viernes, 29 de abril de 2022

La Verdad Que Nos Hace Libres - Estudio de Lucas II (Lc 4:14 a 5)

(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos que se están estudiando (identificados al pie de cada párrafo, versión RVR60); los textos en cursiva son los comentarios que surgen respecto de esos textos. Para ir al respaldo bíblico y/o de apoyo, hacer click en los enlaces.)



EL MESÍAS INICIA SU MINISTERIO


Lleno del poder del Espíritu Santo, Jesús retornó a Galilea, y su fama se difundió rápidamente. Se dedicó a enseñar en las sinagogas, y todo el mundo lo glorificaba. Un día de reposo, estando en Nazaret, donde había crecido, entró a la sinagoga, y se levantó a leer como era la costumbre. Le pasaron el libro de Isaías, y comenzó a leer el versículo que dice: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor". Enrollando el libro, lo entregó al ministro, y mientras los ojos de todos se posaban sobre él, se sentó y dijo: "Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros". (4:14-21)

* A través de nuestro estudio de la Palabra de Dios, hemos descubierto que cada evento profetizado tiene un cumplimiento en el ámbito terrenal, pero, más tarde o más temprano, también se cumple en el ámbito espiritual. Así mismo, al profundizar en los evangelios, concluimos que los milagros de sanidad que protagonizó Jesús tenían por finalidad principal evidenciar que era el Mesías, pues, al ver algo tan extraordinario, nadie podría dudar que Él había sido enviado por Dios; y si eran instruidos en las Escrituras, reconocerían en Jesús al Ungido anunciado por los profetas, que vendría a dar vista a los ciegos, oído a los sordos, voz a los mudos, que haría que los cojos caminaran, y que sacaría de sus prisiones a los oprimidos.
 
Sanar de enfermedades físicas es algo maravilloso, sin embargo, lo realmente milagroso era lo que comenzaba a suceder en el corazón de las personas, porque Jesús vino a revelar la Verdad, que es la luz de los hombres; que convierte el alma, y hace que los simples nos volvamos sabios, y comencemos a vivir para la gloria de Dios, que es para lo cual fuimos creados.


Y LOS SUYOS NO LE RECIBIERON

Aunque los nazarenos tenían un buen concepto de Jesús, y reconocían que las palabras que salían de su boca eran llenas de gracia, se decían unos a otros: "¿No es este el hijo de José?". Entonces Jesús les dijo: "Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo", y sabiendo que le pedirían hacer allí los milagros que se comentaba había hecho en Capernaum, agregó, "de cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra". Les recordó lo que decían las Escrituras, cuando no llovió por tres años y medio, y Elías fue enviado, no a una viuda de Israel, que había muchas, sino a una viuda de Sarepta de Sidón, una mujer gentil; asimismo, habiendo muchos leprosos en Israel, en tiempos de Eliseo, el único leproso que recibió sanación fue un general sirio, de nombre Naamán, otro gentil. Cuando oyeron esto los de la sinagoga, se airaron y echaron fuera a Jesús, queriendo arrojarlo por un precipicio, pero Jesús se escabulló en medio de ellos, y se fue. (4:22-23)

* Para los nazarenos Jesús se había convertido en un predicador extraordinario, pero no creían que Él fuera el Hijo de Dios que anunciaban las Escrituras, porque ellos esperaban que el Mesías fuera un hombre de aspecto imponente; pero Jesús era humilde, lo habían visto crecer, y conocían a su sencilla familia, por tanto, en su limitada percepción, Jesús desvariaba al hacer suyas las palabras del profeta Isaías, y hería su orgullo hebreo oírle declarar que, en el pasado, un par de gentiles (es decir, que no eran judíos) habían sido considerados más merecedores de un milagro de YHWH que muchos en Israel. 
 
De hecho, en más de una ocasión Jesús se maravilló de la fe de algunos gentiles, al punto que en una oportunidad llegó a declarar: "...ni aun en Israel he hallado tanta fe".

 

JESÚS Y LOS DEMONIOS


Estando en Capernaum de Galilea, Jesús enseñaba en los días de reposo, y todos se admiraban de su doctrina porque les hablaba con autoridad. En la sinagoga se encontraba un hombre que tenía un espíritu inmundo, que exclamó en voz alta: "Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios". Jesús le reprendió, diciendo: "Cállate, y sal de él". Y el espíritu derribó al hombre, y salió de él sin hacerle daño. Todos quedaron maravillados, porque con autoridad y poder mandaba a los espíritus inmundos, y salían. Y la fama de Jesús se difundía por todos los lugares. (4:31-37)

Entonces Jesús salió de la sinagoga, y se fue hasta la casa de Pedro, y encontró que la suegra del discípulo estaba enferma. Jesús se inclinó hacia ella, y reprendió a la fiebre y la fiebre la dejó. Así que se levantó sana, y comenzó a servirles. Al ponerse el sol, le trajeron muchos enfermos a los cuales sanaba, poniendo sus manos sobre ellos. También expulsó demonios de muchos, y salían diciendo: "Tú eres el Hijo de Dios", pero Él los reprendía, y no les dejaba hablar, porque sabían que Él era el Mesías. (4:38-41)

* ¿Por qué Jesús no permitía a nadie revelar que Él era el Ungido de Dios? Probablemente, porque no había llegado la hora de que así fuera; además, aunque los espíritus inmundos no entendían lo que el Hijo de Dios había venido a hacer; su único interés era entorpecer su ministerio, pero quizás el motivo más importante, es que saber que  Jesús es el Cristo es una revelación que el Espíritu Santo da por gracia al corazón del creyente. En el mundo espiritual, todos saben quién es Jesús, pero en el terrenal, tal revelación viene por fe, y la fe, por oír la Palabra. Cuando Pedro declaró que Jesús era el Hijo de Dios, el Señor lo bendijo, diciendo: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt 16:17). Luego Jesús lo llamó la piedra sobre la cual su iglesia se levantaría, no porque él fuera el cimiento, porque no hay otro cimiento que Jesús, sino porque Simón Pedro fue el primero de millones en recibir tal revelación del Espíritu Santo, y la iglesia se edifica con piedras escogidas, que son los que, como Pedro, confiesan que Jesús es el Hijo de Dios, pues, todo aquel que crea y confiese a Jesús como Señor tiene entrada a la Jerusalén celestial, y gozará de vida eterna, ya que la muerte no tiene potestad sobre los nacidos de Dios.

Cuando se hizo de día, Jesús salió y se fue a un lugar desierto, pero la gente lo buscaba, y le pedía que no se fuera, mas él contestaba: "Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado", y continuó con su predicación en todas las sinagogas de la región de Galilea. (4:42-44) 


PESCADOR DE HOMBRES

Mientras Jesús predicaba la palabra junto al lago de Genesaret, se reunió en torno a Él una gran multitud. En la playa había dos barcas, cuyos pescadores habían descendido para lavar sus redes. Subiendo Jesús a la barca de Simón, le pidió que la alejara un poco de la playa, para dirigirse a la gente desde allí. Al terminar de enseñar, dijo a Simón que remara mar adentro para echar sus redes y pescar, a lo que Simón contestó: "Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red". Hicieron tal como Jesús les dijo, y sus redes comenzaron a llenarse de peces hasta casi romperse, por lo que necesitaron pedir ayuda a los de la otra barca. Tantos peces había que las barcas casi se hundían. Viendo el milagro, Pedro se postró ante Jesús, diciendo: "Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador". Tanto Simón como sus compañeros, y los hermanos Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban allí, se llenaron de temor ante lo que sus ojos veían.  Pero Jesús dijo a Simón: "No temas; desde ahora serás pescador de hombres". Cuando trajeron a tierra las barcas, dejaron todo para seguir a Jesús. (5:1-11)

*Éste es un texto tan rico, que hay que desmenuzarlo para descubrir cuánto esconde: 

Simón dijo que habían trabajado toda la noche, sin pescar nada. Antes de Jesús, la humanidad estaba sumida en las tinieblas, por tanto, por más que se esforzara, sus obras eran infructuosas, y la muerte seguía siendo el único destino para la creación caída. Pero Jesús, la luz del mundo, vino para rescatarnos de las tinieblas, llevarnos a su reino de luz, y darnos vida eterna. La pesca milagrosa no sólo se estaba produciendo en las redes de estos pescadores, sino que la tierra misma iba a comenzar a proveer para las redes del reino celestial, porque de la Luz comenzaron a asomar las primicias: hijos e hijas que nacieron, no de voluntad humana, sino del Espíritu Santo por la fe

- Una interpretación a la expresión "en tu palabra echaré la red" podría ser: "porque creo en tu palabra, obedeceré". Lo primero que debemos recordar es que Jesús es el Logos, la Palabra de Dios encarnada. Él es el reflejo de la gloria de Dios encarnada, y Él sustenta todas las cosas por la palabra de su poder, dice el autor de la carta a los Hebreos. Por tanto, echar la red en la palabra que Jesús habló es estar dispuesto a someterse a su perfecta voluntad, que es la perfecta voluntad del Padre, expresada en las Escrituras, porque sabemos que el Señor sólo tiene planes de bien para nosotros, para darnos un futuro de esperanza. 

Otro significado que podemos darle - que no anula, sino que enriquece aún más lo dicho en el párrafo anterior- tiene que ver con el trabajo, y se refiere en forma especial a Pedro, (pero aplica a todo seguidor de Jesús), quien, al decir que iba a echar la red, (su herramienta de trabajo), en la palabra de Jesús, sin saberlo, estaba anunciando que, a partir de ese encuentro con Cristo, se consagraría a servir al Señor.

Ni Pedro, ni ninguno de los que con él estaban, iban a seguir siendo los mismos pescadores; a partir de ese momento, se iban a convertir en pescadores de hombres. Los peces ya no serían los extraídos del mar de Galilea, sino un incontable número de hombres y mujeres que, por las siguientes generaciones, (y hasta que el Señor vuelva), iban a comenzar a llenar las redes del reino, tras recibir la Verdad que transforma vidas para la eternidad. La red está echada, y la luz está llamando. Sólo hay que buscarla mientras puede ser hallada.

- Los pescadores dejaron todo, y "le siguieron". Jesucristo es el primero de millones de hermanos en resucitar para vida eternaCuando Jesús vino al mundo, lo hizo como un ser humano, de carne y sangre, pero sin pecado. Antes de ser exaltado por Dios, el segundo Adán, es decir, Jesús, debía ser probado; primero, siendo sometido a tentaciones, según su naturaleza humana, y después a padecimientos, como el menosprecio, el sufrimiento en la carne, y una horrenda muerte, no sólo porque era dolorosa, sino porque era indigna. Pero Él resistió todas las pruebas, porque no tenía su propia vida en mayor estima que aquello para lo cual el Padre lo había enviado: dar su impecable vida como propiciación por los pecados del mundo, para que el que en Él cree tenga vida eterna. Humanamente hablando, Jesús se angustiaba de pensar lo que debía padecer, pero no echó pie atrás. Consecuentemente, habiendo cumplido cabalmente su misión, Dios lo glorificó resucitándolo de los muertos, y ascendió a los cielos, y ahora está sentado a la diestra de la Majestad en las alturas. Él fue el primer hombre en dejarlo todo para entrar a la gloria de Dios, y por su obediencia, ahora puede arrastrar con Él a todo el que cree. El llamado que se nos hace es a abandonar todo, (es decir, que nada ocupe un lugar más preponderante que Dios en nuestras vidas) para seguir a Cristo, no sólo como nuestro Señor, sino haciendo lo que el Hijo del Hombre hizo, tomando nuestra propia cruz para morir a nuestra vida terrenal en ella, y renacer a la vida espiritual.


ÉL SANA NUESTRAS ENFERMEDADES 

Un día, estando en una de las ciudades, se acercó a Jesús un hombre lleno de lepra, quien se postró ante Él, diciendo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y Jesús, extendiendo su mano, lo tocó, y le dijo: "Quiero; sé limpio", y al instante su lepra desapareció. Jesús le dijo que no lo contara a nadie, sino que fuera hasta el sacerdote, llevando la ofrenda por su purificación. Pero la fama de Jesús seguía creciendo, y mucha gente se acercaba para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades, pero Él se apartaba a lugares desiertos, y oraba. (5:12-16) 

* La lepra representa el pecado en la humanidad, que heredamos de Adán. El hombre de este relato estaba cubierto de lepra, pero creyó que Jesús lo podía limpiar si ésa era su voluntad. El Señor, no sólo confirmó que estaba dispuesto a limpiarlo, sino que lo tocó con su mano, lo que nadie se hubiese atrevido a hacer, por la contagiosidad y lo desagradable que la lepra es a la vista y al olfato.

Jesús salió de Dios, para cumplir la voluntad de su Padre, y limpiarnos de la lepra inmunda que nos invade desde nuestra concepción, y así reconciliarnos con Dios, y darnos nueva vida. Él aún sigue con sus brazos abiertos, acogiendo a todo el que, como este leproso, viene humillado para recibir sanidad.

En una ocasión en que Jesús enseñaba, se encontraban presentes fariseos y doctores de la ley, venidos de todos los lugares para ver y oír a Jesús; y el Señor estaba lleno de poder para sanar. Y aconteció que unos hombres intentaban llevar hasta Jesús un paralítico, pero, por causa de la multitud, se les hizo imposible pasar; entonces subieron sobre la casa, y por el tejado lo bajaron en su lecho, logrando ponerlo en medio, delante de Jesús. Al ver la fe de ellos, el Señor dijo al paralítico: "Hombre, tus pecados te son perdonados". Al oír a Jesús perdonar pecados, los  fariseos y escribas comenzaron a preguntarse entre ellos "¿Quién es este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?". Sabiendo Jesús lo que comentaban, les dijo: "¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados" y, dirigiéndose al paralítico, le dijo: "A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa", y el paralítico se levantó, y se fue alabando a Dios. (5:17-26)

* La iglesia es el cuerpo de Cristo, el cual está formado por muchos miembros, cada uno con sus funciones particulares, según el don que cada creyente ha recibido, para que el cuerpo funcione y crezca de manera armónica. Hay miembros que parecen más destacados, y otros que aparentan ser más débiles, pero todos son importantes para que el cuerpo se mantenga sano. En esta escena se nos presenta a un grupo de personas que se unieron para traer a Jesús un lisiado, porque confiaban que el Señor lo sanaría. Al ver la fe de ellos, dice Lucas, Jesús sanó al enfermo.  

La oración eficaz del justo es muy poderosa, dice Santiago en su epístola, por lo cual, si vemos a alguien que parece incorregible, que escoge andar por veredas torcidas, oremos por él constantemente, y no perdamos la oportunidad de llevarle hacia Jesús. A veces, la percepción que tenemos sobre ciertas personas nos impide actuar a favor de ellos, sin embargo, no debemos desechar a nadie que a nuestros ojos ya esté perdido, porque para Dios nada es imposible.  El Señor hablará a su corazón, y si esa perniquebrada es una de sus ovejas, con toda seguridad, oirá su voz, y será sanada, y traída al redil

** Los fariseos y escribas se resistían a la idea de que Jesús, ese hombre humilde, hijo del carpintero, anduviera perdonando pecados, y sanando gente, pero Dios, en su soberanía, dispuso que en Cristo, el Logos encarnado, nuestros pecados fueran perdonados, y fuéramos sanados de todos los males que nos impedían vivir sabiamente. Él fue enviado para abrir nuestro entendimiento, y para que pudiéramos ver, oír, hablar, y caminar correctamente, pues sólo estando en Él dejaremos de tropezar, y de dar palos de ciegos, hablando vanidades, improvisando en todo, como hace el mundo, que corre tras sus propias visiones, y  socava los fundamentos de la vida, dictando leyes contra la Verdad eterna

 

LOS QUE NECESITAN SER SANADOS

Cuando salió de allí, vio a un publicano sentado en el banco de los tributos públicos, y le dijo: "sígueme", y el publicano lo siguió, dejando todo. Leví era su nombre (a quien conocemos con el nombre de Mateo, escritor del evangelio del mismo nombre). Leví ofreció un banquete, al cual asistían otros publicanos y gente considerada de mala reputación. Entonces los escribas y fariseos murmuraban en contra de los discípulos, diciendo: "¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?", a lo que Jesús respondió: "Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento." (5:27-32) 

* Jesús es el Médico que todo hombre necesita para sanar la lepra que pudre su corazón. El arrepentimiento es la medicina que el Doctor Celestial prescribe una vez que nos diagnostica de todos nuestros males. El que no toma la medicina, seguirá sufriendo las consecuencias de su enfermedad, pero el que sigue el tratamiento prescrito, con toda seguridad, será salvo.

** Como dijimos anteriormente, no debemos desechar a nadie que a nuestros ojos sea un pecador empedernido, porque, así como sólo el Alfarero sabe qué forma dará al barro según sus propósitos, sólo el Señor sabe cuál será el destino de cada persona. Nosotros, en vez de juzgar, más bien, debemos considerar a cada persona extraviada el campo misionero donde sembrar la semilla del Evangelio, porque el crecimiento no depende de nosotros, sino del Señor.


Los líderes judíos también preguntaron a Jesús: "¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?", a lo que Jesús contestó: "¿Acaso los invitados de una boda ayunan mientras festejan con el novio? Por supuesto que no; pero un día el novio será llevado, y entonces sí ayunarán" (NTV). Luego, les habló en parábolas, diciendo que no se pone remiendo de tela nueva en un vestido viejo, porque el tejido nuevo tira del viejo y lo rompe. Asimismo, nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo reventaría el cuero viejo, y se perdería el vino junto con los odres, en cambio, si se pone vino nuevo en odres nuevos ambos se conservarán. Nadie que prueba vino añejo quiere el vino nuevo, porque dicen que el añejo sabe mejor. (5:33-39) 

* Jesús es el novio, y la iglesia es la prometida. Jesús estaba reunido con algunos de los escogidos que iban a ser fundadores de la iglesia, la cual no se iba a edificar con piedras ya pulidas, sino con materia prima que debía ser sometida a tratamiento antes de ser usada. Muchos de los invitados a las bodas estaban con el novio; por tanto, no era tiempo de ayunar. Sin embargo, el novio no estaría para siempre entre ellos; iba a ser arrebatado, y sólo entonces los invitados a las bodas iban a comenzar el ayuno. El novio regresará por su novia, pero mientras espera, la prometida permanece ayunando, para presentarse gloriosa, radiante al momento de celebrar las bodas del Cordero.

** Lo nuevo y lo viejo. Jesús es el fin de la ley, es decir, al encontrarse presente el Hijo de la promesa hecha a Abraham, se daba por cumplido el objetivo por el cual se había dado la ley. Se acercaba el tiempo de poner en vigencia el nuevo pacto, anunciado por Jeremías, que Jesús estaba por refrendar con su sangre. Él sabía que estos religiosos de la ley no aceptarían de buena gana lo que estaba por suceder, porque en ellos, el nuevo pacto tendría el mismo efecto que tiene el haber probado vino añejo antes de uno nuevo; lo iban a rechazar, y seguirían aferrados a la ley. 

El nuevo pacto es superior al antiguo, no sólo porque fue instituido con la sangre del Hijo de Dios, (a diferencia de la ley, que se instituyó con la sangre de animales), sino porque es menos gravoso que el anterior: no exige obras, sino sólo fe. Demasiado simple como para ser cierto, deben haber pensado los judíos. Lamentablemente, muchos religiosos de este tiempo siguen sin creer que basta creer y arrepentirse para ser salvos, y continúan enseñando que hay que hacer obras para ser salvos. Lo que no entienden, es que las obras piadosas son la consecuencia y no la causa de haber sido salvo por fe, porque la nueva criatura que surge del bautismo comienza, milagrosamente, a hacer buenas obras (lo que antes era imposible para cualquier persona en sus propias fuerzas), y esto es, porque ahora cuenta con el Ayudador, el Espíritu Santo, quien toma las riendas de las vidas de los hijos, y comienza, Él mismo, a producir en el renacido el querer como el hacer, y a inquietarlo cada vez que está desviándose del camino.


(Continuar en Estudio Lucas - Parte III - [En construcción]