a una cuerda o soga de embarcación (κάμιλος - kamilos) hay sólo una letra de diferencia, y parece más lógico decir: "es más fácil pasar una soga de embarcación por el ojo de una aguja..." que decir: "es más fácil pasar un camello...". Sin embargo, no podemos confiar plenamente en esa teoría, pues, en los evangelios de Lucas y Marcos también se usa la palabra "camello", y es menos probable que el mismo error haya ocurrido en los tres escritos, a menos que el error ortográfico haya estado en el evangelio que se escribió primero, y que fue el que sirvió de base a los otros sinópticos que se escribieron posteriormente. En todo caso, lo que Jesús quiere decir queda claro: aunque es muy difícil que un rico entre al reino de los cielos, para Dios, dar vista a un corazón enceguecido por las riquezas, no es imposible. 


LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS


Entonces Pedro dijo a Jesús: "nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?". Jesús, respondiendo, dijo: "De cierto os digo que, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel". Además, dijo que "cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna". Terminó diciendo que muchos de los primeros serán últimos y los últimos serán primeros. (19:27-30)

* Recordemos que hubo una ocasión en que Jesús, "extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre" (Mt 12:49-50). De modo que, es probable que cuando Jesús dijo "todo el que por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos recibirá cien veces más y heredará la vida eterna" (v.29 NVI), haya tenido en mente a la iglesia, donde está reunida la familia de la fe.  
 
Por otro lado, es necesario aclarar que Jesús no promueve el abandono a las familias (v.29), sino que nos manda a ordenar nuestras prioridades, y a que no convirtamos en ídolos a las personas que amamos. Por sobre cualquier persona, debemos obediencia a Dios, cuya voluntad está en las EscriturasEn otras palabras, si lo que nos manda el padre, esposo, madre, etc. va contra la Voluntad de Dios, debemos obedecer a Dios. Por ejemplo, si un padre dice a su hijo que hurtar algo al que tiene de más está bien; pero el mandamiento divino dice: "No hurtarás" (Ex 20:15), entonces, hurtar, bajo cualquier circunstancia, es pecado.
 
Tampoco debemos anteponer a nuestras familias al llamado que Dios nos está haciendo. La salvación es individual, por tanto, si en nuestro entorno familiar hay incrédulos, cuyos argumentos nos quieren arrastrar fuera del Camino, no debemos permitirlo, pues, "las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres" (1Co 15:33), de modo que es mejor poner freno a ese tipo de conversaciones o alejarse por un tiempo. Con todo, en lo que respecta al matrimonio, Pablo dice: "Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula, en el marido; pues, de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos" (1Co 7:12-14). Sin embargo, la Escritura no obliga al creyente a someterse o humillarse ante un cónyuge incrédulo que abandona el hogar: Pablo mismo dice que, "si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios" (1Co 7:7) 
 
Un ejemplo extremo de fidelidad a Dios es la prueba que enfrentó Abraham. Él estuvo dispuesto a ofrendar a su hijo amado en obediencia a Jehová, poniendo su amor al Señor por sobre el amor a su hijo Isaac, y su fe en Dios, por sobre las circunstancias, porque confió en la inmutabilidad de la promesa que Jehová le había hecho, de que a través de su hijo Isaac serían benditas todas las naciones. Obviamente, Dios nunca nos va a pedir un sacrificio como éste, sin embargo, era necesario para Dios ver si la fe de Abraham sería capaz de soportar semejante prueba, y así fue, por tanto, su fe le fue contada por justicia, por lo cual Jehová lo exaltó haciéndolo "padre de muchedumbre de gentes" (Gn 17:5), porque "creyó en el Dios que da vida a los muertos y que llama las cosas que no son como si ya existieran" (Ro 4:17 NVI). "Y no solo por él fue escrito que le fue contada, sino también por nosotros, a quienes será contada: como los que creen en aquel que levantó de los muertos a Jesús nuestro Señor, el cual fue entregado por causa de nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación" (Ro 4:23-25 NBLA).
 
** La autoridad para ejecutar el juicio final fue dado por el Padre a Jesucristo, "por cuanto es el Hijo del Hombre" (Jn 5:27). Pero Jesús también ha dado esa autoridad a los hijos del reino. Aquí Jesús dice que los apóstoles juzgarán a las doce tribus de Israel (v.28). Por otra parte, el Apóstol Pablo, en su primera epístola a los corintios, dice que la iglesia de Jesucristo juzgará al mundo, incluso a los ángeles, (probablemente, se refiere a los ángeles caídos, que fueron encarcelados en las profundidades). 


Jesús continuó hablando a través de una parábola, diciendo que el reino de los cielos asemeja a un hombre, padre de familia, que una mañana salió a contratar obreros para su viña. Con los primeros obreros convino en pagarles un denario al día. Alrededor de las 9 de la mañana, salió y "vio a otros que estaban en la plaza desocupados", a los cuales les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo". Y ellos fueron. Entre el medio día y las 3 de la tarde, volvió a salir, y contrató nuevos obreros. Siendo alrededor de las 5 de la tarde, halló a otros que estaban desocupados, y les preguntó: "¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?", a lo que respondieron: "Porque nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo". Cuando llegó la noche, ordenó a su mayordomo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros". Al venir los últimos en ser contratados, recibieron un denario por su trabajo. Y cuando vinieron los primeros, pensaron que iban a recibir más, sin embargo, también recibieron un denario cada uno. Entonces, los primeros comenzaron a murmurar contra el padre de familia, diciendo: "Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día". El Padre de familia, respondiendo a uno de ellos, le dijo: "Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete", además, dijo: "quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?". Entonces Jesús reiteró lo dicho previamente: "los primeros serán postreros, y los postreros, primeros", y agregó: "porque muchos son llamados, mas pocos escogidos". (20:1-16)

* En este pasaje, probablemente, los "postreros" que iban a ser primeros (v.16) son los gentiles, quienes comenzaron a ser llamados después que se predicara el evangelio a los judíos. Porque el reino de los cielos fue anunciado primeramente a los hijos de Israel; "de ellos son la adopción como hijos, la gloria divina, los pactos, la Ley, el privilegio de adorar a Dios y el de contar con sus promesas. De ellos son los patriarcas y de ellos, según la naturaleza humana, nació Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas." (Ro 9:4-5 NVI). Asimismo, si bien los hebreos tuvieron el privilegio de ser escogidos para dar a conocer el Nombre de Jehová a las naciones del mundo antiguo, también fueron los primeros en experimentar el dolor del quebrantamiento, y la carga de culpa que produce en el ser humano natural (que no tiene el Espíritu de Dios morando en él) el tratar de luchar, infructuosamente, por hacer la Voluntad de Dios, "por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden" (Ro 8:7). Aquella ley que los condenaba ("pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado" - Ro 5:13), fue "ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador" [Moisés] (Ga 3:19), cuando los israelitas se comprometieron en un pacto con YHWH, en el cual el Señor prometió: "si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa" (Ex 19:5-6), a lo que el pueblo respondió: "Todo lo que Jehová ha dicho, haremos" (Ex 19: 8).  
 
Lo que Israel no sabía era que, para que pudieran alcanzar esa gloria prometida, debían nacer de nuevo, es decir, ser engendrados del Espíritu Santo por la fe en el Mesías que Jehová había prometido enviar. Sin embargo, transcurrieron más de mil años desde que recibieron la Ley que los sentenciaba a muerte, antes de que Dios enviara al mundo a Aquél que podía quitarles esa carga, y darles descanso para sus almas. Llegado el momento, cuando Israel ya estaba preparado para ser justificado por la fe, fue el mismo Mesías, Jesús, el Hijo de Dios, quien dio tal revelación a uno de los principales líderes Judíos, Nicodemo, diciendo: "el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios"; "de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Jn 3:3,5-6). Esto dijo Jesús, porque "la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción" (1Co 15:49); por eso, para heredar las promesas, debemos ser transformados; lo que significa que, "así como hemos traído la imagen del terrenal [Adán], traeremos también la imagen del celestial [Cristo Jesús]" (1Co 15:50, 49), lo que se completará cuando el Señor vuelva a buscar a su amada Jerusalén Celestial. 
 
Otro misterio que tampoco se reveló antes de la resurrección del Mesías es "que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio" (Ef 3:6). Es decir, los que no eran pueblo de Dios, también fueron adquiridos para Dios con la sangre derramada en la cruz por el Cordero pascual provisto por Dios, que era el esperado Mesías, Hijo de David. Pedro, en su primera epístola, ratifica el cumplimiento de la promesa de Dios hecha en el Sinaí (Ex 19:5-8), en la obra de Jesucristo, quien cumplió la ley por nosotros, (es decir, su justicia nos es imputada por la fe), diciendo a sus destinatarios, que eran judíos y gentiles perseguidos: "vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia" (1Pe 2:9-10).
 
Los hijos de Israel son esos "primeros" que trabajaron más tiempo; los que en los versículos citados (vv. 10-12) creían que iban a recibir más que los que se habían sumado al final; sin embargo, la misericordia de Dios, la vida eterna, la Gracia de Dios, son para todos los que creen sin acepción de personas. Porque la iglesia no fue una salida improvisada de Dios al fracaso del pueblo judío; la iglesia es el organismo en el cual se cumple la promesa hecha a Abraham de que, en su simiente, que es Jesús, Hijo de David, serian benditas todas las familias de la tierra, porque la iglesia, que tiene su origen en el judaísmo, es la congregación de los que han nacido del Espíritu Santo de Dios para poder heredar las promesas hechas al padre de la fe, Abraham. 
 
Dios es Soberano, y como la entrada al reino es por fe, no por obras, si alguien se arrepiente, y entrega su vida a Jesucristo en el último segundo de su vida terrenal, será salvo, igual que cualquiera que vivió toda su vida en la fe de Cristo. El mejor ejemplo se produjo durante la crucifixión: uno de los dos malhechores crucificados junto a Jesús, se arrepintió de su pecado en el último momento, y Jesús le dijo que estaría en el paraíso junto a Él. Esto no quiere decir que si alguno, conociendo la Voluntad de Dios, decida vivir como un diablo toda su vida, reservándose hasta el último minuto de su vida para pedir a Cristo que  lo reciba como siervo, va a ser salvo, porque si esa persona escogió seguir viviendo en pecado después de haber oído el llamado del Señor, significa que amó más al mundo que a Dios, por tanto, difícilmente entrará al reino de los cielos. Por otra parte, nadie sabe cuándo va a llegar su hora, ni si va a tener tiempo para ofrendar su vida antes de expirar.

Éste es el evangelio que la iglesia predica hoy a todo el mundo: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecadosy recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2:38), porque "en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hch 4:12); de modo que, "si confesares con tu boca que Jesús es el Señory creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación" (Ro 10:9-10).    
 

JESÚS VUELVE A ANUNCIAR SU MUERTE Y RESURRECCIÓN


Mientras se dirigían a Jerusalén, Jesús llamó a sus doce discípulos aparte, y les dijo: "subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará". (20:17-19)

* Lucas, en su versión de estos hechos, agregó: "Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía" (Lc 18:34). Es llamativo que los discípulos, después de haber convivido al menos tres años con Jesús, aún en aquel tiempo tenían dificultades para comprender todo lo que Jesús les decía. No pocas veces, los evangelios dicen que esto era por causa de sus corazones endurecidos; sin embargo, también dice la Escritura que es facultad del Señor ocultar o develar un asunto a quien Él quiera, cuando quiera
 
El mismo Lucas relata más adelante el encuentro que, camino de Emaústres días después de la crucifixión, se produjo entre dos discípulos y Jesús, a quien no pudieron reconocer, porque "los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen" (Lc 24:16). A Él le relataron que los principales sacerdotes y gobernantes habían sentenciado a muerte y habían crucificado a "Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo" (Lc.24:19), y también le dijeron que estaban tristes, porque: "Nosotros teníamos la esperanza de que él [Jesús] sería el que había de libertar a la nación de Israel. Pero ya hace tres días que pasó todo eso" (Lc 24:21 DHH). Sin embargo, agregaron, habían escuchado que algunas mujeres decían que, al ir a la tumba de Jesús, la habían encontrado vacía, y que "habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive" (Lc 24:23). Al oírlos decir esto, Jesús les reprochó su falta de entendimiento, y les recordó lo que estaba escrito sobre Él: "¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?" (Lc 24:26); entonces comenzó a explicarle cómo las Escrituras, "desde Moisés, y siguiendo por todos los profetasse habían cumplido en Jesús. Pero no fue sino hasta después de haber llegado al pueblo, cuando, estando sentados a la mesa, el Señor bendijo el pan y lo partió delante de ellos, que "se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús; mas él se desapareció de su vista" (Lc 24:31). Sólo entonces, y no antes, comprendieron que el Señor había resucitado. 


EL BAUTISMO DE LOS HIJOS DEL REINO


Entonces, vino la madre de Jacobo y de Juan, hijos de Zebedeo, y postrándose ante Jesús, le pidió: "Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda". Jesús respondió que no sabían lo que estaban pidiendo, y preguntó a los hijos: "¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?", y ellos respondieron que sí podían; y Jesús les contestó: "A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados"; "pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre". (20:20-23)

Cuando Jesús habló de su bautismo (vv.22-23), estaba refiriéndose a todo el doloroso proceso por el cual tuvo que atravesar para consumar el plan de redención de Dios, cuyo punto cúlmine fue el desgarrador dolor físico y la deshonra que significaba morir en la cruz. Pero Cristo prosiguió, y "por el gozo que le esperaba, soportó la cruz y no le dio importancia a la vergüenza que eso significaba" (He 12:2 NBV). Es claro que Jesús bebió la copa de la ira que nos correspondía beber a nosotros como pecadores, siendo escarnecido, azotado y crucificado en nuestro lugar. Sin embargo, aun cuando su obra fue completa y perfecta para redimir a todos los hombres, tanto sus apóstoles como primeros discípulos también bebieron del vaso amargo de la persecución, y fueron aborrecidos igual que su Maestro, torturados, encarcelados, muriendo, la mayoría de ellos, como mártires por causa del Nombre de Jesús. Con todo, aunque el bautismo de Jesús "nos libra de la ira venidera" (1Ts 1:10), nosotros no estamos exentos de padecer mienras estamos en el mundo, pues, dicen las Escrituras que "es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hch 14:22). 
 
Recordemos que, en más de una oportunidad, el Señor llamó a sus discípulos a cargar su propia cruz, y a negarse a sí mismos, y no sólo ellos debían cargar su Cruz, sino todos los que estamos siendo llamados, porque nuestro bautismo consiste en crucificar la carne con todos sus deseos y pasiones, y empezar a vivir para Dios. Así como Jesús fue humillado hasta lo sumo, y aunque no lo merecía, lo soportó por amor a los hombres, nosotros, como "herederos de Dios y coherederos con Cristo", debemos padecer "juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados" (Ro 8:17). Por eso, dijo el Señor que no serán pocas nuestras aflicciones, pero también nos llamó a tener paz en Él, y a confiar, porque "Yo he vencido al mundo" (Jn 16:33), dijo.  
 
Como dicen las Escrituras: "... cuando fuimos unidos a Cristo Jesús en el bautismonos unimos a él en su muerte"... Es decir que, por fe, "hemos muerto y fuimos sepultados con Cristo mediante el bautismo; y tal como Cristo fue levantado de los muertos por el poder glorioso del Padre, ahora nosotros también podemos vivir una vida nueva" (Ro 6:3-4 NTV). Porque si morimos con Él, también hemos "resucitado" con Él para vivir en santidad aquí en la tierrala cual que se perfecciona a través de las pruebas y tribulaciones, proceso que se completará cuando Jesús vuelva por su iglesia, y nuestros cuerpos sean también glorificados con la gloria de Jesús. Es a causa de esa esperanza, que decimos con gratitud: "Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí." (Ga 2:20 DHH).   
 

Cuando el resto de los discípulos oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos. Entonces Jesús los reunió a todos y les dijo: "Ustedes saben que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos" (NBLA), pero entre los hijos del reino no debe ser así, sino que "el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo"; siguiendo el ejemplo del Hijo del Hombre, que "no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos". (20:24-28)

* Muchas veces se mal interpreta este mensaje, creyendo que se trata de una amenaza para los que se enaltecen, quienes serán castigados, convirtiéndose en servidores del resto. Pero lo que Jesús está enseñando es que el reino de los cielos será para los humildes, los mansos, los que sirven al resto; ellos serán los primeros, los más grandesJesús dio ejemplo de esto cuando lavó los pies de sus discípulos, siendo Él Señor y Maestro.


VISTA A LOS CIEGOS


Saliendo de Jericó, una gran multitud le seguía, y junto al camino, había dos ciegos sentados, quienes, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaban, diciendo: "¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!", y a pesar de que la gente los hacía callar, ellos clamaban con más fuerza; entonces Jesús los llamó y les preguntó: "¿Qué queréis que os haga?", y ellos le respondieron: "Señor, que sean abiertos nuestros ojos". Entonces Jesús tocó sus ojos, y enseguida recibieron la vista, y comenzaron a seguirle. (20:29-34)

Observemos la insistencia, casi desesperación, de estos dos hombres, y lo que piden: "Señor, que sean abiertos nuestros ojos" (v.33). Lo cierto es que todo el que ha sido quebrantado por el mensaje del evangelio, necesita que sus ojos sean abiertos para poder conocer la Verdad que nos hace libres, la cual sólo se discierne espiritualmente. Es decir, sólo por la fe en Jesucristo es quitado el velo del engaño, y una nueva cosmovisión, según la sabiduría de Dios, nos es dada, pues, es cosa de Dios dar ojos para ver y oídos para oír aquello que trasciende lo terrenal.

En ese sentido oraba Pablo, (y así mismo debemos orar por nuestros hermanos de la congregación, y por nosotros mismos, porque lo necesitamos), diciendo: "... pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de ÉlMi oración es que los ojos de su corazón les sean iluminados, para que sepan cuál es la esperanza de Su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de Su poder. Ese poder obró en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a Su diestra en los lugares celestiales..." (Ef 1:16-20 NBLA).

También el Apóstol oró: "doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, a fin de que, conforme a las riquezas de su gloria, les conceda ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior para que Cristo habite en sus corazones por medio de la fe de modo que, siendo arraigados y fundamentados en amor, ustedes sean plenamente capaces de comprender, junto con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento para que así sean llenos de toda la plenitud de Dios" (Ef 3:14-19 RVA).