miércoles, 7 de abril de 2021

Tener Oídos para Oír - Estudio del Evangelio de MARCOS II - (Mr 4 - 5)

(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos que se están estudiando (identificados al pie de cada párrafo); los textos en cursiva son los comentarios que surgen respecto de esos textos. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los enlaces.)

(Comenzar en el Estudio de Marcos I)



EL REINO EN PARÁBOLAS


Estando en la costa, fue tanto el gentío que se reunió, que Jesús decidió entrar en una barca, e introducirse al mar, para dirigirse a la gente que estaba en la playa, a quienes les hablaba en parábolas. Comenzó contando la historia de un sembrador que, al arrojar las semillas, una parte cayó junto al camino, pero vinieron las aves, y la comieron; otra parte cayó entre pedregales, donde no había mucha tierra, y brotó pronto, porque no tenía profundidad, pero al salir el sol, se quemó, y como no tenía raíz, se secó; otra parte cayó entre espinos, pero los espinos crecieron, y la ahogaron y no dio fruto; otra cayó en buena tierra, y dio mucho fruto. Concluyó la historia, diciendo: "El que tiene oídos para oír, oiga". (4:1-9)

* Tener oídos para oír no necesariamente implica tener buena salud auditiva. Aquí Jesús se está refiriendo a la capacidad que, por el Espíritu Santo, se recibe para entender las cosas espirituales. Dicen las Escrituras que la fe viene por oír la Palabra de Dios, y el oír para entender y creer es un don que se recibe por el espíritu que está en la Palabra; porque Dios escoge soberanamente a quién da oídos espirituales para que crea. 

El apóstol Pablo dijo que al hombre natural, es decir, que no ha renacido del Espíritu, las cosas espirituales le parecen locura, porque éstas deben discernirse por el Espíritu. Pero sabemos que, en el tiempo en que Jesús dijo estas parábolas, aún no había sido derramado el Espíritu Santo en los creyentes, porque Jesús aún no había sido glorificado; sin embargo, en torno a Jesús, ya había muchas de las ovejas enviadas por Dios al Hijo, las que oyendo la voz de Jesús, reconocían que Él era el buen Pastor a quien debían obedecer y seguir. 


Cuando Jesús quedó solo con sus discípulos, ellos le preguntaron sobre el significado de la parábola, y Él les respondió: "A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas; para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados". En seguida, les explicó que el sembrador es el que enseña la Palabra; la de junto al camino son los que oyen, y viene Satanás, y quita la Palabra que se sembró en sus corazones; la de los pedregales son los que recibieron con gozo la Palabra, pero no echan raíz, por tanto, las tribulaciones o afanes del mundo los hacen tropezar; en cuanto a la que cae entre espinos, son los que oyen la palabra, pero el engaño de las riquezas, las codicias ahogan la Palabra, y no da fruto. En cambio, los de buena tierra son los que oyen la Palabra, y la reciben, y comienzan a dar mucho fruto. (4:10-20)

* Cuando estudiamos el Evangelio según San Mateo hicimos un profundo análisis sobre esta parábola, y concluimos que, lamentablemente, los ejemplos no se refieren a incrédulos, sino a personas que creen cuando se les habla la Palabra, sin embargo, por las razones explicadas por el Señor, no todos dan fruto, y terminan perdiéndose. Son personas que nunca llegaron a ser salvas, porque recibieron la Palabra de manera superficial, y no con un corazón dispuesto a hacerla suya. El Apóstol Juan, refiriéndose a algunos que habían apostatado de la fe, dijo: "salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros" (1 Jn 2:19), queriendo decir que la salvación no se pierde.

Un ejemplo bíblico donde queda claro que no basta creer, es la historia de Simón, el mago de Samaria que, habiendo creído la palabra predicada por Felipe, fue bautizado en el Nombre de Jesús, junto a otros que también creyeron, sin embargo, dicen las Escrituras que ninguno de los bautizados había recibido aún el Espíritu Santo, por tanto, aún no eran salvos. De hecho, cuando Simón vio que por la imposición de manos de los apóstoles, todos recibieron el Espíritu Santo, él quiso comprar ese poder, por lo cual, Pedro lo reprendió fuertemente diciéndole: "Tu dinero perezca contigo", y lo llamó al arrepentimiento, y a rogar a Dios si quizás lo perdonara. Simón no estaba arriesgando perder su salvación, ya queaunque había creído, e incluso fue bautizado, aún no era salvo, pues no había sido sellado con el Espíritu Santo, el cual, una vez que se recibe, es garantía de salvación eterna 

El Señor dijo que muchos son llamados y pocos escogidos. 

** Reflexionando en las palabras de Jesús, que dicen que los misterios del reino sólo se dan a conocer a los hijos, entendemos por qué muchos de los que están fuera argumentan que desechan la Biblia, porque no la entienden. Sin embargo, un nuevo creyente también puede tener dificultades para entender la Palabra al principio, pero el Espíritu le empujará a buscar, y le irá abriendo el entendimiento, para que se familiarice con el lenguaje espiritual, y comience a recibir sabiduría 


También dijo Jesús que la luz es para ponerla en el candelero para que alumbre a todos, porque "no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz". Volvió a decir que "Si alguno tiene oídos para oír, oiga", y agregó: "Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís. Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". (4:21-25)

* Jesús estaba diciendo a sus discípulos que todo lo que se les estaba enseñando no era para que lo guardasen para sí, sino para que lo siguieran comunicando, de modo que fueran muchos más los que se beneficiasen de ese conocimiento. Asimismo, les estaba indicando que cada uno será medido según lo que hagan con las enseñanzas recibidas. Al que más interés muestra, se le dará más conocimiento; en cambio, al que poco se interese, se le quitará hasta lo poco que ha retenido.


También explicó que el reino de Dios es como cuando un hombre echa semilla en la tierra. Después él seguirá haciendo su rutina diaria, porque no necesita preocuparse en cómo hace la semilla para brotar y crecer, pues, la tierra produce el fruto por sí sola: primero la hoja, luego la espiga, y se llena de trigo, hasta que está lista para ser cosechada. (4:26-29) 

* Cada uno de los creyentes hemos sido llamados a ser sembradores de la semilla de la Palabra, pero Dios es el que da el crecimiento. A veces nos angustiamos, cuando vemos que las personas a las que hablamos del Evangelio no parecen haber sido impactadas, pero sólo Dios sabe si esa semilla plantada dará fruto. El Señor es el que llama; nosotros somos sus obreros, y no debemos dejar de sembrar, aunque a nuestros ojos pareciera que estuviéramos sembrando en el desierto.  


Jesús dijo que el reino de los cielos es comparable a un grano de mostaza que, siendo la más pequeñas de las semillas de la tierra, una vez sembrada, crece y se hace la mayor de las hortalizas, y con grandes ramas bajo cuya sombra pueden morar todas las aves del cielo. (4:30-32) 

* Unas pocas palabras que salgan de nuestra boca, hablando sobre la salvación que tenemos en Jesús; del perdón de pecados; de la vida eterna serán como pequeñas semillas que quedarán plantadas en el corazón de quienes las reciben, las cuales  pueden llegar a convertirse en un árbol que da mucho fruto para el Reino de los cielos. Los hijos de Dios ni siquiera necesitamos hablar mucho, porque debiera bastar que vean cómo andamos para que sepan que somos discípulos de Jesús. Es imposible que las tinieblas oculten la luz.


El Señor siempre se dirigió a la gente en parábolas, quienes recibían según lo que eran capaces de oír, sin embargo, en la intimidad, revelaba todo a sus discípulos. (4:33-34)


JESÚS CALMA LA TEMPESTAD

Al llegar la noche, mientras aún estaba en la barca, Jesús les propuso pasar a la otra orilla, así que despidieron a la gente, salieron de entre las otras barcas que les rodeaban,  y comenzaron la navegación.  Durante el trayecto Jesús se acomodó en la popa, y se durmió sobre el cabezal. De pronto, se inició una gran tempestad de viento, y las olas azotaban la barca, por lo cual comenzaron a anegarse. Los discípulos desesperados, despertaron al Maestro, diciéndole: "¿no tienes cuidado que perecemos?". Entonces Jesús se levantó, reprendió al viento y dijo al mar: "Calla, enmudece", y todo volvió a la calma. Dirigiéndose a los discípulos, les dijo: "¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?". Entonces se llenaron de temor, y se preguntaban unos a otros: "¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?" (4:35-41)

* La fe no nos exime de vivir aflicciones; tener fe significa que, ya sea que estemos bien o en medio de la aflicción, confiamos en la soberanía de nuestro Rey, convencidos de que Él está obrando conforme a sus perfectos propósitos. Las aflicciones del creyente son para santificación; en cambio, los que están en rebelión contra Dios obtienen lo que temen. En otras palabras, si es necesario, los creyentes padeceremos tribulaciones, porque a través de ellas seremos perfeccionados y afirmados en la fe, pero debemos tener la tranquilidad de que ningún padecimiento será en vano, y Dios dará la salida. Quizá no lo comprenderemos en esta vida, pero sin dudas, hay un propósito superior en cada aflicción de un hijo de Dios.

** Jesús vino como un ser humano de carne y sangre, pero también era Dios con nosotros. ¿Quién puede tener control sobre la naturaleza, sino su Creador?  Y sabemos que Jesús es el Logos por medio del cual el Gran Yo Soy creó todo. Nada está fuera del control de Jehová; Él es soberano sobre toda su creación.


UN EJEMPLO DE SALVACIÓN

Viniendo en la barca, llegaron a la región de los gadarenos, donde había un hombre endemoniado, que vivía en los sepulcros. De día y de noche recorría los sepulcros y los montes gritando, e hiriéndose con piedras. Cada vez que la gente lo encadenaba, él lograba quitarse las cadenas, y desmenuzar los grillos. Cuando divisó a Jesús a lo lejos, corrió hacia Él, y se arrodilló diciendo: "¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?", y le rogaba por Dios que ya no lo atormentase, porque Jesús le ordenaba salir del hombre. Entonces Jesús le preguntó por su nombre, y el demonio contestó "Legión me llamo; porque somos muchos". Cerca del monte donde se encontraban, había un gran hato de cerdos paciendo; entonces los demonios rogaron a Jesús que no los echase de esa región, y que les permitiera entrar en los cerdos, que eran como dos mil. Jesús les autorizó entrar en los cerdos, y en cuanto lo hicieron, los cerdos se precipitaron al mar, y se ahogaron. Ocurrió que los que apacentaban a los cerdos, al ver lo sucedido, impresionados de ver que el hombre que había estado endemoniado ahora estaba vestido y en juicio cabal, tuvieron miedo, y todos rogaban a Jesús que se fuera. Por su parte, el que había sido sanado, le rogaba que le dejase permanecer con Él, pero Jesús le encargó que volviese a los suyos, y les contara cuán grandes cosas el Señor había hecho por él. El hombre hizo lo que Jesús le mandó, y todos se maravillaban de escuchar su testimonio. (5:1-20)

* Este evento no es una parábola, sino el relato de uno de los tantos milagros que Jesús realizó, sin embargo, el Espíritu Santo quiso plasmarla en el Libro sagrado, porque contiene un profundo mensaje espiritual: 

El endemoniado nos representa a todos los creyentes antes de que Jesús viniera a nuestro encuentro. Todos nacimos bajo la potestad de Satanás, dominados por el pecado, y ninguno de nosotros tenía ni la capacidad ni el interés de dejar lo que éramos, hasta que Dios abrió nuestros oídos para que oyéramos su llamado, y nuestros ojos para que viéramos la Verdad. Quizás muchas veces sentimos la necesidad de librarnos de hábitos pecaminosos que dominaban nuestro corazón, pero no teníamos el poder para hacerlo, porque Satanás nos mantenía cautivos, y sólo oíamos su voz: estábamos muertos en delitos y pecados, influenciados por las cosas del mundo, comparable a estos sepulcros donde vivía este endemoniado, pero Jesús venció al mundo, y nosotros, por su Espíritu, podemos vencerlo también 

Sabemos que Jesús liberó a María Magdalena de siete espíritu inmundos que la dominaban (a propósito, en ninguna parte de la Biblia dice que ella fuera una prostituta. Tal vez ella era dominada por espíritus de ira, de cobardía, de soberbia, arrogancia, odio, rencor o adicción, etc., no lo sabemos). En cuanto a nosotros, sólo Dios sabe exactamente cuántos espíritus inmundos habían estado influenciando en nuestro corazón hasta que fuimos salvados, pero gracias a Jesucristo nuestro Señor, podemos deshacernos de ellos por el poder del Espíritu Santo que ahora opera en nosotros

Dice la Palabra que, cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, busca otro lugar donde morar. Cuando un hombre obedece el llamado de Dios, y se arrepiente de su pecado, es liberado de la influencia de Satanás, y da lugar al Espíritu Santo para que tome control de su vida. Si entendemos bien, el o los espíritus inmundos no desaparecen, sino que salen a buscar otra morada, es decir, otro ser viviente por medio del cual cumplir sus objetivos malignos. En este relato, se trata de un hato de cerdos que, de acuerdo a lo que hemos aprendido, la Biblia los usa como simbolismo para referirse a aquellos que no conocen la Verdad, porque, igual que los cerdos, no les incomoda vivir en la inmundicia. 

** Otra enseñanza que deja esta historia es que muchos rechazan a Jesús, porque temen que tendrán que abandonar sus estilos de vida llenos de pecado que tanto aman. Sin embargo, dejar una vida de pecado no requiere gran esfuerzo cuando uno ha abierto su corazón a Jesús, porque es el mismo Espíritu Santo que mora en el creyente, el que nos empuja a desechar lo que nos hace mal, y nos conmina a adoptar nuevos hábitos que nos harán crecer espiritualmente. Si bien es cierto, no somos objetos pasivos en la transformación, porque tenemos responsabilidad en escoger seguir el consejo de Dios o las promesas engañosas de placer que ofrece el mundo, ya no somos esclavos de las tinieblas como para que tengamos que obedecerlas. Por eso, para ser salvo no basta con creer, sino que hay que arrepentirse, porque un corazón arrepentido estará deseoso de abandonar lo que antes lo esclavizaba. Aquí, los que apacentaban a los cerdos, habiendo sido testigos del milagro hecho por Jesús, en vez de dar gracias a Dios, rogaron al Señor que se fuera, porque la expulsión de los demonios les había significado perder a sus cerdos, lo que representa el apego a las cosas mundanas.

*** Por último, el hombre que fue liberado de los espíritus inmundos, como todos los que hemos sido salvados, deseaba ir donde iba Jesús, pero su misión era quedarse donde estaba para llevar a los suyos el mensaje de la transformación que Jesús había hecho en él; en otras palabras, aunque ya no somos del mundo, debemos seguir en él, porque es necesario que muchos más conozcan el evangelio de la salvación por gracia. Como decía el Apóstol Pablo: "para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia. Pero si el vivir en la carne, esto significa para mí una labor fructífera, entonces, no sé cuál escoger. Porque de ambos lados me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor. Sin embargo, continuar en la carne es más necesario por causa de ustedes" (Fil 1:21-24 NBLA). 


TRANSITANDO DESDE EL PACTO MOSAICO AL PACTO DEL ESPÍRITU

Volvieron a la barca, y atravesaron a la otra orilla y, estando junto al mar, se reunió una gran multitud a su alrededor. Entonces, vino hasta Jesús uno de los líderes de la sinagoga, llamado Jairo, quien se postró ante él, rogándole que sanara a su hija que agonizaba, diciéndole: "ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá". Mientras se dirigían a casa de Jairo, una gran multitud les seguía y apretujaba. Fue cuando una mujer, que hacía doce años sufría de hemorragias, quien había gastado todo lo que tenía para sanarse, pero sólo había conseguido empeorar su condición, vino por detrás, y tocó el manto de Jesús, pensando para sí: "Si tocare tan solamente su manto, seré salva". Tan pronto tocó a Jesús, la fuente de su flujo se secó, y fue sanada. Jesús, sintiendo que había salido poder de Él, preguntó: "¿Quién ha tocado mis vestidos?". La mujer, muy asustada, confesó que había sido ella, y Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote". (5:21-34)

Mientras ocurría esto, vinieron de la casa de Jairo para avisarle que su hija había muerto, pero Jesús le dijo: "No temas, cree solamente", y pidió que nadie más los acompañara, excepto Pedro, Juan y Jacobo. Cuando llegaron a casa de Jairo, Jesús vio a los que endechaban, y les mandó dejar de hacer alboroto, porque "la niña no está muerta, sino duerme", les dijo. Todos comenzaron a burlarse, así que los echó fuera, y llevó a la habitación de la niña a sus padres y a los discípulos que lo acompañaban; y tomando la mano de la niña, dijo: "Talita cumi", que quiere decir: "niña, a ti te digo, levántate". Y la niña, que tenía doce años, se levantó, y andaba por todas partes. Jesús les encomendó que no divulgaran este milagro, y les pidió que alimentaran a la niña. (5:35-43)

* Estos dos milagros deben relatarse juntos, porque el Espíritu los usa no sólo para exaltar y recordarnos las maravillas que hizo Jesús durante su ministerio terrenal, confirmando que era el Mesías, sino, porque ambos encierran también un mensaje espiritual.

Los milagros realmente ocurrieron, sin embargo, como hemos dicho, si están en el Libro de la Palabra de Dios es, porque hay algo más profundo que el Señor quiere decir a nuestro espíritu a través de ellos: El número doce estaría señalando a la nación de Israel, con sus doce tribus. Tanto la niña de doce años, como la mujer que había estado padeciendo de hemorragia de sangre por doce años son un símbolo del pacto mosaico, que estaba próximo a ser reemplazado por el nuevo Pacto, anunciado por los profetas, cuyo mediador es el Hijo de Dios.

El Pacto instituido en el monte de Horeb demandaba el constante derramamiento de la sangre de animales puros a fin de expiar los pecados de Israel. Estas ceremonias se realizaban periódicamente, y no podían cesar, porque la sangre de los animales no tiene el poder de purificar para siempreLa mujer con flujo de sangre representa esas ceremonias, las cuales, con la venida del Mesías, llegaban a su fin, porque el Hijo de Dios fue enviado por YHWH como el Inmaculado Cordero de Dios, (del cual el Espíritu Santo nos dio un atisbo allá en el Génesis, cuando Jehová proveyó el sacrificio en reemplazo de la vida del hijo de Abraham), para que, tomando nuestro lugar en el altar de sacrificio que es la cruz, derramara su preciosa sangre, poniendo fin a esta seguidilla de sacrificios de animales, porque la sangre del Hijo de Dios tiene poder para expiar para siempre los pecados de los descendientes de Abraham según la fe, es decir, de los creyentes en Cristo Jesús.

(Antes de continuar el análisis de estos versículos, me voy a detener en el sacrificio de Jesús, porque he oído, de parte de cristianos respetables, decir que Jesús murió sólo por los creyentes, lo que contradice las Escrituras. Creo que hay que separar dos conceptos: la ofrenda por los pecados, y la fe que salva. Para ponerlo en palabras simples: si alguien te envía un regalo, pero tú lo rechazas, ya no podrás disfrutarlo; por el contrario, si al ver el regalo, lo estimas invaluable, pero sabes que no lo mereces, entonces, para recibirlo, te postras ante quien te lo ofrece; eso es la salvación por feEl Apóstol Juan dijo que Jesús "es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo", es decir, la sangre derramada por Jesús en la cruz tiene poder para expiar los pecados de toda la humanidad, no obstante, para que nuestros pecados sean perdonados, debemos creer y rendirnos ante Aquél que se ofrendó por nosotros).

Retomando nuestro análisis, está claro que la niña que agonizaba no era cualquier niña; ella era hija de uno de los principales de la sinagoga, lo que nos estaría hablando de la religión judía bajo la cual se amparaban los hijos de Israel, que ya no servía para mantener comunión con YHWH, porque el judaísmo está basado en obras, las cuales no pueden salvar. Si el padre de la niña, líder de la congregación judía, no hubiera tenido fe en que Jesús podía salvarla, ella no habría resucitado, porque la fe en el Hijo de Dios es necesaria para tener la vida. El pueblo judío sólo podrá ser salvo para vida eterna si tienen fe en que su Mesías ya vino para redimirlos, pero hasta ahora lo rechazan, y no quieren oír. La nación de Israel debe arrepentirse de su incredulidad para heredar las promesas, y así ser admitido en el remanente destinado a salvación eterna, el Israel bíblico.

** Jesús mandó que dieran alimento a la niña recién resucitada. Todo nuevo recién nacido necesita ser alimentado para crecer. El alimento que todos los resucitados en Cristo necesitan es la enseñanza de la Palabra de Dios, para que crezcan en el conocimiento de Dios y de Aquél que murió en nuestro lugar. De lo contrario, serán creyentes desnutridos, fáciles de engañar, y de derribar ante las aflicciones.  No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra salida de la boca de Dios, dijo el Señor. Creer es sólo el principio, el crecimiento lo da Dios, y su Palabra es uno de sus instrumentos.

*** Por último, cuando Jesús dijo al líder de la sinagoga que no temiera, sino que siguiera creyendo, no le estaba pidiendo un esfuerzo especial, sino que descansara en la confianza en que el Señor haría lo había venido a hacer. En otras palabras, el milagro no dependía de Jairo, ni de cuánto esfuerzo hiciera por creer; él sólo necesitaba descansar en la confianza en que su hija, que yacía muerta, volvería a la vida, porque Jesús lo había prometido. El que cree en el Hijo de Dios, aunque muera, vivirá 



(Continuar Estudio en Marcos Tercera Parte)